miércoles. 24.04.2024

El morro de gran parte de los empresarios españoles es incalculable

Aunque arrastramos una crisis provocada por el descontrol financiero y la codicia desmedida, no faltan voces inmundas que pretenden convertir a los trabajadores...

Aunque arrastramos una crisis provocada por el descontrol financiero y la codicia desmedida, no faltan voces inmundas que pretenden convertir a los trabajadores en pagadores de este caos. 

Así, con frecuencia escuchamos a los representantes de la patronal exigir una “reforma estructural”… perfecto, pero, ¿por qué no empiezan reformándose estructuralmente ustedes, que buena falta haría? ¿Por qué no alumbran, de una vez, ideas brillantes y productivas en lugar de atacar los derechos de los trabajadores? 

Recordemos que gran parte de nuestra “indómita” clase empresarial ha dormitado en los calores del turismo, la construcción y el sector agrícola. Y ya sabemos el gran mérito de vivir en un país soleado o especular con el suelo. 

Lejos de generar empleo y riqueza a través de la innovación, el riesgo y el talento, ha florecido en España el empresariado que engorda mediante inyecciones de ayudas fiscales, píldoras de subvenciones y dosis masivas de contratos con las Administraciones públicas. Cuando arrecia la crisis, en lugar de concebir ideas, se arrancan por unas bulerías de “reformas estructurales”, es decir que los trabajadores sacrifiquen sus derechos a causa de la ineptitud de estos empresarios basura. 

Ahora reflexionemos sobre un hecho: miles de patentes duermen entre ácaros en el Registro de la Propiedad Industrial. Pocos o ningunos de nuestros “indómitos” empresarios apuestan por estas ideas… ¡donde esté un buen pelotazo urbanístico, un suculento contrato con el Estado o un buen invernadero hacinado de marroquíes con el espinazo roto, que se quiten esas aventuras! 

Espero, confío y deseo, que cada vez se escuchen más voces entre la izquierda escupiendo estas verdades a la patronal. Y mucho me equivoco o el panorama en España es el de enjambres de mercachifles encorbatados, negociantes de chichinabo, a quienes hay que subvencionar, rebajar costes y abaratar despidos… señores, alumbren ideas brillantes, aventúrense con ellas y dejen de apestar con su incompetencia, cinismo y codicia. 

Y, seamos sinceros, tanto ayer como hoy, muchos individuos sin escrúpulos amasan fortunas cuyos cimiento es el engaño, la trampa, el soborno, el crimen, el cohecho… estos sujetos sin moral—es decir sinvergüenzas—son los que, muchas veces, pagan a los trabajadores y se autocalifican de “empresarios”. 

Lo lamento por los auténticos emprendedores, pero aquellos sinvergüenzas abundan entre el empresariado y nadie habla de “reformas estructurales en el ámbito empresarial”. 

Por todo lo anterior, entiendo que las cacareadas “reformas estructurales” no hay que aplicarlas a los escasos y bien merecidos derechos de los trabajadores, sino a ese sector empresarial especulativo, subvencionado, comodón y golfo que tanto lastra nuestra economía y daña al verdadero tejido productivo: las microempresas y los autónomos.

El morro de gran parte de los empresarios españoles es incalculable