martes. 23.04.2024

Chistes y tetas: Los cien días de Roosevelt

Las reacciones tras las elecciones municipales han ido desde el drama hasta la caricatura.

La prensa nada afín lo tiene claro: hay que fijar en el imaginario colectivo un tópico con el que marcar la llegada de las candidaturas populares a los gobiernos locales. Se trata de imprimir (como el etólogo Lorenz con sus patitos) definiciones indelebles aprovechando que no existen ni estigmas ni referencias establecidas sobre los recién llegados. De hacerse con el privilegio divino de poner nombre a las cosas. Por eso no hay cien días de gracia.

Cuando la prensa escrita se pliega a ser un encarte de sobrecubiertas publicitarias del banco Santander, es inútil pensar en una acogida neutral (aunque sea desde una neutralidad crítica). Ningún período de gracia se puede esperar de medios que otorgan a políticos en activo mamandurrias pagadas a libra de oro el renglón o que despliegan encuestas imposibles y apocalipsis inminentes ante cada cita electoral que se sospeche perjudicial para sus intereses.

Las reacciones tras las elecciones municipales han ido desde el drama hasta la caricatura. Nada más conocerse los resultados, un columnista de un “diario de referencia” expresó su horror ante la idea de que Ada Colau “se sentará en el mismo sillón que Rius i Taulet”. Para quien desconozca al prohombre en cuestión, fue un liberal monárquico y amiguete del golpista Pavía, además de alcalde cuya memoria no se honra en el barrio de Gracia desde 2009 por decisión popular. Y, al día siguiente de la investidura, se refería a sus votantes como “chusma” (las comillas son mías) y reiteraba el desprecio con el argumento de que la alcaldesa viste “como si fuera a fregar el ayuntamiento”. La minúscula, aunque se refiera meridianamente al de Barcelona, es suya.

De eso tratan también las campañas de excavación arqueológica en las redes. De pasar antes que nadie por la máquina etiquetadora a los nuevos actores políticos, desconocidos para la inmensa mayoría, y señalarnos dónde les debemos encasillar. En las redacciones de los diarios de ultracentro, legiones de becarios con máster por la privada se sumergen en timelines ajenos y luchan a ratón partido contra palabras como “hegemonía”, “inclusivo” o “empoderamiento”, que hieren cual estiletes su ignorancia, hasta rescatar ocasionalmente 140 caracteres como balas.

La espeleología digital es, sin embargo, una disciplina limitada pues nunca alcanza a mostrar registros anteriores a la Transición. O puede ser que la camada en prácticas quede paralizada y confusa ante la idea de “investigar” el pasado analógico anterior a internet. Para alivio de muchos.

Pero a lo que iba. Ante los ataques en tromba es ineludible asaltar la agenda setting, la que marca el centro de la atención pública; reforzar, o crear si no existen, espacios de comunicación capaces de competir con el mainstream de los medios hostiles, oponer y primar de forma coordinada argumentarios y temas ante los espantajos o señuelos. Y más aún teniendo en cuenta que la pluralidad de esas candidaturas se presta a abrir grietas en su discurso o a difuminar (entre tantas voces y focos de atención) el impacto de los mensajes.

Es claro que hay responder con rapidez a crisis virtuales como las desatadas a costa de chistes, tetas o fregonas. Si. Pero de forma limitada, sin entrar en bucle y respetando el primer mandamiento de las redes: “Keep calm. Don´t feed the troll”. Y pasar inmediatamente a dar máxima prioridad a otros asuntos como que, por ejemplo en Madrid y tras sólo una semana de gobierno, las entidades financieras acuerdan de buen grado colaborar con la Oficina de Intermediación Hipotecaria para limitar los desahucios.

Iniciativas frente a memes. Porque el origen de la expresión “cien días de gracia” no hace referencia a un tiempo de tregua o indulgencia, sino a la batería de propuestas y medidas que desplegó el presidente Roosevelt en los primeros tres meses y medio de mandato. Su famoso “actuar y actuar ahora”que alumbró el New Deal y asentó para siempre la imagen que de él tiene nuestra memoria colectiva.

Chistes y tetas: Los cien días de Roosevelt