jueves. 28.03.2024

¡Es la lucha de clases… estúpidos!

Si Bill Clinton, durante sus campañas electorales, aplicó la consigna “¡es la economía, estúpidos!”, hoy, la mayoría de los ciudadanos españoles deberían escribir en la cabecera de su cama...

Si Bill Clinton, durante sus campañas electorales, aplicó la consigna “¡es la economía, estúpidos!”, hoy, la mayoría de los ciudadanos españoles deberían escribir en la cabecera de su cama “¡es la lucha de clases, estúpidos!”.

Y digo la mayoría dado que, al menos, el 60% de los españoles percibe remuneraciones por debajo de los mil euros al mes para que los multimillonarios sean cada día más ricos y paguen menos impuestos. 

Pero, desgraciadamente, la derecha neocon invierte miles de millones para manipular a la ciudadanía anulando su pensamiento crítico o, simplemente, su pensamiento. 

Así, una de las más sangrantes tomaduras de pelo consiste en hacer creer que “todos defendemos idénticos intereses” ya que “hoy en día no puede hablarse de ricos o pobres” pues “la lucha de clases es algo del pasado”, etc. 

Según esto, el presidente de la patronal y el pinche del bar, el banquero y la señora de la limpieza, el constructor especulador y el chofer del bus… todos viven en una arcadia donde desaparecieron los intereses contrapuestos y quien alegue lo contrario es un frustrado, un mediocre, un envidioso y, por supuesto, “un progresista trasnochado que ladra su rencor por las esquinas”. 

Tras repetirlo miles de veces, el engaño suele funcionar y muchos ciudadanos acaban creyendo que la lucha de clases (o sea, los intereses contrapuestos) es algo “obsoleto” y propio de fracasados “incapaces de forjar su propio destino en una sociedad libre”. 

Entonces, curiosamente, la gran patronal comienza a reclamar que los empleados trabajen más horas y por un sueldos más bajos. También exigen rebajas fiscales “para que no se incremente el gasto público”. Incremento que, milagrosamente, no se produciría cuando las ayudas se dirigieran a ellos. 

Y, doloroso es reconocerlo, con su estafadora utilización del lenguaje, los neocon nos han tomado varios cuerpos de ventaja. Aquello que los beneficia—aunque perjudique a los trabajadores—se asocia con palabras agradables: bajar los sueldos no es bajar los sueldos, sino “moderación” salarial. Por el contrario, las retribuciones obscenas de los directivos son “incentivos a la producción”. En la misma línea, los derechos consolidados de los trabajadores se motejan de “rigideces” mientras que la ausencia de derechos se etiqueta de “flexibilidad”, “modernización” o “dinamización del mercado”. Los impuestos, lejos de constituir un mecanismo de redistribución y justicia social, se transforman en “presión” fiscal… 

Los ejemplos serían numerosos y, por desgracia, resultan muy efectivos en el plan de eclipsar una realidad flagrante: la lucha de clases (los intereses contrapuestos entre sectores sociales) como algo existente, actual y tangible. Los necon han sabido endulzar sus aviesas mentiras, nosotros no hemos sido capaces, por el momento, de transmitir esta palpitante evidencia. 

Por ello, en España ha fraguado el cruel engrudo del ideario neocon. Aunque, en cierta medida, es lógico. Somos un país con mente de hidalgo que pasea su “dignidad”… y sus tripas vacías. La mayoría, pomposamente, se autocalifica de “clase media” cuando esto es un engaño maquinado desde arriba… ¡la mayoría de los españoles son o-bre-ros, tra-ba-ja-do-res! Guste o no guste. Pero así es. 

Y mientras esa mayoría no reconozca su realidad (“tomar conciencia de clase”, se decía antes) y comience a actuar en consecuencia, el fruto de su trabajo engordará cada día más las arcas de los millonarios. Dicho de otro modo, las dificultades para llegar a fin de mes, afrontar los gastos escolares, de vivienda, de transporte, etc, son la consecuencia de los regales fiscales a los ricos (perdón, me habían dicho que ya no existen), supresión de impuestos, fraude fiscal, “flexibilidad” laboral… 

En conclusión, ¡es la lucha de clase, estúpidos!, y mientras se camine con ínfulas de noble arruinado o “clase media” a la mayoría le seguirán robando la cartera mientras le palmean la espalda. Las carcajadas de los sectores sociales altos ya no se escucharán. Se disimulan. De momento.

¡Es la lucha de clases… estúpidos!