viernes. 29.03.2024

El principio de mayorías, puesto en cuestión por ciertas derechas

La confluencia de varios fenómenos políticos en España, y fuera de España, parece indicar que algunos principios esenciales de la democracia están poniéndose en cuestión sin que se dé la respuesta contundente que merecería. Lo preocupante es que la mayoría de iniciativas de desgaste de la democracia parecen surgir de ambientes de la derecha y de la extrema derecha, como si los partidos conservadores, que en el siglo XX asumieron la democracia, quisieran retornar a la política ultramontana que, durante el siglo XIX, caracterizó a las derechas monárquicas en toda Europa. Es sabido que la línea divisoria entre derechas e izquierdas en el siglo XIX pasaba a través de dos materias, a saber, los derechos sociales y la organización política del Estado (forma de Estado, tipo de sufragio, principio de mayorías, amplitud de las libertades públicas) y sólo cuando las derechas, avanzado el siglo XX, asumieron los derechos sociales y la totalidad del modelo democrático de organización política se pudo llegar a un verdadero contrato social, que hizo posible el Estado del Bienestar.

Pero la derecha, que no está a gusto con la democracia ni con los derechos sociales, siempre quiere volver hacia atrás. Y si en la década de los años ochenta del siglo XX los Gobiernos de Ronald Reagan en Estados Unidos y de Margaret Tharcher en el Reino Unido rompieron conscientemente el componente social del Estado del Bienestar, en los últimos años (sobre todo, tras la pandemia del Covid-19) estamos viendo otra ofensiva del conservadurismo político para reducir las libertades políticas y quebrar los principios de la democracia representativa. Es verdad que hay casos extremos, como los Gobiernos ultraconservadores de Hungría y Polonia, pero también hay otros casos igualmente significativos, como la operación Brexit, donde la mayor parte de la derecha británica (con la tibieza cómplice de una parte del laborismo) ha impuesto a una franja muy amplia de la población una salida de la Unión Europea amparada en fake news, o el defenestrado Ministro italiano del Interior, Matteo Salvini, que basó su política en la demagogia antiinmigratoria.

El giro antidemocrático de una parte del Partido Republicano de Estados Unidos ha aparecido al situarse detrás de Trump, en la operación promovida por éste, para no reconocer el resultado de las elecciones de noviembre

Hay ejemplos suficientes en Europa sobre cómo la derecha gira desde la democracia hacia el autoritarismo y el populismo, pero en lo que va recorrido el año 2020 encontramos dos ejemplos preocupantes en el Partido Republicano estadounidense y en las varias derechas españolas (Partido Popular y Vox). Y no nos detendremos, para no desviarnos demasiado, en los quebrantamientos de la democracia en América, con Presidentes elegidos, pero autoritarios y populistas, como el brasileño Bolsonaro, o el salvadoreño Bukele, o con Parlamentos como el peruano (y antes el brasileño) que destituyen Presidentes legitimados por el sufragio universal.

El giro antidemocrático de una parte del Partido Republicano de Estados Unidos ha aparecido al situarse detrás de Trump, en la operación promovida por éste, para no reconocer el resultado de las elecciones de noviembre. La actitud del Presidente derrotado ha tenido una vertiente muy preocupante, pues ha hecho creer a la mayoría de sus votantes que había habido un fraude que nadie ha probado (La Vanguardia del 15 de diciembre incluía el siguiente titular “Solo el 18% de los votantes de Trump cree que Biden es el legítimo vencedor”). Que un personaje estrambótico como Trump no quiera reconocer su derrota y busque mil artimañas para renovar su mandato presidencial es lógico. Pero, no es lógico que el Partido Republicano se alinee con el gran fraude que pretende practicar el Presidente, ni tampoco es lógico que millones de estadounidenses vivan en la irrealidad (algo parecido ocurrió, en menor escala, en Cataluña en octubre de 2017, donde algunos miles de catalanes creían que se había implantado la República independiente). En definitiva, el fenómeno preocupante y muy grave es el intento de contravenir el primer principio de la democracia, que es el respeto a los resultados electorales. Si los resultados de la elección del Jefe del Estado en un país de larga (aunque imperfecta) democracia se intentan voltear para favorecer al perdedor, la democracia está en peligro con la complicidad de la derecha, en este caso el Partido Republicano.

También se quiere socavar la democracia cuando algunas organizaciones empresariales y los partidos de la derecha pretenden arrebatar al Gobierno la gestión de los fondos europeos del Mecanismo de Reconstrucción y Resiliencia, pretendiendo que los administre una autoridad independiente que, mira por donde, será tan ideológica como el Gobierno, pero sin someterse a las urnas

Sin llegar a esa gravedad (pero no por falta de ganas, ni de intentos por parte de cierta derecha), en España estamos viendo cómo se quieren socavar pilares importantes del sistema democrático. Se quiere socavar la democracia cuando se pone en cuestión la facultad del Gobierno y de la mayoría parlamentaria de aprobar una Ley como la nueva de Educación. ¿Acaso no vale una mayoría parlamentaria suficiente, o quizá valen más los votos de la derecha que los de izquierda? Pues en el Partido Popular deben pensar que los votos de izquierdas no valen para aprobar Leyes, pues ya se ha anunciado que algunas Comunidades Autónomas, gobernadas por las derechas, quieren adelantar el calendario escolar del curso 2021-2022 para que no se aplique la nueva Ley.

También se quiere socavar la democracia cuando algunas organizaciones empresariales y los partidos de la derecha pretenden arrebatar al Gobierno la gestión de los fondos europeos del Mecanismo de Reconstrucción y Resiliencia, pretendiendo que los administre una autoridad independiente que, mira por donde, será tan ideológica como el Gobierno, pero sin someterse a las urnas. Y, por supuesto, que se socaba la democracia cuando la derecha no quiere participar en la renovación de los órganos constitucionales, con el fin de que en éstos siga habiendo mayorías de derechas. Es de temer que estos órganos seguirán con esas mayorías por muchos meses, máxime cuando la Comisión Europea no muestra la misma sensibilidad que la que ha mostrado ante iniciativas legislativas legítimas pensadas para superar los bloqueos habituales de la derecha española. A esta sensación de degradación de los principios básicos de la democracia contribuye también la presión militar que está metiendo Vox, como veíamos la semana pasada. Como ha escrito un historiador en la prensa, que a estas alturas sigamos con el juego de la presión militar sobre el poder civil, y además a través del Rey, no es tranquilizador (Xavier Casals: “Exmilitares y Vox: pasado y presente”, El Periódico, 15 de diciembre de 2020).

En definitiva, los acontecimientos en España y en el extranjero nos muestran que la democracia sigue siendo frágil, incluso en países muy democráticos. Y llama la atención que en la actualidad los peligros que surgen en la democracia vienen sobre todo de la extrema derecha, pero también de una derecha aparentemente más templada.

El principio de mayorías, puesto en cuestión por ciertas derechas