viernes. 29.03.2024

Terminó la hora de los jueces, es tiempo de la política

marchena

A pesar de que se la representa con los ojos vendados, la Justicia, los jueces y tribunales, no pueden ser ciegos, ni sordos, ni desconocedores o insensibles a la realidad social en la que se enmarcan los hechos que juzgan. El art. 3.1. del Código Civil es clarísimo al respecto: “Las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas…”.

No tengo la formación jurídica para valorar técnicamente la sentencia del Tribunal Supremo, pero sí el sentido común y democrático para comprender que la misma no va a ayudar a resolver el grave conflicto político y social existente en Cataluña. Y parece obvio que la aplicación del derecho no puede empeorar la realidad preexistente.

La actitud del presidente del tribunal, el juez Marchena, que ha sido escrupulosamente respetuoso y muy profesional con el desarrollo del juicio y de todo el procedimiento o la presencia y el acuerdo de jueces que me merecen el mayor respeto como es el caso de Ana Ferrer, es sin duda una garantía formal para los acusados. Hay que reconocerlo y valorarlo, pero ni mucho menos es suficiente.

Como tampoco es razonable el mantenimiento en prisión provisional de la mayoría de los acusados, cerca ya de dos años.

No se puede entender la inhabilitación absoluta a Oriol Junqueras, es decir su muerte política, siendo como es un interlocutor necesario para la paulatina normalización de Cataluña

Es cierto que a la derecha política, mediática y judicial la sentencia les ha parecido muy poco, muy blanda. Apostaban por una condena por rebelión, al igual que los Fiscales, y por penas aún mucho más elevadas. Efectivamente el Tribunal, de las 3 opciones posibles, absolución, delito de sedición y delito de rebelión, ha optado por una formula intermedia, que siendo mucho mejor, tampoco es satisfactoria. Como tampoco se puede entender la inhabilitación absoluta a Oriol Junqueras, es decir su muerte política, siendo como es un interlocutor necesario para la paulatina normalización de Cataluña.

Sin duda el papel del Tribunal, una vez puesto en marcha el proceso, no ha sido fácil. Han tenido que lidiar con la incompetencia política en su día del gobierno de Rajoy y después con la parálisis del gobierno de Pedro Sánchez, que ni siquiera se atrevió a trasladar otros criterios más moderados a la Fiscalía General del Estado.

La judicialización de un problema político, el derivar a la judicatura lo que los gobiernos no han sabido o querido encauzar, dejaba poco margen de actuación al Tribunal Supremo, pero alguno sí que quedaba, aun obviando la absolución, como podía haber sido la libertad provisional de los procesados o la aplicación de las penas mínimas de entre las posibles.

Es verdad que el Tribunal ha dejado la puerta abierta a una próxima atenuación del cumplimiento estricto de la pena, en lugar de mantenerlos dentro de la cárcel las 24 horas del día, aunque aún no sabemos cómo se aplicará esa posibilidad y si como algunos de la derecha dicen, Oriol Junqueras y sus compañeros podrán comer el turrón en sus casas esta Navidad.

La situación en Cataluña se va a agravar, más allá de que las protestas en la calle duren más o menos, sean más o menos masivas y se produzcan desórdenes más o menos virulentos

En resumen, sí, aun podía haber sido peor, pero eso no es un consuelo, porque de momento la situación en Cataluña se va a agravar, más allá de que las protestas en la calle duren más o menos, sean más o menos masivas y se produzcan desórdenes más o menos virulentos.  

Ahora la responsabilidad recae exclusivamente en el gobierno y en los partidos políticos. Las primeras reacciones del PP y Ciudadanos eran las previsibles. Mas preocupante resulta la del Presidente del Gobierno, que lo ha hecho mirando fundamentalmente a la derecha, con ninguna empatía hacia la numerosa población independentista de Cataluña, temiendo efectos negativos para el PSOE en las próximas elecciones y olvidando que buena parte de la izquierda no está de acuerdo con la sentencia y mucho menos con la actitud del gobierno socialista desde el pasado mes de enero, cuando la derecha se le echó encima por entrevistarse en Cataluña con el gobierno de la Generalitat.

La reacción del independentismo también era la esperada. Van a ser semanas de gran tensión, de palabras gruesas especialmente de Torra y Puigdemont, supongo que convocaran una gran manifestación en los próximos días. Pero antes o después deberán comprender que están en un callejón sin salida. Tienen que cambiar su estrategia y abrir una vía de negociación con el gobierno de España para resolver el conflicto en el marco de la actual Constitución o de una posible reforma constitucional. Lo que no puede ser es que Cataluña siga en una tremenda inestabilidad política y económica y en una evidente fractura social.

Terminó la hora de los jueces, ahora esperamos la hora del Gobierno y de los partidos políticos.

Terminó la hora de los jueces, es tiempo de la política