sábado. 20.04.2024

Todos los 21 de marzo

La policía sudafricana disolvió a tiros la manifestación, matando a 69 personas, entra ellas mujeres y niños y dejando cerca de 200 heridos. Era el 21 de marzo de 1960

Hay días en el año para los que las Naciones Unidas no han encontrado ocupación. Sin embargo hay otros, pongamos el 21 de marzo, que se llenan de buenos deseos internacionales. Puede que el motivo sea el equinoccio que transforma el invierno en primavera.

El 21 de marzo ha sido declarado por la Naciones Unidas Día Mundial del Síndrome de Down y Día Mundial de la Poesía. Pero, además, la ONU ha decidido conmemorar el mismo 21, otros tres Días Internacionales. Uno de ellos, el Día Internacional de los Bosques. Resulta que nos llenamos la boca con los famosos pulmones verdes, pero deforestamos a marchas forzadas.

Otro el Día del Novruz, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Se trata de esa fiesta de recibimiento de la Primavera, de renovación de la naturaleza, cargada de deseos de solidaridad, paz, buena vecindad, convivencia familiar y entre los pueblos. Una fiesta de la diversidad cultural que se celebra desde los Balcanes hasta la India, pasando por Macedonia, Turquía, o Afganistán. O desde Rusia hasta Irán, pasando por Kazajstán, Kirguistán, o Taykistán.

Por último, se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. La elección, en este caso, no tiene que ver con la primavera, sino con la brutal represión de la concentración contra el apartheid y las leyes racistas sudafricanas, convocada en la ciudad de Sharpeville, que reunió a decenas de miles de personas, para quemar los pases obligatorios que les permitían ir a trabajar de una zona negra a otra blanca. 

La policía sudafricana disolvió a tiros la manifestación, matando a 69 personas, entra ellas mujeres y niños y dejando cerca de 200 heridos. Era el 21 de marzo de 1960. A causa de aquella represión brutal, el Congreso Nacional Africano abandonó el pacifismo y creó al año siguiente la Lanza de la Nación, el brazo armado liderado por Mandela, que le condujo, tras su detención, a pagar el precio de 27 años de prisión. 

Este 21 de marzo, las Naciones Unidas vuelven a insistir en recordarnos que no son pocos los lugares del mundo en los que aparecen movimientos extremistas que alimentan el racismo y la intolerancia, especialmente contra las personas migrantes y refugiadas. El populismo nacionalista de derechas produce políticas excluyentes y represivas dirigidas contra personas en función de su raza, su etnia, su origen nacional, o su religión.

Alertan las Naciones Unidas sobre el uso de las nuevas tecnologías digitales que contribuyen a la difusión de la intolerancia neonazi y hacen un llamamiento a los Estados y a las empresas tecnológicas a combatir y contrarrestar las ideologías excluyentes, extremistas, xenófobas y racistas.

Conmemoramos este año el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, en una España que se enfrenta a un proceso electoral múltiple, en el que la inmigración va apareciendo como un caballo de batalla de algunos partidos, sustentados en un puñado de ideas simples y falsas, pero muy pertinaces y eficaces, en las que se identifica a los inmigrantes como los causantes de buena parte de nuestros males y como receptores de muchas más ayudas que los propios españoles. 

Los datos, sin embargo, son contundentes y accesibles a cualquiera que se tome la molestia de bucear en internet. En España hay menos de 4´8 millones de extranjeros. En Alemania superan los 12 millones. En Francia son casi 8 millones. En Reino Unido superan los 8´8 millones. No podemos decir que en España haya más extranjeros que en otros países europeos.

Tampoco es verdad que ocupen más puestos de trabajo que los españoles. La tasa de paro en España es alta, acaba de bajar del 15 por ciento, mientras que entre la población inmigrante ronda el 23 por ciento y, en los años de la crisis llegaba casi al 40 por ciento. Como nos ocurrió a los españoles cuando emigramos por el mundo en los años 60, soportan peores condiciones de trabajo y salarios más bajos. 

Los datos sanitarios dicen que van menos al médico que los españoles, padecen menos enfermedades crónicas y hasta su gasto farmacéutico es cinco veces inferior que la media, mientras que su riesgo de pobreza es el triple. Si tienen hijos los llevan a los colegios como todos nosotros. Mires por donde mires nada justifica, ni demuestra,  esa idea reiterada que algunos quieren irnos imponiendo de que los inmigrantes acaparan todas las ayudas sociales.

Este 21 de marzo conviene que quienes vivimos de nuestro trabajo y no del cuento y cuantos vivimos en barrios y no en urbanizaciones selectas y lujosas, demos una vuelta a estos datos y concluyamos que las diferencias entre patrias no las marcan las fronteras físicas de una montaña, un río, o un mar, sino el dinero y el poder.  

Los ricos que viven en España saben que los jeques árabes, los futbolistas extranjeros famosos, los dictadores chinos, los déspotas africanos, los mafiosos del Este,  los tiranos latinoamericanos, los actores y cantantes de éxito mundial, junto a los dueños de grandes fortunas, pertenecen a su misma patria.

Los demás sabemos que somos una amalgama de hijos y nietos de inmigrantes, emigrantes, jornaleros, retornados, exiliados, fusilados al amanecer, artesanos, obreros, albañiles y canteros, operarios de una cadena de montaje infinita, a la que vivimos encadenados desde tiempo inmemorial. 

Yo sé, este 21 de Marzo, que somos patriotas de esta tierra devastada y estas gentes humilladas sin que me importe un  pimiento el color, la bandera, las creencias religiosas, la raza, o el lugar donde nacimos. A fin de cuentas, para el dinero y el poder, todos somos extranjeros, prescindibles, exiliables, desterrables, condenados de la tierra.

Todos los 21 de marzo