jueves. 28.03.2024

Hablemos de Venezuela

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Dada la tensión latente, es la más sensata la posición adoptada por la Unión Europea

Hablemos de Venezuela. Hablemos porque uno de nuestros países hermanos, donde residen aproximadamente 200.000 compatriotas, vive hoy en una revuelta constante que ha derivado en una suerte de bicefalia en el cargo de Jefe del Estado y del Gobierno, es decir, el Presidente de la República. No hay más que introducir el término “Presidente de Venezuela” en la enciclopedia global que es Google, para darnos cuenta de esta situación. Pero hablemos simplemente para aclarar y tratar de simplificar y entender un conflicto de un país democrático de una magnitud extraordinaria.

Venezuela está viviendo una crisis económica extrema que se advirtió desde el año 2012 y comenzó a acentuarse en el año 2014, coincidiendo con los inicios de Nicolás Maduro como Presidente de la República en el año 2013. No hablo como experto, ni como economista, ni advierto que lo sean la mayoría de los lectores de este texto, pero visto el análisis de los datos económicos como la descontrolada inflación, el elevado desempleo, la multiplicación constante de la deuda pública, que podrían dar lugar a un memento económico, pero que, desde luego, no son objeto de este texto, me llevan a pensar que no sólo la alocada gestión económica de Maduro, o la de los años finales de Chávez, son la causa de la situación actual, sino quizá esa dependencia extrema de algo tan volátil como la exportación de petróleo, que entonces llevó a Venezuela a ser uno de los países más ricos del mundo, y paradójicamente, le ha llevado a ser lo que es hoy.

No cabe duda de que la situación económica y de emergencia humanitaria ha situado a la población en contra del Gobierno, pero no debe ser ese el objeto de análisis de esa problemática bicéfala actual, pues es obvio que el mero cambio de gobierno no arreglará radicalmente la situación económica que vive el país. Tampoco es ágil ni apropiado entrar en el debate de si posicionarse del lado de la oposición conlleva un apoya implícito a Trump y a los Estados Unidos o si, lo contrario conlleva posicionarse del lado de Rusia y Putin. Esto va de otra cosa.

Maduro es un tirano, que emplea la legalidad a su propio interés y antojo, y eso es lo que verdaderamente urge a nivel democrático en Venezuela. No supo tragar con algo tan natural en una democracia como que la oposición ganara en 2015 las elecciones legislativas constituyendo una mayoría en la Asamblea Nacional, y a raíz de eso, ha creado estrategias para eludir un referéndum revocatorio, elemento absolutamente legítimo, negándose, por ejemplo, a reconocer a tres diputados indígenas, nombrando a su conveniencia a Magistrados del Tribunal Supremo cuando no le correspondía, que ha creado cuanto menos dudas en quien fiscaliza las elecciones en el país. Todo ello sin mencionar la encarcelación o huida al exilio de opositores, la falta de libertad de prensa, o algo tan esperpéntico como la creación de un parlamento paralelo, llamado Asamblea Nacional Constituyente, que sin ser un parlamento legítimo, es la que ha dado a Maduro un falso poder para convocar las últimas elecciones presidenciales que ganó recientemente.

Por otro lado, Juan Guaidó, simplemente se ha limitado a cumplir con la legalidad constitucional vigente, y en concreto con su art. 233, asumiendo la Presidencia de la República, como Presidente parlamentario que es, al existir un vacío en el cargo de la Jefatura del Estado, pues no puede ser Presidente legítimo, quien ha convocado unas elecciones, facultado por un parlamento paralelo a la Asamblea Nacional, que no puede ser fuente de soberanía nacional.

Así las cosas, dada la tensión latente, es la más sensata la posición adoptada por la Unión Europea, de interpelar para que convoque unas elecciones presidenciales a quien hasta ahora fue el Jefe del Estado, en aras a propiciar que él mismo facilite una salida democrática a un país que vive al borde de un enfrentamiento armado civil, en la que difícilmente se podrá eludir la intervención militar internacional. Es por tanto también cabal la idéntica posición adoptada por el Gobierno de nuestro país. Y no podemos obviar manifestar que en poco o en nada ayuda el uso partidista que a este compás de espera de ocho días, le están dando los dos principales partidos de la oposición, que en lugar de ejercer de bombarderos (aunque con poco combustible), deberían ser responsables con el país cuya soberanía nacional representan como diputados, y con la posición del ente supranacional al que pertenecemos, la Unión Europea, que a pesar de ser la misma que la del Estado Español, sorprendentemente, no critican.

Esta semana entrante concluye el ultimátum, y salvo sorpresa, el tirano continuará su huida hacia delante, dispuesto a convocar únicamente elecciones legislativas, y los gobiernos democráticos europeos, entre ellos, el nuestro, reconocerán a Guaidó como legítimo Presidente de la República interino hasta que se convoquen unas elecciones presidenciales verdaderamente democráticas. No cabe otra salida.

Esperemos que dentro de poco tiempo hablemos de Venezuela. Hablemos de Venezuela libre de tiranos y autócratas.

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