viernes. 29.03.2024

Siete formas de disminuir la desigualdad

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Hay suficiente evidencia científica para asegurar que la desigualdad que está generando el sistema capitalista actual, hipertrofiado financieramente y en el que el fundamentalismo de mercado impera vestido con su piel neoliberal, es perjudicial no sólo para la gran mayoría de las personas sino, también, para la propia economía e incluso para el propio capitalismo. No tanto para el crecimiento económico como para una economía sana que no explote por los aires haciendo daño a los más débiles. “…los efectos económicos de la desigualdad van más allá de su impacto en la eficiencia en la asignación de los recursos, la calidad del crecimiento y la inestabilidad macroeconómica. Posiblemente el  impacto más importante a largo plazo es sobre el  propio sistema de economía de libre empresa. Esto es así en la medida en que la inequidad extrema produce una quiebra moral del capitalismo. [1]”

No obstante, encontrar maneras de reducir la desigualdad es fácil, más de lo que nos han hecho creer. La razón de que no se pongan en marcha estas soluciones tiene que ver menos con las posibilidades de éxito reales y tiene que ver más con los caprichos insensibles de parte de la población que saca grandes beneficios de la situación. Poner el acento, en primer lugar, en la hipertrofia del sistema financiero es esencial para frenar el desarrollo desigualitario, en segundo lugar, es destacable la importante función que tienen las políticas que se lleven a cabo y entre ellas, finalmente, aquellas que tienen por objeto la mejora de la calidad democrática. Así, entre otras soluciones, podemos enumerar:

1.- Reducir la financiarización de la economía es una primera solución. Las finanzas están contribuyendo de forma importante a la desigualdad de la riqueza y de la distribución de la renta. De tal manera que se forma un bucle infinito en el que a mayor desigualdad más probabilidades hay de que ésta siga aumentando. “La hiperfinanciarización de la economía que caracteriza el capitalismo de las últimas décadas no es solamente, por tanto, un problema para los objetivos de estabilidad macroeconómica y equidad distributiva, sino también para el crecimiento económico real. [2]” Limitar la libertad financiera, regular los mercados financieros, es una necesidad apremiante que evitaría esta propensión e, incluso, laminaría el riesgo de nuevas recesiones, riesgo que estamos corriendo y sigue aumentando su probabilidad de cumplimiento.

2.- Normalizar los salarios de los responsables bancarios. La crisis no ha servido para que todos nos apretáramos el cinturón, mientras el gobierno vio como solución de la crisis la reducción de los salarios, los que tuvieron gran parte de la culpa de la crisis aumentaban de forma abusiva e indecente sus retribuciones y se aseguraban sus pensiones con cantidades hirientes para el resto de los ciudadanos. La búsqueda de mayores retribuciones es un estímulo, en los responsables, para una nueva debacle económica.

3.- En un sistema social, como el actual, basado en el empleo, es decir el trabajo retribuido, crear empleo es una condición necesaria para que todos pueden disfrutar de un mínimo de posibilidades de vida y desarrollo. Todavía según la EPA hay 1.438.300 hogares con todos sus miembros en paro. Pero, no obstante, no es suficiente crear empleo, no vale cualquier empleo, se ha demostrado día a día, que con la actual normativa laboral publicada en el 2012, cada vez hay más trabajadores pobres, cuyo salario indecente (en este caso el salario) no llega para una vida sin necesidades básicas y fuera de la pobreza. Aumentar los salarios no es sólo un asunto justo y ético sino, también, una necesidad económica que redundará en un relanzamiento de la economía.

4.- Una fiscalidad más progresiva y una redistribución de la renta más equitativa son otros aspectos necesarios. Ante la pobreza extrema, creo que una política de efectos inmediatos sería la puesta en marcha de la Renta Básica Universal, junto con iniciativas públicas de generación de empleo en Sanidad, Educación, Dependencia, Investigación y desarrollo, Medio Ambiente, etc. Actividades en las que la empresa privada es renuente a entrar siendo, sin embargo, básicas para la cobertura de las necesidades y la igualdad de oportunidades de la ciudadanía.

5.- Las políticas redistributivas públicas tienen una importancia fundamental en relación al aumento de la demanda agregada de los bienes básicos y la eliminación de la pobreza. Las inversiones públicas son necesarias para generar riqueza en beneficio de todos. En contra de lo que se repite machaconamente por el mundo neoliberal, se ha demostrado que los grandes avances tecnológicos han sido financiados por los gobiernos y sin embargo, como viene siendo costumbre inveterada, los beneficios siempre han ido a parar a manos privadas. Dar al Cesar lo que es del Cesar ayudaría a dotar a los Estados de liquidez en beneficio de todos.

El mito del déficit público está haciendo mucho daño a la igualdad. Podemos permitirnos lo que seamos capaces de hacer. Debemos repetir  como dice la Teoría Monetaria Moderna que los países que tienen poder de emitir moneda no pueden quebrar y que pueden financiar todo aquello que con sus recursos puedan llegar a hacer. No hay peor  mal que tener recursos ociosos.

6.- Cuidar el Medio Ambiente es una riqueza común que disminuiría la desigualdad. Nada menos que en 400.000 millones de euros se estiman las pérdidas acumuladas desde 1980 en los países miembros de la Agencia Europea de Medio Ambiente debido a los efectos del cambio climático. A estos costes habría que añadir las muertes prematuras ocasionadas. Estos costes, sin duda, son asumidos principalmente por los segmentos inferiores de la escala social. Mirar por un Medio Ambiente sano redundaría en el bienestar de todos, no sólo de unos cuantos que con sus inmensas fortunas pueden aprovecharse de ambientes todavía vírgenes.

7.- Mejorar la calidad democrática. Como decía Karl Polanyi en su obra La Gran Transformación “El socialismo es, esencialmente, la tendencia inherente en una sociedad industrial a trascender el mercado auto-regulado subordinándolo deliberadamente a la sociedad democrática.” La Democracia es el menos malo de los regímenes políticos. Además, cuando funciona bien, tiene la virtud de moderar las decisiones políticas dirigiéndolas al bien común. Es esencial una mejora democrática si queremos disminuir la desigualdad.

No podemos permitir que sean otros los poderes que nos guíen por el sistema económico y menos aún el poder financiero que puede encenagar nuestras relaciones. En palabras de Tzvetan Todorov, “la economía se ha hecho independiente e insumisa a todo poder político, y la libertad que adquieren los más poderosos se ha convertido en falta de libertad para los menos poderosos. El bien común ya no está defendido, ni protegido ni exigido al nivel mínimo indispensable para la comunidad. Y el zorro libre en el gallinero quita libertad a las gallinas [3].” Esto es, sin duda, lo que debemos evitar.


[1] Xosé Carlos Arias y Antón Costas (2016:124). La nueva piel del capitalismo. Galaxia Gutenberg.
[2] Ibídem (2016:70)
[3] Ibídem (2016:300)

Siete formas de disminuir la desigualdad