jueves. 28.03.2024

La estrategia de la tensión de esta derecha

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Una sociedad democrática, educada, mínimamente culta y moderna, no puede traspasar determinados limites y muy en especial el insulto y la descalificación personal

Vox, PP y Ciudadanos tienen todo el derecho a manifestarse contra las políticas del gobierno de Pedro Sánchez. La izquierda política y social hemos salido a la calle con cierta frecuencia frente a las políticas de la derecha y en el futuro, si llega el caso, lo seguiremos haciendo.

Pero más allá del derecho constitucional de manifestación, lo que no resulta admisible es la estrategia de la tensión que están siguiendo los máximos dirigentes de la oposición, con el apoyo de buena parte de los medios de comunicación. Es posible que algunos estén creyendo que España es Venezuela y Madrid es Caracas y pretendan repetir el mismo camino que la oposición al gobierno de Maduro.

En la lucha política se pueden utilizar criticas severas frente a las medidas de un gobierno, incluyendo reiteradas exigencias de dimisión y de convocatoria de elecciones. Sin embargo, una sociedad democrática, educada, mínimamente culta, moderna, no puede traspasar determinados limites y muy en especial el insulto y la descalificación personal. Ya hace unas semanas, en otro artículo titulado “¿A dónde va esta derecha?” (25.10.2018), señalé mi rechazo a la agresividad de los dirigentes del PP y Ciudadanos. Esa virulencia ha ido escalando peldaños en los últimos días.

Nunca en la historia de nuestra democracia se había llegado a tales extremos, al lado de lo que ahora dicen Casado y Rivera, el “váyase Sr. González” de José María Aznar (que inauguró esa estrategia de la tensión a principios de los años 90) parece una pelea infantil.

La sociedad española, tras casi 40 años de dictadura, una terrible guerra civil y una larga historia de enfrentamientos diversos, en 1977 optó en su inmensa mayoría por la moderación, el dialogo, el entendimiento, el consenso… y el resultado de logros conseguidos no tiene discusión. Pero ese camino de progreso puede ser desandado, si una parte de la clase política y de los medios de comunicación se empeñan en la estrategia de la tensión.

No es bueno para nadie destapar la caja de los truenos de la intolerancia, del insulto, de la descalificación de las personas. Hemos visto ya en Cataluña la gravísima fractura social que se ha producido, con rupturas en las familias, las amistades, en el trabajo o en el ocio, en este caso por la ofensiva independentista, azuzada por la pasividad política de los gobiernos del PP y el intrusismo del poder judicial.

Cualquiera que vea y oiga programas de radio y televisión comprobará que se está generando una evidente fractura social en el conjunto de la sociedad española, alimentada irresponsablemente por presentadores y tertulianos.

Y, por si fuera poco, la vieja guardia socialista (vergonzosas burlas de Alfonso Guerra) y algunos barones territoriales se han sumado con mayor o menor empuje a la descalificación de Pedro Sánchez,

No ocultaré mi sorpresa ante la propuesta de un relator o algo por estilo en las futuras conversaciones de la mesa de partidos en Cataluña. Es una iniciativa novedosa, que puede fracasar o puede dar juego, pero que no tiene nada que ver con supuestas rendiciones, traiciones o concesiones. Cualquiera que se haya movido en el ámbito de las relaciones laborales, conoce la utilización de figuras similares cuando un conflicto aparece muy enquistado y cómo las partes admiten esa fórmula sin hacer aspavientos. Es posible que hubiera sido bueno que Pedro Sánchez hubiera informado o consultado previamente a la amplia dirección del PSOE, para desactivar maniobras y blindar su propuesta, pero bueno, tampoco Felipe Gonzalez consultaba mucho y nadie le tosía.

Esta claro que Pedro Sánchez ha decidido explorar diversos caminos para intentar reconducir a la esfera política el conflicto catalán. Es evidente que el éxito de ese empeño en buena medida no depende de él y que los independentistas no ayudan para nada. Pedro Sánchez puede fracasar, pero lo que sí esta comprobadísimo es que la vía de Rajoy no solo fue un desastre, sino que alimentó día a día las filas del independentismo.

¿Qué quieren Casado y Rivera? ¿El estado de excepción en Cataluña por tiempo indefinido? ¿A dónde nos llevaría? Incluso ¿qué efectos tendría en un País Vasco en pleno camino de la normalización? ¿Han evaluado los think tanks de la derecha que asesoran al PP y a Ciudadanos, cual sería el escenario político, económico y social de una intervención drástica en Cataluña y de rebote en el Pais Vasco?

En cualquier caso, Casado y Rivera aun no han explicado como van a solucionar el conflicto catalán más allá de insultos, palabras huecas y grandilocuentes.  

En el Congreso de los Diputados caben los debates sobre cualquier propuesta, con firmeza, con claridad, sin rodeos. Lo único que no cabe es seguir por el camino enloquecido de la estrategia de la tensión.  

La estrategia de la tensión de esta derecha