jueves. 18.04.2024

Nosotros y la cultura prohibida, censurada, perseguida

auditorio marcelino camacho
Auditorio Marcelino Camacho

Poco podía pensar, hace medio año, cuando escribí un artículo con motivo de la entrega del Premio Abogados de Atocha a nuestros cantautores, aquellos que defendieron la libertad en la negra dictadura franquista, que iba a tener que volver sobre el asunto. Luís Pastor, uno de los cantautores que recogió el galardón, ha sido sometido a la censura, la suspensión y la prohibición de un concierto, por parte de los nuevos gobernantes de la capital.

No es la primera vez que ocurre algo así en los últimos tiempos. Ya ocurrió con César Strawberry, el cantante del grupo Def Con Dos y ahora vuelve a ocurrir con Luís Pastor y su hijo Pedro, entre el silencio del “popular” alcalde, el pío-pío que yo no he sido de la ciudadana vicealcaldesa, el mirar para otro lado de la concejala de Cultura y el aplauso de la ultraderecha rampante y enaltecida. Todo ello viene a poner de relieve quién va a mandar de verdad en Madrid durante los próximos cuatro años.

La reacción de los tertulianos de la derecha, los creadores de tendencia a sueldo de los poderosos, esos mismos que defienden el pelotazo inmobiliario en Chamartín, al tiempo que la libre contaminación en Madrid Central, no puede ser más estrambótica.

Justifican la prohibición del concierto de Strawberry, no en función del grupo musical, sino en base a una sentencia del Supremo, que revisa el archivo anterior de la causa por parte de la Audiencia y le condena a un año de prisión por enaltecimiento del terrorismo. Una sentencia, por cierto, pendiente de los tribunales de Derechos Humanos y cuestionada por Amnistía Internacional como una vulneración más de la libertad de expresión en España.

Con respecto a Luís Pastor, como no hay sentencia de la que echar mano, vienen a decir que se trata de una decisión acertada y hasta le viene bien, porque va a tener como consecuencia el aumento de sus conciertos. Escuchando este argumentario redactado en el despacho de algún coach en comunicación al servicio del partido de turno y pagado con el dinero de todos los contribuyentes, cuando no con alguna caja B, la desolación del tiempo pasado se apodera del más pintado.

Luís Pastor, uno de los cantautores que recogió el galardón, ha sido sometido a la censura, la suspensión y la prohibición de un concierto, por parte de los nuevos gobernantes de la capital.

Ya he escrito, en algún otro momento, sobre la mala vida que deparamos a nuestros artistas. Ese desprecio pertinaz, como la sequía franquista, hacia la cultura, a la que nuestras administraciones reconocen, en el mejor de los casos, un valor instrumental, de relleno, decoración y entretenimiento, siempre que salga barato.

Lo que no podía esperar es que volvieran a hacerse realidad los peores recuerdos venidos del pasado. El retorno de aquellos tiempos en lo que podías pensar lo que quisieras y hasta decirlo, siempre que no sobrepasases las fronteras de la puerta de tu casa. Cuidado con que los niños se fueran de la lengua en el colegio, o en algún lugar público.

Esos tiempos en los que un panfleto, un artículo, una canción, un concierto, una obra de teatro, una charla en un bar, podían conducirte a un calabozo, a un proceso judicial y a una condena, sin solución de continuidad. No digamos ya una manifestación, un discurso pronunciado en público. En algunas iglesias abarrotadas, en algún colegio mayor como el Johnny, tuve que escuchar las ideas de personas tan poco amenazadoras como Peces-Barba, o las actuaciones de algún cantautor, alguna obra teatral.

CCOO de Madrid ha ofrecido el Auditorio Marcelino Camacho para que artistas como Luis Pastor puedan ofrecer su concierto 

Para sentir algo parecido tengo que remontarme una docena de años atrás, cuando un espectáculo llamado Lorca vive, dirigido por Pepe Rubianes, sufrió el acoso y derribo para no ser representado en el Teatro Español. La ultraderecha envalentonada, que parecía condenada a dejar de vivir del terrorismo de ETA y buscaba desesperadamente nuevos enemigos en Cataluña, decidía confundir un espectáculo teatral, sus protagonistas y su director, con las opiniones del mismo sobre la unidad de España. Opiniones que ni compartí, ni comparto, pero que defiendo puedan ser libremente expresadas.

El propio Rubianes decidió suspender la obra para evitar más presiones sobre Mario Gas y Alicia Moreno, responsables de cultura en aquellos momentos y para evitar las tensiones por la manifestación de la ultraderecha convocada para el día del estreno, a las puertas del teatro. Que me aplaudan o pateen el suelo si no les gusta, pero no puede ser que cuatro fascistas decidan qué se puede hacer y qué no en Madrid, declaraba el actor.

Por eso CCOO de Madrid ofrecimos nuestro auditorio, al que luego dimos el nombre de Marcelino Camacho, para que la obra fuera representada, desoyendo las manifestaciones públicas de Ignacio González, por entonces vicepresidente, más tarde presidente y al final expresidente imputado de la Comunidad de Madrid, que ponía en manos de Pepe Rubianes cualquier responsabilidad sobre de lo que pudiera ocurrir en materia de seguridad durante la representación en el sindicato.

Hoy, cuando Barcelona, o Móstoles, ofrecen sus fiestas y escenarios a Luis Pastor, cuando arrecian las muestras de solidaridad desde todo tipo de organizaciones vecinales, sociales, políticas, me entero de que CCOO de Madrid ha ofrecido el Auditorio Marcelino Camacho para que puedan ofrecer su concierto en Madrid. Me siento de nuevo orgulloso de este sindicato de trabajadores que nunca ha olvidado a quienes compartieron sus victorias y sus derrotas y que siempre apuesta por la libertad, consciente de que, sin ella los avances sociales, laborales y políticos son imposibles.

Hoy como ayer siguen valiendo aquellas declaraciones que hicimos en 2006: "Es lamentable que a estas altura se confundan las opiniones personales con la obra de un artista, ya que por ese camino podemos volver a legitimar la quema de libros, la marginación y la exclusión de profesionales de la cultura de ámbitos de actuación públicos y privados en función de sus ideas y del Gobierno de turno"

Nosotros somos quien somos. Me enorgullece que lo sigamos siendo.

Nosotros y la cultura prohibida, censurada, perseguida