viernes. 19.04.2024

Mi patria, y la de Casado

casado

Todos, más o menos, tenemos una idea, es verdad que abstracta, de lo que es la patria. Aunque sea para negar su existencia, todos empleamos esa palabra para expresar un concepto que tiene que ver con un territorio o con un grupo humano. Pero, sobre todo, con un constructo que puede identificar a ese territorio o a ese grupo humano.

La utilidad de ese constructo es, precisamente, ese, la capacidad que tiene de aglutinar en su entorno a las personas que se identifican con esa idea. Y lo pueden hacer bien por motivos utilitarios o sentimentales.

Ya Ciceron enunció aquello de ubi bene ibi patria (mi patria está donde está el bien) que muchos siglos después, Serrat dijo que su padre había traducido como "Mi patria está donde dan de comer a mis hijos". La expresión más moderna de esta idea es la de Jürgen Habermas con su patriotismo constitucional, ese que se basa en el interés consensuado de un grupo humano que se reúne en torno a unas normas comunes que les benefician. Por cierto, Chantal Mouffe ya escribió algo sobre la paradoja que eso producía. Pero esa es otra historia.

La otra gran rama del patriotismo es la sentimental. El territorio, la historia, la cultura, la religión, o la etnia, pueden ser fuente de sentimientos que sirven para identificar al grupo humano que los acepta, independientemente de su utilidad más allá de la propia de servir de coagulante. Posiblemente esta vertiente sentimental sea la que se identifica con símbolos, como una bandera o un himno, más que aquella otra utilitarista, partidaria de cosas más concretas. Como una constitución con más de doscientos años de existencia, como la norteamericana, que es lo que, realmente une a sus habitantes por mucho que lleven una banderita en la solapa o escuchen su himno llevándose la mano al corazón. Que también.

Y Pablo Casado, ¿qué modelo de patriotismo practica?. Lo pregunto porque no es posible acudir a Mateo 7:15-20 (Por sus frutos los conoceréis) para saber por qué se califica Casado como patriota. Desde luego, no ha demostrado ningún utilitarismo en el asunto de los fondos europeos, por ejemplo. Con el argumento de que el reparto de esos fondos los iba a hacer el gobierno de España, ha votado en contra de un decreto que regulaba ese reparto y que posibilitará la llegada de los fondos. Quizás Casado hubiera preferido ser él quien hiciera ese reparto pero, eso, ya se sabe que hubiera requerido un trámite que los demócratas conocen bien: antes, hay que convencer a la mayoría del Congreso para que te hagan presidente.

Ha tenido que ser Vox, que en este caso han demostrado utilitarismo, quienes con el gesto mínimo, pero suficiente, de abstenerse, han facilitado la aprobación de tan importante decreto. Para que luego digan de los fachas.

Pero tampoco parece Casado muy patriota, sentimentalmente hablando. Las emociones constituyen el armazón argumental para enviar a la tropa a una guerra. Es verdad que, luego, en el combate, es la solidaridad con sus compañeros lo que mantiene en la batalla al soldado, pero la marcha a esa batalla se hace a los sones de un himno y tras la estela de una bandera. Pues bien, fue empezar la guerra contra el coronavirus y Casado, y sus huestes, se desmarcaron. Algo que, en otros tiempos y otras guerras, hubiera sido motivo de un consejo de guerra. Claro que, sus mayores hicieron algo parecido en la llamada guerra contra el terrorismo de ETA.

Pero entonces, repito, ¿Qué tipo de patriota es Casado?. Sabemos que lo que Casado desea para España es un gobierno de su partido que le proporcione, a él, un cambio de domicilio al Palacio de la Moncloa, pero eso no parece suficiente. Podría parecer, en todo caso, que eso no es un proyecto patriótico si no personal, ya que, a lo mejor, no le gusta su casa actual o quiere ascender en el escalafón social. Pero, está claro que no ha convencido a un número suficiente de votantes para lograr eso. Y con un problema adicional: está dispuesto a no aceptar los votos de los que no le van a votar de ningún modo, como hace la zorra de la fábula con las uvas que no puede alcanzar.

Yo sé que, a tanto descreído como hay, eso de la patria le suena a cuento, como a los que León Felipe dedicó unos versos, pero yo me dirijo a los que, imbuidos por nobles sentimientos, esa conducta de Casado les puede rechinar. No, no crean ustedes que esa es la forma de actuar de un auténtico patriota. Casado no parece un novio de la muerte, como cantaba Méndez de Vigo, ni está con la patria con razón o sin ella, como decía Cánovas que había que estar. Estos dos últimos citados sí que eran patriotas, no Casado.

Casado, en realidad, es un lector de León Felipe y, como él, se sabe todos los cuentos.

Mi patria, y la de Casado