jueves. 28.03.2024

Política y personajes políticos

Muchos de nosotros asistimos preocupados en las últimas décadas  a una sucesión de personajes políticos grotescos que ocupan cargos políticos extraordinariamente importantes para países y ciudadanos. Sus comportamientos y decisiones no se quedan en balandronadas, sino que se trasladan, muchas de ellas, a decisiones y ejecuciones en materia de gobierno. No es novedoso, desde luego, recordemos a Calígula y su caballo, por poner un solo ejemplo de muchos otros casos.

Pienso que hay algunas diferencias, al igual que algunas coincidencias, con lo que está aconteciendo en las últimas décadas. La organización de los sistemas políticos anteriores a la contemporaneidad, eran mucho más arbitrarios en su esencia y por tanto estos comportamientos, siendo hoy rechazables, no contaban, al menos formalmente, con la aceptación de los súbditos, en la medida en que, precisamente, eran súbditos. Pero nos estamos refiriendo ahora a países con pueblos soberanos y regimenes aceptablemente democráticos. Dejamos fuera de este artículo a países actuales cuyo régimen dictatorial se puede asimilar a los antiguos y comporta los mismos condicionantes a los que nos hemos referido para ellos.

Los ciudadanos tenemos derecho a conocer de nuestros representantes todas las actividades que realizan en nuestra representación y en relación con las funciones para las que les hemos elegido

He aquí la primera diferencia importante. Las trasgresiones no son rechazadas por un sector amplio de los ciudadanos que en muchos casos siguen votando a estos personajes. Pudiendo expulsarles de la actividad política, no sólo no lo hacen sino que, en algunos casos, les jalean. A la vez muchos de estos ciudadanos se definen como apolíticos, denuncian la corrupción de los políticos y se sienten traicionados por ellos.

La actividad política, como actividad pública y al igual que otras actividades públicas, siempre ha atraído la atención de las gentes en general. Al igual que otras actividades, confluyen en ella unas características que la hacen atractivas para la curiosidad, el comentario, el interés social, y a eso se unen los comportamientos simbólicos, litúrgicos e incluso de espectáculo que facilita su rol social. Sin olvidar que, a diferencia de las otras actividades publicas, ésta lo es por su propia esencia, contenido, función y obligación.

Tenemos el ejemplo de los conocidos predicadores showman  y telepredicadores americanos. Atraer y mantener la atención de sus fieles es su objetivo para persuadirles de sus creencias. Es un fenómeno estudiado por la psicología y sociología de masas. El manejo de las emociones más primitivas, excitándolas y controlándolas adecuadamente, rinde grandes beneficios para los oficiantes.

Los ciudadanos tenemos derecho a conocer de nuestros representantes todas las actividades que realizan en nuestra representación y en relación con las funciones para las que les hemos elegido. La difusa y confusa frontera entre las actuaciones privadas y las públicas, pueden ser juzgadas o criticadas desde la moral, la ética, la estética y por la jurisdicción ordinaria y desde lo privado. Es posible que estos comportamientos privados, en la medida en que afecten exclusivamente a la privacidad, puedan además estar en contradicción con los valores por los que les hemos elegido y por los que nos representan. Pero para eso está tanto, en los casos de delitos, la justicia, como las elecciones periódicas, en el caso de comportamientos personales inadecuados que puedan estar en contradicción con los valores defendidos por el candidato y por su programa electoral.

Si todos estos instrumentos democráticos funcionan con eficacia, no debería de haber problemas. Los problemas surgen a partir de una manipulación perversa de estos conflictos y de las herramientas para resolverlos. La permisividad, la tolerancia y la justicia en los sistemas actuales, con algunos comportamientos y no con otros, ha conseguido normalizar situaciones políticamente patológicas. Por ejemplo el sucesivo y descarado incumplimiento de los programas presentados en elecciones, para llegar al gobierno, respecto al posterior desempeño del mismo. La tolerancia en posteriores procesos electorales de los electores con estos comportamientos ha frivolizado la vida política en su conjunto. Se inició así, hace tiempo, la degradación de la política por el comportamiento electoral de los propios electores. No nos quejemos de los políticos y empecemos  antes por analizar nuestro propio comportamiento como ciudadanos.

Han sabido captarnos con la habilidad del charlatán, vendedor de crecepelo de las ferias, y trasladarlo con la misma habilidad retórica al terreno de la política

Cabe también la posibilidad de que un sector de electores considere que la política es eso: degradación social y humana, la consideren síntesis de todas la miserias humanas y descarguen en ella sus propios defectos. Bien, sólo les pido que no pongan en marcha el ventilador para extender su caca. Pero lo ponen.

Toda esta situación ha permitido en los últimos tiempos el nacimiento de personajes estrambóticos que han conseguido dirigirnos en olor de multitudes. Para vergüenza de los que somos normales, en el buen sentido de la palabra normal, como diría el bueno de Machado, con nuestros defectos, nuestros pecados, nuestros miedos, nuestras cobardías, nuestras vergüenzas y nuestras miserias.

Han sabido captarnos con la habilidad del charlatán, vendedor de crecepelo de las ferias, y trasladarlo con la misma habilidad retórica al terreno de la política. Cuentan con el apoyo del “tonto” para ejecutar el viejo timo del tocomocho, con el “cebo” que anima a apostar y con el “descuidero” que nos roba la cartera en el corrillo del trilero.

Antes nos engañaban desde el pedestal elevado y solemne de los poderes. Desde los poderes establecidos: académicos, religiosos, institucionales, caciquiles, represivos. Estrados y púlpitos, togas y sotanas. Hoy, superado el analfabetismo y en democracia, lo hacen los mismos, desde la indiscutible con-formación de la teleopinión, masiva desinformación y modernos fake news. Distintos métodos pero los mismos objetivos.

La amnistía fiscal era una regularización fiscal, Y el rescate de la UE no era tal sino un préstamo. El perjurio es aceptado como estrategia legal de la defensa. Acusados, imputados, testigos, colaboradores necesarios, todos mienten con soltura y desparpajo y sin consecuencias. Se les perdona: lo hacen en defensa propia. No recuerdo, no lo sé, no me consta se repite hasta lo vomitivo. Sin consecuencias judiciales proporcionales a los efectos producidos y en la pérdida de confianza en una justicia injusta.

La verdad nos hace libres. No es ese el espíritu de nuestra época. Aceptamos más el de la verdad es un concepto muy sobrevalorado. La mentira es moral, jurídica y políticamente aceptable.

Ese mundo del espectáculo en la alta política se llena cada vez más de personajes del reality. Actores malos que siguen un guión escrito por sus gabinetes de comunicación, por sus coaching de la escenografía, por guionistas bien pagados por el verdadero beneficiario: el poder económico.

Para el casting contamos con un elenco amplio y variado de actores y actrices, principales y secundarios, extras y principiantes deseosos de encontrar un hueco en su carrera. No hace falta prepararse en el Actors Studio ni haber estudiado a fondo el método Stanislaski, con decir y hacer estupideces, sirve. Por si todavía no han caído les voy a dar algunas pistas propias y foráneas. Nixon, Tricky Dick; Putin, el atlético; Maduro y su pajarito; il Cavalieri y sus fiestones sexuales; Trump y el tele espectáculo de provocación;  Los Boris, el borrachin y el despeinao; el moderno socialismo monárquico coreano (aprende Pablo Iglesias. Y tú, Boris Johnson, ¿has visto qué corte de pelo?)

En nuestro espacio de confort  nos llega una fría corriente del golfo que ha contagiado a nuestros personajes destacados de la derecha española más tradicional. Debido a un Alzheimer precoz y en avanzado estado, nuestro ex Ministro del Interior no sabe nada de nada. A pesar de que un Ministro del Interior está para saber todo de todo. Los ministros se repartían propinillas en sobres indeclarables y Cospedal, Abogada del Estado por oposición, se trastabillaba con el finiquito en diferido. Nuestro bueno de Trillo, Auditor de la Armada, perdía y trastabillaba pruebas, en este caso mucho más dolorosas, de miembros de miembros de nuestras Fuerzas Armadas ( de las de verdad, no de las de Armada). Nuestro socarrón Mariano nos confundía con alcaldes y vecinos. En fin, nuestro querido y sincero emérito nos ha mentido, nos miente y, previsiblemente, lo seguirá haciendo.

Todo ello dentro de un espectáculo bochornoso, porque cuando queramos ir al circo compraremos la entrada, decidiendo distraernos, divertirnos, reírnos y aplaudir a profesionales que no nos engañan. Desde el principio nos recibirán con un ¡Cómo están ustedes!

                                                                                             

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