jueves. 28.03.2024

Grandes mentiras de la economía de nuestros días

Cuando Europa nos sigue pidiendo más recortes para reducir nuestro déficit y estamos inmersos, además, en fechas de campaña electoral, es muy oportuno descubrir una serie de mentiras, machaconamente repetidas, que nos impiden ver la realidad de la economía de nuestros días, de la forma de organizar nuestras sociedades; mentiras que se nos presentan como única alternativa viable (TINA) y suponen, sin embargo, cadenas mentales que nos tienen esclavizados a los intereses de los poderosos.

Nuestro sistema de libre mercado tiende a generar manipulación y engaños, y esto nos lo dicen, entre otros, los premios nobel de economía Akerlof y Shiller, son defensores del libre mercado, pero consideran que “las presiones competitivas para que los hombres de negocios practiquen el engaño y la manipulación en los mercados libres nos llevan a comprar –y a pagar demasiado por—productos que no necesitamos; a trabajar en empleos que tienen poco sentido para nosotros, y a preguntarnos por qué nuestras vidas se han desperdiciado (1).” Hasta tal punto estas presiones competitivas pueden llegar a ser perversas que en su reciente libro La economía de la manipulación nos llegan a advertir de que “La búsqueda de incautos en los mercados financieros es la causa principal de las crisis financieras que llevan a las recesiones más profundas.” Recordemos que la economía actual está dominada por el mundo financiero provocador de inestabilidades y que un activo financiero es una riqueza virtual no real. Esto lo podemos comprobar con poco que analicemos cómo funcionan las burbujas que han dado lugar con su espiral malévola a los cracs económicos. Cracs que han supuesto mayor riqueza para los que ya tenían y empobrecimiento de los que tenían menos.

No podemos dejar, también, de observar dolorosamente que “el proceso político ha sido raptado por élites poderosas y ricas que se aprovechan de nuestra falta de comprensión de la economía para imponer políticas económicas que debilitan la prosperidad y la redistribución de los ingresos, a la vez que enriquecen a la minoría que se encuentra en lo alto del escalafón económico (2)”.

Así si arañamos en la Historia encontramos que en el año 1971 se produjo un gran acontecimiento histórico: el Presidente Nixon abandonó la convertibilidad del oro y puso fin al sistema de tipos fijos. Los gobiernos ya no tenían que respaldar sus emisiones de moneda en reservas de oro, por lo que, siempre que el gasto sea en la propia moneda, los gobiernos emisores no podían quedarse sin dinero. A partir de  1971, entonces, las economías modernas utilizan monedas basadas en la confianza, monedas fiat, monedas que no están respaldadas por bienes y servicios (economía real), sino por gobiernos que garantizan su valor de cambio.

Este acontecimiento es una verdadera revolución de las élites, que abandonando las recetas económicas y políticas de Keynes salvadoras de la Gran Depresión de 1929, ocultaban su falsedad en mantras repetidos hasta la obsesión: el presupuesto público es igual que el presupuesto del hogar, los déficits públicos de hoy son una carga para nuestros nietos, la Seguridad Social ha prometido pensiones y sanidad que nunca podremos permitirnos, los déficits comer­ciales reducen el empleo y nos hipotecan peligrosamente a los acreedores extranjeros, necesitamos ahorros para financiar la inversión (así pues, los déficits estatales llevan a menor inversión), los mayores déficits implican mayores impuestos en el futuro, añadiendo carga tributara a los futuros contribuyentes.

Y es que el déficit público y el límite de gastos públicos en el contexto del cambio establecido en el año 1971, se han convertido en excusas adecuadas de los gobiernos neoliberales para tener subyugada a la población. Ya que los bancos centrales, y esto hay que tenerlo claro, crean dinero por decreto. No hay ningún límite en la cantidad de dinero que un banco central controlado por un gobierno puede crear de esta manera. El gobierno no es un hogar de grandes dimensiones, el gobierno puede gastar más de lo que ingresa de forma permanente porque es él quien crea la moneda. Por tanto puede comprar todo aquello que quieran, siempre y cuando sean bienes y servicios a la venta en la moneda emitida por ellos. Gobiernos deficitarios como EE.UU, Gran Bretaña y Japón son una muestra muy representativa. Pero, ¿qué es lo que pasa con Europa?

En Europa se nos mantiene en el engaño. Salirse del euro es otra arma arrojadiza en tiempos de elecciones que evita una verdadera comprensión de lo que supone en los países del Sur y del Este de Europa su política económica. El euro se ha convertido en una camisa de fuerza que impide a los países utilizar las ventajas de emitir moneda, y el Banco Central Europeo no cumple esta función para todos los integrantes de la Unión, siendo un cómplice de los intereses de las élites. El euro corre así en sentido opuesto a los principios en los que se basó la Unión Europea. El euro es una clara distopía (3) como bien dice William Mitchell.

Inconscientemente o no, las políticas económicas europeas han puesto el acento en la reducción de gastos, no sólo en la austeridad, sin darse cuenta de que lo más importante es el equilibrio entre los gastos e ingresos del gobierno, así cuando los impuestos del gobierno son demasiado altos -en relación a su gasto- el gasto total del gobierno y la sociedad no es suficiente para asegurarse de que esos grandes almacenes pue­dan venderlo todo. Cuando las empresas no pueden vender todo lo que producen, muchos trabajadores pierden sus puestos de trabajo y tienen menos dinero para gastar, por lo que las empresas venden toda­vía menos. En consecuencia, más trabajadores pierden sus puestos de trabajo y la economía entra en una espiral descendente que llamamos “recesión”. Por eso “allá donde hay altos niveles de desempleo, el gasto público es demasiado bajo con respecto a la actual recaudación de impuestos, o que los impuestos son demasiado altos en relación al nivel de gasto público (4)”.

Otra gran mentira está relacionada con la idea de que estamos privando a nuestros hijos de bienes y servicios reales por lo que llamamos “la deuda nacional”. Es una idea que no puede sostenerse. Lo que nuestros hijos podrán disfrutar estará en relación no con las deudas, sino con los bienes y servicios que se produzcan en su tiempo y la distribución que de los mismos se haga entre los ciudadanos. Los bienes y servicios no se pueden enviar a través del tiempo para pagar deudas. ¿Podríamos enviar al pasado bienes y servicios para pagar las deudas alemanas de la Segunda Guerra Mundial? El problema está más bien en las posibilidades que dejemos a nuestros hijos y nietos para poder vivir en un mundo que les permita una vida digna y satisfactoria, en un mundo en el que no hayamos destruido la naturaleza que nos acoge.

No podemos olvidar, también, la inconsistente idea de que la desregulación permite al libre mercado maximizar los niveles de riqueza de todo el mundo, cuando la realidad es que nos está llevando a la desigualdad y a esquilmar los recursos naturales. Además, el crecimiento económico, por si mismo, no es suficiente para crear empleo ni para generar igualdad. Sin embargo, cualquier economista sabe que el aumento de empleo es lo que crea el crecimiento con mayor garantía, ya que automáticamente el mayor empleo genera mayor PIB. Por eso, el gasto público cuando nos encontramos en crisis y hemos caído en la trampa de liquidez de la que nos hablaba Keynes, no solo crea empleo sino que es un multiplicador claro del crecimiento económico.

Las falsificaciones históricas son un instrumento indispensable para mantener el poder y asegurar la explotación de los oprimidos. Como Polanyi demostró, en una economía de mer­cado, todas las relaciones sociales se encuentran subordinadas a las relaciones mercantiles olvidándose de las personas de carne y hueso. La austeridad es un mantra que trata de hacernos ver una realidad inexistente. El  consenso sobre la austeridad reinante en la economía neoliberal no se basa en el conocimiento científico. Así, la tozuda realidad ha hecho cambiar el criterio a los organismos internacionales que la habían impuesto. Por todo lo expuesto, es importante desechar el pensamiento gregario que nos ciega y evitar engaños que perjudican y son injustos con la mayoría de los ciudadanos (5).


(1) Akerlof y Shiller (2016). La economía de la manipulación. Deusto.
(2) Mitchell,  William (2016). La Distopía del Euro: Pensamiento gregario y negación de la realidad. Lola Books.
(3) Distopía es el término opuesto a utopía. Como tal, designa un tipo de mundo imaginario, recreado en la literatura o el cine, que se considera indeseable. La palabra distopía se forma con las raíces griegas δυσ (dys), que significa ‘malo’, y τόπος (tópos), que puede traducirse como ‘lugar’.
(4) Mitchell, William (2016).La Distopía del Euro. Lola books.
(5) Además de los textos mencionados se puede consultar sobre esta temática el libro de Warren Mosler Los siete fraudes inocentes capitales de la política económica editado por Attac.

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