viernes. 19.04.2024

Una parte de la izquierda...

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Una parte de la izquierda se ha detenido en el camino, se ha sentado en el andén y espera que los cadáveres de sus pesadillas sean enterrados pronto y profundamente para reiniciar su viaje a ningún sitio

Vamos, vamos dando tumbos en un país que sufre y ha sufrido mucho a lo largo de la historia. ¡Como todos! - se dirá -, que qué países no han padecido la guerra, la enfermedad, la muerte, los años oscuros, fríos, terribles del hambre y de la miseria. ¿Y cuántos países no siguen padeciendo en la segunda década del Siglo XXI  la tiranía, la explotación y el terror permanente ?. Id a África, id a Asia, id a Centroamérica y comprobadlo vosotros mismos. Id a Camboya y haced de meros notarios del trabajo de los niños en las textiles. Alguien dirá que eso ya se estudió y denunció en Europea en el Siglo XIX, pongamos que en Inglaterra. Pero lo que en esta isla fue cuestionamiento, lucha y victoria final de las fuerzas sociales progresistas, en ese pequeño país del sudeste asiático es mercado, vector único e irremplazable del desarrollo del capitalismo y del progreso material y humano y, sobre todo, vitalidad de la economía y de la inversión global. En pocas palabras, del vuelo en círculo de los buitres sobre cualquier región, bosque, pueblo que tengo posibles para ser explotado.

Tal vez ir dando tumbos en un país como España no sea noticia. Hemos alcanzado un nivel de desarrollo tal que las imágenes de Sudán del Sur, del Chad, de Bangla Desh, de Camboya o de algunas regiones de China son impensables acá, aunque en el pasado fueron reales e igual de hirientes. La explotación descarnada y todo eso, el valor nulo de la vida frente a las materias primas, el desprecio de la fuerza de trabajo y la exaltación de la herencia sobre cualquier otro atributo (esto último sigue perviviendo en España, es real, lo vemos casi a diario en las televisiones públicas y privadas, en los periódico, en conversaciones de bar, en mitad de la calle...).

Ahora nos toca tener miedo. Una parte de la izquierda tiene miedo a los cambios sociales, a todo aquello que hace progresar las sociedades y que ha permitido que no sigamos viviendo en las cavernas, comiendo carne cruda y muriendo en cualquier momento por cualquier causa, insignificante o no. Una parte de la izquierda tiene miedo a la aceleración de la Historia, a las grandes migraciones, a las pateras a la deriva en el Mediterráneo Occidental, a las fruterías paquistaníes en los barrios de las ciudades, a las mujeres con pañuelos ocultando sus cabellos o a los hombres con faldas y barbas negras y tupidas. También tiene miedo a modificar la manera de relacionarse con el vecino interno y externo, a tocar una coma de la Constitución o a que se cuestionen símbolos pretendidamente unitarios. En realidad una parte de la izquierda teme todo lo que les resulta extraño y dudoso. No se vive tan mal. ¿Para qué experimentar entonces?, ¿para qué desenterrar del Valle de los Caídos a Franco?, ¿para que necesitamos la fuerza de trabajo de norteafricanos, latinos y asiáticos?, ¿para que volver a las disputas sobre la organización territorial?, ¿para qué, para qué, para qué....?. "Miedo líquido" en definitiva. No es necesario releer a Bauman. No podemos controlar nuestro presente ni nuestro futuro, no podemos confiar en una estabilidad personal, familiar y personal, nos han quitado la capacidad de trazar nuestro futuro con confianza y previsibilidad. Ya no sabemos como seremos, como viviremos, con quien viviremos en la década siguiente.

Hemos llegado a ese lugar en el que se teme al futuro y en el que decidimos construir una fortaleza que nos proteja de los aullidos provenientes del bosque cercano y del terror que los mismos nos provoca. Cerrar el corazón a la compasión y cubrirnos con una armadura con la que aislarnos de la realidad y de los vientos áridos que creemos que soplan de cualquier valle contiguo. Una parte de la izquierda ha llegado a la conclusión del fin de la historia y de la necesidad de defender lo que somos y lo que tenemos. Fuera de este mundo, solo hay intemperie, inseguridad y miedo. Conozco gente así, gente que exclama "¡yo que era tan de izquierdas!", que te remite WhatsApp inaceptables por xenófobos, que no entiende los procesos históricos, ni acepta las contradicciones del alma humana o de las colectividades próximas o lejanas, que percibe las reivindicaciones de los pensionistas o de los trabajadores como un peligro para una realidad económica y social que se mantiene sobre pilares inestables. Gente que busca la seguridad personal y que ha dejado de creer en la evolución ascendente de la Humanidad, en la posibilidad de un futuro más justo, libre e igualitario.

Una parte de la izquierda se ha detenido en el camino, se ha sentado en el andén y espera que los cadáveres de sus pesadillas sean enterrados pronto y profundamente para reiniciar su viaje a ningún sitio. El problema es que la Historia fluye constantemente en todas direcciones y que cuando se niega esa realidad, se renuncia a ser actor de la misma y se asume el papel de víctima. Pero tal vez cuando esto suceda, esa parte de la izquierda que se ha detenido en el camino solo sea un mojón que separe pasado y presente, fuerza y debilidad, pensamiento fuerte y miedo al pensamiento. Tal vez. 

Una parte de la izquierda...