viernes. 29.03.2024

Colombia. Once personas muertas por violencia policial

Lo sucedido estos días de septiembre en Bogotá es muy triste y doloroso, porque no es una película, ni de gánsteres, ni un espagueti western, ni una que se haga eco de las numerosas guerras que violentan el planeta. No es ciencia ficción, no. Es la puta y pura realidad de un país que parece que tiene en sus fuerzas del “orden” y la “seguridad” el peor enemigo del pueblo.

Es la historia repetida de un territorio harto de violencia y de que sea inocente la sangre derramada, ya venga de falsos positivos, de guerras encubiertas, de desplazamientos forzados o de “homicidios colectivos”. Para mas inri, el 9 de septiembre se celebra el día nacional por los derechos humanos en honor del cura jesuita Pedro Claver. Unos derechos que han vuelto a ser pisoteados.

Ahora no sirven eufemismos, ¿como van a llamar a estos crímenes? No sirven metáforas ni ninguna otra figura retórica que lo único que buscan es intentar voltear la tortilla para hablar solamente de vandalismo, tal como se le ocurre al ministro de Defensa (del que por cierto hay campaña en las redes pidiendo su dimisión). Lo acaecido son asesinatos, ni más ni menos. Crímenes de Estado, sí, porque han sido cometidos por obra y gracia de la violencia policial, de quienes están uniformados y representan, o eso se supone, la ley y el orden.

El Gobierno dice que no se puede generalizar al hablar de la policía y del ejército y decir que todos son malos, son “solamente unas manzanas podridas”, pero ¿por qué no aplica la misma medida a la ciudadanía a la que debe proteger? Porque si una parte de esa ciudadanía (a investigar si esa fracción no está financiada y animada por poderes ocultos, vean este video) se toma la justicia por su mano, es que toda la población es vandálica y no respeta lo público. El valor del mobiliario y de la propiedad privada por encima del valor de la vida humana, de los derechos y las libertades públicas.

La respuesta ciudadana viene motivada por la acción violenta y desproporcionada de unos policías engreídos de poder y criminales en potencia que acaban con la vida de un ciudadano indefenso. Da igual la profesión que ejerciera o la formación que tuviera, no importa si estaba ebrio o solamente se estaba divirtiendo con sus amigos, era un ser humano inocente al que asesinaron a golpes, físicos y eléctricos.

En la noche siguiente, la policía continuó con sus prácticas de tiro ilegales y desmedidas disparando a diestro y siniestro como si asaltaran un poblado del salvaje oeste (vean un video que lo muestra). ¿Qué fuerzas del orden son esas? Son las fuerzas del miedo y la represión. Según el informe Silencio oficial de la ONG Temblores, son treinta y cuatro las personas asesinadas por acciones del escuadrón especial de la policía (Esmad) entre 1999 y 2019.

Los resultados de las acciones policiales en estos días son once personas asesinadas. Además del fallecimiento de Javier Ordoñez, siete personas muertas en Bogotá: Julieth Ramírez Mesa (18 años), Jaider Alexander Fonseca (17), Germán Smith Fuentes (25), Julián Mauricio González (27), Andrés Felipe Rodríguez (23), Angie Paola Baquero (19) y Fredy Alexander Mahecha (20); y tres en Soacha: Cristian Hernández Yara (27), Cristian Meneses (27) y Marcela Zúñiga (36); y más de sesenta heridas como consecuencia de los disparos indiscriminados de un grupo de policías motorizados que abusaron de su poder.

Las autoridades se quedan con el vandalismo ejercido por unos pocos, para nada justificable, con los buses quemados, los puestos de policía incendiados y las tiendas y negocios asaltados. Y los medios masivos de difusión de noticias, salvo raras y honrosas excepciones que siempre las hay, le siguen el discurso y criminalizan a toda la ciudadanía en lugar de buscar ese material invaluable que circula por las redes y preguntarse qué está pasando, quién está detrás de estos actos violentos y hasta cuándo va a seguir la guerra contra la población inocente de este país; ya sean mujeres, jóvenes, campesinos, indígenas, gais, transexuales, afros, líderes sociales o defensoras de derechos. Se supone que todas y todos ellos ciudadanas y ciudadanos con los mismos derechos según la Constitución Política de 1991.

Uno de los puestos de policía reconvertido en biblioteca popular (imagen que circula por las redes virtuales)

La mayoría de la gente de este país solamente quiere paz, educación, salud y justicia social. Y lo demuestran convirtiendo rápidamente alguna de esas estaciones de policía en bibliotecas públicas para todas.

Por desgracia, y como decía en mi anterior entrada, han pasado solamente unos días y hay que volver a gritar ¡basta ya!

Colombia. Once personas muertas por violencia policial