viernes. 19.04.2024

La política invisible

Este es un mundo basado en la dominación de unos grupos sociales sobre otros, siendo la escuela marxista la que dio el nombre a tal fenómeno como  lucha de clases...

Este es un mundo basado en la dominación de unos grupos sociales sobre otros, siendo la escuela marxista la que dió el nombre a tal fenómeno como  lucha de clases, y que el gran sociólogo Darhendorff apuntilló un siglo después, con la idea de que los intereses distintos de cada clase social pueden ser divididos en intereses latentes y manifiestos.

De este modo, cualquier observador incluso poco experimentado (dentro de los que me incluyo) puede darse cuenta de que los sistemas políticos y sociales son pues una construcción (dialéctica si se quiere), que imprimen una serie de argumentos y justificaciones para relacionar de forma asimétrica los intereses latentes y manifiestos de las sociedades que los conforman, en todos los ámbitos posibles. La política, siendo un medio para organizar las luchas sociales entre las distintas clases por el poder, hunde sus raíces mucho más en los intereses latentes, porque es empíricamente demostrable que la sustentación material de las sociedades es la que permite una organización social tendente a un fin (llámese sector público o Estado).

El interés que suscita este argumento, se basa sin embargo, en que la política opera desde una multiplicidad de poderes, que confluyen en el establecimiento de leyes, pero también de grupos de poder que canalizan intereses no regulados y muchas veces invisibles para la sociedad. El capitalismo, que puede ser más o menos criticado, es desde luego el modelo de sistema económico que más empuja a las sociedades a acumular un capital que en manos de pocas corporaciones (oligarquía efectivamente) transforma la propia economía incesantemente. El prestigioso geógrafo David Harvey ha sido uno de los encargados de demostrar que el capitalismo actúa como sistema gracias a la dirección política de administraciones y gobiernos, que permiten una acumulación de capital por desposesión. Es decir, los recursos son apropiados por las corporaciones económicas (en general de grandes dimensiones) que sustraen un valor para transformarlo en beneficio para el capital. Todo este montaje político-económico opera de tal modo que constituye una clase social diferenciada, y que se superpone de forma latente a los intereses de las clases sociales menos poderosas, de tal modo que éstas aun manifestando unos intereses concretos, no son capaces de objetivar sus intereses latentes, que no dependen de ellos de forma individual. En cambio, colectivamente, las clases sociales pueden conseguir objetivar sus intereses latentes obteniendo una posición más ventajosa, esto es, alcanzando el poder político, al menos en su parte más instrumental. El poder local y regional de muchos Estados, tanto unitarios como federales o incluso modelos mixtos y compuestos, son un resorte para alzar los intereses de clase de las sociedades actuales.

La paradoja que se presenta por tanto a la sociedad no es menor, ya que como principal necesidad tiene que objetivar sus intereses latentes como por ejemplo: soberanía política, potestad legislativa, control político, mandato imperativo, justicia social, separación de poderes, constitucionalidad efectiva, etc.. Mientras por otro lado tiene que deshacerse de los hábitos que invisibilizan las prácticas políticas y económicas que no aportan ningún beneficio a la sociedad (que no son todas, por cierto). El capitalismo per se no tiene por qué ser el objetivo al que atacar, sino que son las prácticas que gracias al capitalismo manipulan los intereses sociales (la tan citada alienación que elimina la identidad de clase). Es difícil distinguir el sistema de las prácticas habituales, porque es evidente que las consecuencias reales son las que operan en la sociedad, pero es cierto también que cada resultado proveniente de una práctica (ya sea política, social o económica) puede ser analizada desde muchos puntos de vista. Lo cierto es que las sociedades industrializadas han alcanzado unas cotas de desarrollo muy difícilmente desligables del sistema capitalista, aunque no por eso incorregibles. Lo sensato parece pues dominar el sistema social, que es el que dota de un escenario sobre el que actuar al capitalismo. Que este escenario sea más o menos justo y esté protegido, depende en gran medida de la acción y actitud de los ciudadanos.

La política invisible