jueves. 28.03.2024

Niños de la publicidad

Es curioso que desde el gobierno vayan a lanzar una campaña publicitaria para fomentar la natalidad. Estas cosas dicen mucho de nosotros, no de los españoles, entiéndanme, sino de los humanos en general. Tantos siglos de violentos debates sobre el libre albedrío y resulta que la respuesta a tanta contingencia era la publicidad. La sola idea de que el personal se meta en faena por el mero hecho de ver en la televisión a una madre encantadora rodeada de bebés igualmente encantadores, me parece aterradora. Puedo imaginarme, también, que la escena del spot se desarrolla en un piso confortable y amplio, donde los cachorritos aparecerán con muy poca ropa, si no enternecedoramente desnudos, porque en el mundo ideal de la publicidad y del plasma de nuestro presidente no existen mafias tarifarias que aprovechen los meses más fríos del año para atracar a sus clientes, tampoco hipotecas o alquileres a los que difícilmente se les puede hacer frente cuando llevas tanto tiempo en el paro que ni siquiera recuerdas en qué habías trabajado antes, cuando las únicas ofertas de empleo que encuentras hay quien eufemísticamente denomina precarias y cuando, en el mejor de los casos, ese puesto al que finalmente te aferras, a pesar de que no será suficiente para llegar a fin de mes, no solo te ocupa todas las horas de luz del día sino que te obliga a compartir piso (pequeño y sin calefacción) con tus padres, abuelos y algún amigo con más problemas que tú, que siempre los hay.

Si yo fuese el publicista encargado de diseñar esta campaña, tendría muy  claro el enfoque que habría que darle. Imaginaría un Gobierno que trabajase con verdadero ahínco por una sociedad más justa, con empleos de calidad, con una educación pública capaz de garantizar la igualdad de oportunidades, con unas garantías sociales que permitiesen a todos los ciudadanos vivir con dignidad y dedicar el tiempo único de sus vidas al trabajo, pero también a la familia y a sus amigos y a sí mismos, a su desarrollo personal, a la cultura y al ocio. Quizá entonces, la gente se animaría a procrear, convencidos ahora de no estar metiendo a nadie en un problema.

Tal vez deberíamos ser los ciudadanos quienes diseñásemos una campaña de publicidad dirigida al Gobierno. Creo que sería más útil, y seguro que más barato.

Niños de la publicidad