viernes. 19.04.2024

Desde el Puente de Vallecas

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Vivo en el Puente de Vallecas, uno de los tres barrios de Madrid que desde hoy 21 de septiembre esta nuevamente confinado. Como a la inmensa mayoría de la ciudadanía, se me acumulan las dudas e interrogantes sobre cómo comportarse y sobre todo acerca de la idoneidad de las medidas aprobadas por el gobierno de la Comunidad de Madrid.

Lo cierto es que hoy la Plaza Vieja de Vallecas y el bulevar estaban desiertos y Mercadona a las 11 de la mañana casi vacío, como la mayoría de los puestos del Mercado. Supongo que todas esas gentes que convierten mi barrio y sus tiendas y bares en un lugar lleno de vida, están ahora metidos en su casa, conviviendo en unos pocos metros cuadrados con familiares o amigos. 

He pasado el domingo dando vueltas a como arreglármelas para ir a las diversas consultas médicas que tengo en estas dos próximas semanas fuera del barrio, algunas pedidas hace meses y de las que no tengo justificante alguno. O cómo justificar las reuniones previstas en el Consejo Económico y Social, para las que he pedido una citación acreditativa. Es muy posible que no pueda ir este otoño a la Sierra de Gredos a disfrutar del otoño. Y no sé si me perderé la primera ópera de esta temporada el día 4 de octubre o tendré que anular una visita a Medina Azahara que tenía organizada a mediados de octubre. 

No quiero quejarme en exceso porque al fin y al cabo soy un jubilado privilegiado y tengo la casa llena de libros, comics, cds de música, películas, series, etc. y hay quien me visita sin problemas. Mucho peor está mi asistenta, que más de cuatro meses después de haber presentado la solicitud de cobro de la prestación de empleadas de hogar, todavía el SEPE ni le ha pagado ni le ha dicho nada de nada, lo mismo que a su marido, carpintero en paro durante los meses del estado de alarma, que tampoco ha recibido la prestación especial de desempleo. 

No voy a caer en la fácil demagogia de echarle la culpa exclusivamente a la nefasta gestión política, económica y social, del gobierno autonómico del PP y Ciudadanos. Hay otras muchas ciudades y territorios con gobiernos de otro signo político, que están asoladas por el incremento de los contagios. 

Hay mucha gente que dudamos de este confinamiento formal, cuando decenas y decenas de miles de personas van a salir todos los días de esos barrios para ir a trabajar a otros lugares, además utilizando medios de transporte público

Es verdad que los barrios confinados son los que mayor proporción relativa tienen de contagios y que algo había que hacer. Pero en lugar de preguntarse por las causas de esa realidad en los barrios más modestos, han cortado por lo sano: confinamiento. Lógicamente hay mucha gente que dudamos de ese confinamiento formal, cuando decenas y decenas de miles de personas van a salir todos los días de esos barrios para ir a trabajar a otros lugares, además utilizando medios de transporte público. 

El problema es que nuestro gobierno estatal y los gobiernos autonómicos y locales no saben qué hacer, están desbordados y desconcertados. Como también lo están los de la mayoría de los países desarrollados de nuestro entorno. Y en lugar de reconocer ante la ciudadanía su desconocimiento y desconcierto, van dando tumbos y adoptando medidas confusas y sin suficiente explicación a la gente afectada. Con una diferencia importante: nuestras carencias en política social, sanitaria y sobre todo de servicios sociales, o las debilidades de nuestro modelo educativo y por supuesto las condiciones de buena parte de las viviendas de los barrios obreros o con mucha población emigrante, son muy distintas a la realidad existente en Francia, Alemania o los países nórdicos. 

Personalmente me resulta desconcertante el retraimiento del gobierno de Pedro Sánchez durante los meses de verano. Ha dado la impresión de que hartos de la actitud miserable de la dirección del PP, y de Pablo Casado en especial, han dicho a los gobiernos autonómicos y locales, “allá os lo apañéis vosotros”. Y ahora, ante la magnitud de la nueva oleada, parece que vuelven a regañadientes, cuando se lo pidan. 

En nuestro país parecía que habíamos asumido la urgencia de superar esas carencias, pero no hemos aprovechado la cierta tregua que desde finales de mayo a finales de agosto nos dio la pandemia. No se han incrementado por procedimiento de urgencia los recursos humanos y materiales para hacer frente a la segunda o tercera ola de contagios en la atención primaria y hospitalaria, no se han reforzado rápidamente el personal de las instituciones responsables de la gestión de las nuevas prestaciones económicas (mejor no hablar del fiasco de la aplicación del ingreso mínimo vital) y por supuesto se han vuelto a olvidar de las precarias condiciones de las residencias de mayores.

Que va. Hemos estado muy entretenidos con la fuga del rey emérito, con las barbaridades que dice y escribe Cayetana Álvarez de Toledo, deshojando la margarita de si pactar con Ciudadanos o con los nacionalistas, la increíble metedura de pata de la Ministra de Hacienda con la utilización de los remanentes de las Corporaciones Locales, la imputación del piadoso ex ministro del Interior del PP, las vacaciones de Pedro Sánchez o del doctor Simón o el enloquecimiento de Miguel Bose. Y nos ha vuelto a pillar la pandemia, a la vez que se aleja la ilusión de disponer pronto de la vacuna. 

Esperemos que, en los próximos días y semanas, los gobiernos del estado, autonómicos y locales, aprueben medidas que sean más realistas y eficaces y desde luego mucho, mucho más, que esos “espacios de encuentro” acordados por Pedro Sánchez e Isabel Diaz Ayuso.

Desde el Puente de Vallecas