viernes. 19.04.2024

Anomalias de la normalidad

“El capitalismo es un caballero al que no le gusta que le llamen por su nombre”
Bertolt Brecht. Citado por Juan Genovés ( in memoriam)


Garamendi (CEOE), como tantos y tantos, añoran con melancolía la ‘normalidad perdida’, o sea la normalidad neoliberal, o sea la normalidad por antonomasia o normalidad propiamente dicha. Es decir, una normalidad plagada de ‘anomalías’.

Por su parte, el triple brazo político de esa gran patronal se ha sumado enseguida a la misma evocación, aunque cada uno con su propio y distintivo acento.

Los de la extremísima derecha (VOX) rememorando la esperpéntica normalidad del Movimiento Nacional. La extrema derecha (PP), sobre todo los de la tendencia ‘cayetana’, aspiran a la del padre fundador -Fraga- en su etapa de ministro de información y turismo (de ahí su obsesión con ambas materias). Y por último, los restos (C’s) quieren rememorar la de su ex-jefe Rivera cuando se postulaba para Presidente o Vicepresidente con el “abrazo” de Genovés de fondo. 

Mejor ni imaginar lo que habría sido de nosotros y lo que nos depararía el futuro de haber estado ahora semejante trio al frente del Gobierno.

La expresión Nueva Normalidad (‘New normal) formaba ya parte de la la jerga económica con la que tras la crisis económica de 2008 el ‘mainstream’ anglosajón trató de denominar las alternativas propuestas en el mundo financiero (principalmente) para superar los efectos de aquélla. Sería algo así como la ‘normalidad’ que sucede a un suceso anómalo (en aquella ocasión la explosión mundial y local de la estafa financiero-inmobiliaria).

Poco después de ser invadida España por la pandemia covid-19, la intelectualidad orgánica que rodea y asesora al Presidente Sanchez, tomó enseguida en préstamo ese término y desde entonces no ha habido ni en una sola de sus frecuentes comparecencia en la que él no haya invocado y repetido profusamente ese lema -o consigna- de la Nueva Normalidad (NN).

En mi opinión, hasta ahora la más precisa definición de ésta fue la formulada por el Ministro de Sanidad en una de sus comparecencias: esa ‘nueva’ normalidad no sería otra cosa -tras el confinamiento y la parálisis laboral -que la etapa intermedia de convivencia con el virus en el camino de retorno a la ‘normalidad’ anterior, hasta tanto se consiga neutralizar o eliminar los letales efectos de aquél.

Tras aquella oportuna aclaración, no parece haber cundido el ejemplo y ese reiterado sintagma (NN) , ahora ya con la aureola de un mantra, sigue haciéndose presente una y otra vez, envuelto su significado en una espesa niebla.

Al  parecer  se trataría en definitiva -al menos en su lectura más extendida- de retornar a la añorada normalidad de antes, si acaso añadiéndola unas pocas gotas de sostenibilidad, otras de I+ d+i, unas dosis de robotización y smart cities, y alguna más de trabajo desde casa (eludo intencionadamente el término ‘teletrabajo’, otra más de las engañifas de la ’neolengua’).

Todo ello eso sí, arrastrando hacia adelante una ingente deuda que seguirá intentándose pagar con más turismo, más fabricación de coches (y de armas)….y que traerá consigo menos sueldos, más paro, más precariedad  y algunas ayudas para pobres. Y eso sí, también con mucha retórica en ingentes cantidades.

Nada nuevo que lo distinga del viejo pensamiento socialdemócrata, es decir el de la socialdemocracia real de la fase neoliberal, o sea del neoliberalismo ‘soft’.

Lo que ambas versiones del discurso neoliberal (el hard y el soft) parecen querer ignorar, es que el futuro tras el colosal tsunami pandémico -en medio del cual nos encontramos y no en su final-, trastocará todo de forma tal, que las nuevas anomalías que cristalizarán en el futuro harán irreconocible aquella ‘miltoniana’ normalidad perdida. Hasta el punto de que, en el peor de los escenarios, la supernueva (SNN) puede llegar a ser una tenebrosa y grotesca caricatura tanto de la antigua como de la nueva (NN).

La desigualdad ha sido y es cada vez más una de esas anomalías- seguramente la más lacerante- que han poblado la ‘normalidad perdida’….… Aunque visto de otro modo, la desigualdad es la normalidad del capitalismo, su esencia perpetua y al mismo tiempo su principal e irremediable resultado. Keynes nos lo enseñó con toda crudeza hace ahora 100 años en su Informe sobre las consecuencias de la Primera Guerra (o más bien de la paz que vino después de forma transitoria hasta la siguiente) (1).

Leyendo desde ahí con rigor crítico la historia reciente, lo anómalo habrían sido los ‘cuarenta gloriosos’ (1945-1973), con sus mecanismos de nivelación de las desigualdades… en algunos islotes del planeta.

Pero para ello, tuvo que haber dos guerras mundiales de por medio, con el exterminio de millones de soldados (clase trabajadora) lanzados despiadadamente a ese par de carnicerías; y con la implacable destrucción de una gigantesca masa de capital fijo.

El ataque planetario del covid-19 constituye un serio aviso, un llamamiento  a reconsiderar los valores y comportamientos que rigen las relaciones socio-económicas entre los humanos y de estos con la naturaleza.

Tal alerta está dando lugar -y aún más dará en el futuro -a cambios importantes tanto a  escala local como planetaria que con toda probabilidad alterarán el tablero geopolítico.

Quizás algunos de ellos consigan paliar una parte de las consecuencias más dolorosas para los humanos y su vida en el planeta.

Pero es muy difícil que lleguen a alterar los fundamentos esenciales del capitalismo, poniendo con ello en riesgo los intereses de las élites neoliberales que hoy detentan el poder.

Un cambio profundo, una "revolución" que altere radicalmente la injusta realidad en la que vivimos no se vislumbra a día de hoy.  Para ello en primer lugar tendría que hacerse imaginable para millones de seres.

“Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición”. (Timoteo 6:9)


(1) “Las consecuencias económicas de la paz”.John M. Keynes .Capítulo II Europa antes de la guerra. Apartado III .La psicología de la sociedad. Editorial Crítica 

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