jueves. 18.04.2024

El destrozo económico y social del coronavirus

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Algunos economistas se han convertido en obligada referencia en no pocos programas televisivos especializados en echar carnaza al circo donde los tertulianos se enzarzan a mamporros de amañada lucha americana, en defensa de tal o cual partido, de tal o cual líder político. Luego acaba el espectáculo, se saludan, se toman juntos una cervecita, cobran y se van para casa, solos, o acompañados, pese al confinamiento
(esa desgarbada figura que cruza en ropa interior ante la cámara por detrás del pretencioso tertuliano online)
-Hay dos clases de economistas, los que no saben hacer predicciones y los que no saben que no saben hacer predicciones.
(dice Xabier Sala i Martin en su libro Economía liberal per a no economistes i no liberals)
Recuperación en V, recuperación en U, recuperación en L, ya no sé cuantas clases de recuperaciones llevamos escaladas y desescaladas. Parece evidente que nuestros economistas no han vivido nunca antes (nosotros tampoco) una situación como la que padecemos en estos momentos. No vivieron la Gran Crisis del 29,
(esa que llamaron Gran Depresión, Crac, Jueves Negro, Lunes Negro, Martes Negro)
más parecida a la que se desencadenó con la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008, de la que aún no acabábamos de salir y que sigue instalada entre nosotros, con sus secuelas de precariedad laboral e inestabilidad económica, con periodos frecuentes y alternos de crecimiento, desaceleración y recesión.
Tampoco vivieron las consecuencias de la crisis generada por la Gripe Española de Kansas. Curiosa la historia de esa gripe estadounidense exportada por las tropas que acudían a combatir en la I Guerra Mundial y que se expandió por todo el planeta, cuando la contienda terminó y los jóvenes, felices, e infectados soldados, volvieron a sus casas repartidas todo el mundo
(algo así como 500 millones de infectados, casi un tercio de los habitantes del planeta y más de 50 millones de muertos, más jóvenes que mayores, más jóvenes que niños, muchos más pobres que ricos).
Los países en guerra no hablaban de fallecimientos de tropas, pero en la España neutral no había problemas para informar, por lo cual el mundo acabó creyendo que el virus venía de España y terminamos dando nombre a la famosa gripe, Spanish Influenza
(La fiebre de los tres días. En Madrid hay 80.000 atacados. S.M. el Rey enfermo. El Sol, martes 28 de mayo 1918).
En todo caso, los efectos globales de tal pandemia se vieron enmascarados por la tremenda conmoción económica, demográfica, social, de la Guerra mundial. La Gripe de Kansas tuvo muchas consecuencias económicas y sociales, pero todo el mundo prefirió olvidar, dejar poca huella y pocos rastros para la historia, liarse la manta a la cabeza con el carnaval de los felices años 20, que acabaron como el rosario de la aurora, el Crac del 29, el nacimiento de los fascismos y la II Guerra Mundial.
Quien iba a saberlo, algunos nos decían que algo así podía pasar, pero adelante, siempre adelante, mientras dure lo que se da, siempre adelante, sin tomar en cuenta  que,
-En el mundo de los negocios, el retrovisor siempre es más claro que el parabrisas
(esta vez es el muy valorado y poderoso Warren Buffet, el  que acaba de vender todas sus acciones en compañías aéreas, el que abre la boca para dar su opinión)
aunque su frase que más me gusta es aquella en la que habla de los billonarios,
-De los billonarios que he conocido, el dinero sólo resalta sus rasgos básicos. Si eran idiotas antes de tener dinero, sólo son idiotas con un billón de dólares.
Por lo pronto, parece que este COVID19 podría dejar en el aire 60 millones de puestos de trabajo tan sólo en Europa, uno de cada cuatro empleos actuales
(en el aire jornadas, salarios, reducciones de jornada, reducciones de salario, EREs, ERTEs, paro).
Las tasas de paro podrían duplicarse, así, de golpe, cuatro de cada cinco nuevos parados serán, probablemente, personas con baja cualificación, dos de cada tres vendrán de pequeñas y medianas empresas. Sectores de servicios mayoristas y minoristas, los espectáculos y el arte, alojamientos, turismo, restauración, son sectores que parecen muy amenazados. Otros como los vinculados a digitalización, nuevas tecnologías, comunicación, o servicios personales y profesionales parece que resistirán bastante mejor.
Los cambios van a ser muy profundos, nadie lo duda, pero,
-Las predicciones son una idiotez. En realidad lo que debería perturbarnos es la necesidad constante de hacer predicciones en asuntos que son totalmente impredecibles (Michael Lewis)
Una parte de nuestro mundo económico se hundirá, el Estado, los Estados, la Unión Europea, serán determinantes, deberían de acabarse los tiempos de la libertad absoluta del mercado y los mercaderes, la famosa desescalada, la vuelta a la actividad económica y el empleo deberá ser muy flexible para ir adaptando las medidas a las imprevisibles situaciones que se vayan produciendo.
Desaparecerán empresas, mientras otras se recuperan aceleradamente y otras requerirán largos y lentos procesos para reorientar su actividad, muchos trabajadores y trabajadoras van a necesitar tiempo, recualificación, ayuda económica, para recuperar un empleo, cambiar de trabajo, o para conservarlo. No en todos los sectores, ni en todos los territorios, serán necesarias las mismas medidas, ni al mismo tiempo.
Sería deseable que este camino lo realizásemos desde el acuerdo entre partidos políticos de gobierno y oposición y organizaciones empresariales, sindicales y sociales, pero también soy consciente de que no siempre será posible.
Han sido demasiados años de desmadre ultraliberal, de cultura del pelotazo,  corrupción institucionalizada, micropelotazos y corrupción a pequeña escala. Nuestra sociedad no está en las mejores condiciones de afrontar el reto con equilibrio, sensatez y voluntad de acuerdo. Demasiada cultura del egoísmo alimentada desde la connivencia del poder político y económico.
La pandemia nos ha puesto ante nosotros mismos, ante nuestras debilidades, ante la necesidad de entender que, o tenemos un proyecto que compartir, o nos devoramos a nosotros mismos. Y esa es una opción que nadie debiera contemplar.

El destrozo económico y social del coronavirus