viernes. 19.04.2024

Madrid ¡qué bien resistes!

Frente a la pandemia y el gobierno de Ayuso
!Madrid qué bien resistes¡ Algo así se podría decir del comportamiento de los madrileños frente a la pandemia, en abierto contraste con la actitud del gobierno de la Comunidad Autónoma, que sin embargo debería aspirar a representarlos.

Ante la próxima semana santa, de nuevo ha tenido que ser el gobierno de la Comunidad de Madrid,el que se niegue a coordinar unas medidas básicas de salud pública para salir de la tercera ola y evitar precipitarnos rápidamente en un nuevo repunte de la pandemia. Aunque al mismo tiempo reclame la prohibición de todos los actos previstos para el ocho de Marzo, dice que por razones de salud pública. Y es que lo que no descansan son los prejuicios y la fobia de la derecha madrileña frente a la reivindicación feminista de los derechos de las mujeres.

Menos mal que el resto de las CCAA y el gobierno central han vuelto a consensuar medidas básicas como el horario de toque de queda y el cierre perimetral de todas las comunidades autónomas, unido a la regulación de horarios y aforos de acuerdo a la situación epidemiológica y la presión sanitaria en cada momento, medidas que en conjunto garantizan una desescalada ordenada y su coordinación con el avance previsto de la administración de las vacunas con el objetivo de la inmunidad, al menos de los grupos vulnerables de cara a este verano.

El gobierno de coalición conservadora encabezada por Isabel Ayuso, apoyada por la extrema derecha de Vox en Madrid, que se ha caracterizado por su actitud de un chato partidismo de confrontación así como de negacionismo vergonzante desde el principio y a lo largo de toda la gestión de la pandemia de covid19.

Una pandemia en la que siempre ha actuado utilizando la institución como cabeza de puente de la oposición más inclemente y destructiva de la derecha frente al gobierno de coalición, abandonando sin embargo su propia responsabilidad de gobierno y en particular sus propias competencias de gestión en materias como salud pública, sanidad y servicios sociales, por otra parte esenciales para hacer frente a la pandemia.

Empezando por su rechazo del estado de alarma y del confinamiento inicial atribuyendo  una estrategia totalitaria al socialcomunismo gobernante y reprochando la tardanza y el colapso de las redes de distribución de productos sanitarios, para respaldar luego la contestación atizada por la extrema derecha en las calles de Madrid y en el Congreso de los diputados, y más tarde, provocando la desescalada precipitada y desorganizada de la comunidad autónoma, en una paradójica coincidencia con el independentismo.

Sin embargo, las residencias de ancianos, una gestión de su exclusiva competencia, han sido uno de los ámbitos donde la pandemia de ha ensañado en la Comunidad de Madrid, con el agravante de que buena parte de los fallecimientos se han producido en las propios centros de mayores, sin que pudiesen ser remitidos a los centros hospitalarios como consecuencia de sus propios protocolos, al margen de cualquier criterio bioético.

La única aportación a la lucha contra la pandemia ha sido la idea nada original de los hospitales monográficos de pandemias complementarios de la red pública, como inicialmente el de IFEMA y ahora el Zendal, mientras las plantas de algunos hospitales públicos todavía tenían margen para nuevos ingresos y a pesar de la amplia disponibilidad de plazas en los hoteles, tanto para casos leves como en las cuarentenas y el aislamiento de los contactos. La importancia de la construcción en la política de los gobiernos de Madrid, que está siempre al borde de los tribunales, es por algo.

Todo ello junto al establecimiento del cierre perimetral por zonas de salud, especialmente diseñado como una suerte de bantustanes en los barrios obreros y de inmigración, que carecían de diferencias significativas entre sí  en la incidencia de la pandemia, con unos límites geográficos desconocidos para sus habitantes y que, en consecuencia, finalmente no han aportado nada relevante a la reducción de la movilidad y con ello al cambio de tendencia en la evolución de la pandemia.

La constante ha sido la debilidad del rastreo y aislamiento de casos debido a la situación de partida de debilidad de la salud pública, la atención primaria y la coordinación sociosanitaria, así como su resistencia, cuando no su oposición ruidosa, a las medidas de respuesta temprana primero y luego a los sucesivos paquetes de acciones coordinadas para la contención y mitigación de la pandemia pactados en el Consejo Interterritorial del SNS, en general, con el conjunto o si no con la gran mayoría, de las CCAA.

Porque la prioridad, en boca de su presidenta, siempre ha sido la actividad económica y más en concreto el mantenimiento de la apertura de la hostelería_ junto a la ya mencionada oposición sistemática al réprobo gobierno central_, todo ello frente a las medidas de restricción de la movilidad, aforos y horarios relativas a la protección de la salud pública. En las fechas más recientes ha pretendido incluso convertirse en foco de atracción turística para una parte de Europa, aunque menos mal que buena parte de ella ha permanecido tan cerrada como el resto de las CCAA españolas. Una prioridad hostelera que también ha ido según los barrios, beneficiando a las terrazas de la zona centro y de oficinas y dejando al albur al resto, en particular a los bares y restaurantes de los barrios populares. Eso sí, a diferencia de otras CCAA que sí han cerrado la hostelería, Madrid no se ha planteado la necesidad de poner en marcha ningún sistema de apoyos directos para su supervivencia. La hostelería como la salud en Madrid vemos que también va por barrios.

Lo llamativo es que a pesar de ello los datos de incidencia de la pandemia en la comunidad de Madrid, no hayan acabado siendo, más que malos, catastróficos. Para ello, en primer lugar el gobierno de la Comunidad se ha dedicado a lo que mejor sabe: la ingeniería contable. En el momento de la segunda ola ha reducido el número de PCR, y al tiempo ha retrasado la remisión de los datos de incidencia, de presión sanitaria y de mortalidad de la pandemia, para con ello maquillar sus datos de la pandemia. Tampoco ha dado a conocer hasta muy recientemente los datos de la incidencia en los centros de mayores, por razones obvias.

Sin embargo, aún así la situación sería extraña si no fuera por las medidas consensuadas por el gobierno central y las CCAA que de hecho han encapsulado a Madrid rebajando su movilidad. Por otra parte, y a pesar de sus protestas contra el coladero de Barajas, sin embargo, la baja actividad en la mayor parte de Europa y los filtros del aeropuerto a los países de mayor incidencia, han servido para evitar una mayor movilidad exterior de la comunidad de Madrid.

Sin embargo, el factor determinante que explica que los datos no se hayan descontrolado en Madrid, junto a las medidas consensuadas de protección de la salud pública del toque de queda y las limitaciones de aforos del ultimo decreto del estado de alarma, es que la gran mayoría de la ciudadanía de Madrid, al contrario de sus gobernantes, se ha hecho cargo desde un principio de la gravedad de la amenaza, han caído en la cuenta que su gobierno no iba a actuar como garantía ni siquiera punto de referencia y han adoptado medidas de autoprotección basadas en el sentido común.

Han sido los ciudadanos y ciudadanas madrileños los que, a pesar de la resistencia a las medidas de protección y de la propaganda populista por parte de su propio gobierno, parecen haber optado por el sentido común, limitándose a una serie de reglas básicas para evitar el contagio. Y no solo a la higiene respiratoria y el distanciamiento físico, sino que desoyendo la ficción de normalidad, han limitado al extremo su presencia en centros comerciales, en locales de ocio y hostelería cerrados y mal ventilados, así como han limitado las interacciones con los niños a los espacios abiertos en los parques infantiles.

Es cierto que no todos lo han hecho así, que ha habido una minoría que también ha ignorado las recomendaciones y las ha incumplido por diversas razones, en la línea de la sociopática de su gobierno, pero está claro a la luz de los datos que no han arrastrado al resto de sus conciudadanos ni ahora al resto de las comunidades autónomas al desastre. Estamos pues de enhorabuena gracias a los madrileños.

El problema es que el desprestigio del gobierno de la Comunidad de Madrid se extienda como una mancha de aceite al conjunto de la política, abonando el populismo y la antipolítica. Por eso la tarea fundamental de la izquierda madrileña es dejar a un lado las querellas internas y constituirse en el punto de referencia del sentido común frente a la pandemia y de la solidaridad en la recuperación.

Madrid ¡qué bien resistes!