viernes. 19.04.2024

¿Quién no conocía a Ignacio González?

Tuve ocasión de conocer a Ignacio González en febrero del año 2000. Él era Secretario de Estado de Administraciones Públicas y yo Director General del IMSERSO...

aguirre gonzalez

Esperanza, no nos pongas cara de póker, que tu sabías desde el principio lo que hacían tus manos derechas y…si no lo sabías todavía peor, porque reflejaría tu absoluta incapacidad para asumir un puesto de responsabilidad

Tuve ocasión de conocer a Ignacio González en febrero del año 2000. Él era Secretario de Estado de Administraciones Públicas y yo Director General del IMSERSO. En los primeros días de ese mes se habían producido unos terribles disturbios xenófobos y racistas en El Ejido (Almería), contra la numerosísima población inmigrante. El motivo fue la reacción ante el asesinato de una chica española por parte de un inmigrante. Hubo incendios, apaleamientos y bastantes heridos entre la población inmigrante, que obligó a desplazar nada menos que 500 policías y guardias civiles a esa localidad.

Pronto quedaron de manifiesto las indignas condiciones de vida y trabajo de la inmensa mayoría de los miles de inmigrantes que allí estaban. La población española y las autoridades locales exigieron la marcha o al menos una reducción muy sensible de la inmigración (lo decían por cierto con la boca pequeña, pues a ver quienes iban a trabajar en los invernaderos sino era la población inmigrante). El gobierno de Aznar decidió intervenir para bajar la tensión y nos encargó al IMSERSO, a Cruz Roja, Andalucía Acoge y alguna otra ONG que buscáramos soluciones.

Nos pusimos a ello de forma inmediata y prioritaria. Como Aznar ya no se fiaba del Ministro de Trabajo, Manuel Pimentel, (de quien dependía el IMSERSO), nos colocó de comisario político a Ignacio González. Esta designación no solo puenteaba a Pimentel, sino también a la Secretaría de Asuntos Sociales, Amalia Gómez, medio sevillana medio murciana, que conocía muy bien la problemática inmigratoria del poniente almeriense, con una clara sensibilidad social y una probada buena relación con las ONGs del ámbito de la inmigración.

Ignacio González desembarcó en la comisión de trabajo que habíamos montado como un elefante en una cacharrería, exigiendo soluciones inmediatas y eso sí sin poner una financiación complementaria. El personal del IMSERSO dando muestras, una vez más, de sus profesionalidad y calidad humana, se volcaron para gestionar una respuesta inmediata habitacional y de mejora de las condiciones de vida. Cruz Roja, con su gran experiencia creó un operativo eficaz y diseñó una serie de medidas de intervención rápida.

Al principio nos reuníamos todas las tardes para hacer un seguimiento puntual de todas las actuaciones. González se comportaba de manera autoritaria, exigiendo que se solucionaran en días problemas que se venían arrastrando desde hacía años. Incluso en su burdo desconocimiento de las cosas nos propuso trasladar inmigrantes desde El Ejido a Huelva o a Jaén, para tener en lugar de uno, dos o tres focos de tensión. Su trato con Cruz Roja y las ONGS era igualmente de ordeno y mando, mientras Amalia Gómez y yo intentábamos calmar el creciente malestar de estas, que en más de una ocasión estuvieron a punto de mandar a paseo al irresponsable gubernamental.

Ignacio solo quería resultados para capitalizarlos políticamente en su curriculum y en en el de su ministro Ángel Acebes, sin duda más educado, pero también con rasgos autoritarios en cuanto las cosas no salían como él quería o a la velocidad que había imaginado. Poco a poco se fueron encauzando los problemas gracias al trabajo ímprobo del personal del IMSERSO y de Cruz Roja, Andalucía Acoge…  

Durante meses las frecuentes reuniones con Ignacio González fueron una cruz, que afortunadamente terminó cuando en junio de ese año Amalia Gómez y yo, presentamos nuestra dimisión al nuevo gobierno de Aznar. Para más inri, Aznar premió a González nombrándole en el año 2002 nada menos que Delegado del Gobierno para la Extranjería e Inmigración, cuyo desempeño seguro que aún recuerdan con pavor el movimiento asociativo de los inmigrantes y de las ONGS españolas de trabajo solidario.

Por eso y aun admitiendo la presunción de inocencia a la que todos tienen derecho, me cuesta mucho no creerme lo que está surgiendo en estos días en relación a Ignacio Gonzalez. Y para empezar me resulta sorprendente que una empresa pública de actividad muy vinculada a la prestación de un servicio a la población de un territorio, como es el Canal de Isabel II, se dedicara a hacer negocios en otros países, con compras de empresas y otras inversiones al menos oscuras. ¿Pero qué concepto tienen estos personajes de lo que debe ser una empresa de servicios públicos?

Y aún más sorprendente es lo que está diciendo Esperanza Aguirre de que ella no sabía nada de lo que estaban haciendo sus diversos y sucesivos hombres de confianza. ¿A quién quiere engañar Aguirre? Cualquiera que haya tenido un puesto de cierta responsabilidad en el sector privado y mucho más aún en las administraciones públicas sabe de sobra y lo ha experimentado en su propia piel, que al poco de tomar posesión de un cargo hay numerosas fórmulas de enterarse de lo que se cuece a su alrededor. Fórmulas ordinarias (inspección, intervención del Estado, abogacía del Estado, informes periódicos de gestión, evaluación de resultados…etc.) y también mecanismos “peculiares”, como son lo que vienen a contarte unos y otros de fulanito y menganito, por no hablar de lo que cuentan o denuncian los Sindicatos o los representantes de los trabajadores.

Al menos en mi caso, las tres experiencias de responsabilidad pública que he tenido en mi vida, a las pocas semanas ya estaba al tanto del terreno en el que me movía. Claro que resulta mucho más cómodo no revolver las cosas y no darse por enterado. También en mi caso, uno de los problemas más serios, desagradables y tensos que tuve, fue precisamente por el cese de un responsable que no cumplía adecuadamente con sus obligaciones gestoras; estuve en un tris de que me llevara por delante. 

Así que Esperanza no nos pongas cara de póker, que tu sabías desde el principio lo que hacían tus manos derechas y…si no lo sabías todavía peor, porque reflejaría tu absoluta incapacidad para asumir un puesto de responsabilidad. 

¿Quién no conocía a Ignacio González?