viernes. 29.03.2024

La banalidad de los debates públicos

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Buena parte de los “grandes temas”, que han estado ocupando los debates en la mayoría de los medios de comunicación audiovisual en las últimas semanas, han sido de una banalidad indudable: desde el piso de un cargo público, la misa de los domingos en la 2 de TVE, el boicot al consumo de Coca Cola en las Cortes, los twists de Casandra, las peripecias amorosas del rey Juan Carlos, o como rebautizamos a un parque madrileño, etc. todo ello ciñéndonos a los programas de noticias y debates, olvidándonos de los espacios basura.  

Resulta sorprendente que estas cuestiones ocupen más de 1 minuto en los medios de comunicación. Sorprendente porque sus destinatarios son los hombres y mujeres de las generaciones más cultas, mejor formadas e informadas de nuestra historia.

Es cierto que otros temas de mayor calibre también están presentes, pero de una u otra forma se contagian del tono banal o superficial, como ocurre en programas punteros de la Sexta, “Al rojo vivo” o “El objetivo” que dirige Ana Pastor. El único programa que intenta rehuir de esas coordenadas es el de “La noche en 24 horas” de TVE, aunque se ve lastrado por el sesgo político de sus intervinientes, mayoritariamente conservadores. La banalización del periódico “El País”, que ha ido creciendo en los últimos años de la mano de su progresiva derechización, es otro claro exponente de ese proceso. Aquella parte de la prensa digital que procura evitar la banalización y promueve una información seria, sigue siendo muy minoritaria y a menudo adolece de un fuerte alineamiento político-ideológico, que dificulta un riguroso debate político y el oportuno contraste de opiniones diferentes.

Sin embargo, mientras esto sucede, la sociedad española necesita con urgencia debatir y definir cuestiones decisivas para su futuro a corto y medio plazo.  Estamos saliendo de la crisis y esto parece suficiente para tranquilizar a la opinión pública, cuando resulta imprescindible debatir y clarificar al menos dos cuestiones: ¿Cuáles son los daños económicos y sociales que han causado en el desarrollo de los sistemas básicos de protección social y de igualdad de oportunidades, de equipamientos e infraestructuras? Y en consecuencia ¿Cuál es el horizonte temporal para reparar esos daños? Y de cara al futuro ¿Queremos mantener el mismo modelo productivo o queremos cambiarlo? Y en el caso de que busquemos cambiarlo ¿Cuáles son las bases de un nuevo modelo productivo?

El mundo actual y el de los próximos años se está moviendo a una gran velocidad y tras los cascotes y ruinas que ha dejado en el sistema capitalista la mayor crisis que este ha conocido, hay una profunda reestructuración en diversos planos: financiero, de medios de producción, tecnológico, de comunicación, de energía, de transportes, etc. con profundas tensiones en la lucha por mejorar la competitividad, controlar los mercados, las redes comerciales y las materias primas, redistribuir de otra manera el poder entre las naciones y los bloques…. Está surgiendo un nuevo capitalismo, donde paradójicamente sus dos grandes protagonistas son una China con partido único de simbología comunista y unos Estados Unidos convulso por la aparición de un nuevo proteccionismo. Un nuevo capitalismo en donde la Unión Europea se encuentra dividida y descolocada, Rusia intenta sacar pecho, los países emergentes se defienden para no ser arrollados y buena parte de Asia, África y América Latina buscan las migajas.

Y ¿España qué? ¿Nos conformamos con el turismo (que no es poca cosa), la recuperación de la construcción en sus diversas vertientes, un amplísimo minifundio empresarial con un protagonismo de actividades relacionadas con la hostelería, el ocio y la búsqueda de la belleza o similares? ¿Nos conformamos con tener en la “marca España” diez o doce grandes empresas de expansión espectacular en España y en numerosos países del mundo, pero cuyos empleos, beneficios y desde luego impuestos, cada día están más alejados de nuestro país, aunque de vez en cuando alguno de esos grandes patronos tenga un gesto filantrópico hacia sus conciudadanos?

¿Nos hemos preguntado qué lugar cuantitativo y cualitativo queremos ocupar en la división del trabajo del nuevo capitalismo? ¿Nos hemos preguntado cómo vamos a impulsar la modernización de nuestro tejido industrial o la mayor concentración de las pequeñas empresas? ¿Cuál son las exigencias formativas para los y las trabajadoras de ese nuevo capitalismo? ¿Cuál debe ser el peso de la I+D+I en el conjunto de nuestro gasto público? ¿Qué modelo energético queremos y necesitamos? ¿Qué vamos a hacer con la actividad agropecuaria en un país con evidentes posibilidades, pero mal aprovechadas? ¿Cuál va a ser nuestro papel en el imprescindible relanzamiento político de la Unión Europea? ¿Cuál nuestra relación con China y la India?

No sé si estas preguntas se las están haciendo en el gobierno del PP o los tres candidatos a la Secretaria General del PSOE; y desde luego tengo serias dudas de que Pablo Iglesias y su equipo actual estén en esa onda de reflexión; en cuanto a Ciudadanos, da un poco lo mismo, porque ya verán por donde sopla el viento de la correlación de fuerzas y entonces se posicionaran; y en lo que se refiere a los nacionalistas, para los catalanes es también irrelevante teniendo metas más sublimes y milagrosas y posiblemente el PNV sí tiene presente esos retos  futuros, al menos eso es lo que suele transmitir el Lendakari Urkullu.

Lo malo es que todo el espacio que no ocupemos, como en la física, otros nos lo ocuparán y otros decidirán por nosotros. Ya sea en Wall Street, en Pekín o en Berlín.

La ciudadanía tenemos el derecho y el deber de exigir a los medios de comunicación y a nuestros representantes políticos que se dejen de banalidades y trivialidades y afronten de una vez los debates sobre las opciones de futuro de nuestro país.

La banalidad de los debates públicos