martes. 16.04.2024

La encrucijada griega de Europa

Decía Hayek que cada generación tiene que aprender las lecciones fundamentales sobre economía y sociedad como si fuera la primera.

Decía Hayek (un tipo mucho más listo y aprovechable de lo que suele pensar la izquierda que no lo ha leído) que cada generación tiene que aprender las lecciones fundamentales sobre economía y sociedad como si fuera la primera, de donde se desprende que las generaciones se dividen entre las que recuerdan esas lecciones y las que las olvidan, lo que condena a las segundas al desastre. Una lección que aprendieron los estadistas europeos del último medio siglo es que un proceso de integración como el iniciado en 1950 (si lo prefieren, en 1957) no puede detenerse. Llegados a un punto crítico, o avanza o retrocede. Es lo que amenaza la negociación con Grecia.

Robert Mundell, padre intelectual de la moneda común, predijo que una zona monetaria óptima tendría que cumplir tres condiciones. Primera, libre circulación de capitales; segunda, perfecta flexibilidad del mercado laboral en todos los miembros; tercera, transferencias de renta regulares de los países con superávit de pagos a los países con déficit de pagos. Sobre las dos primeras los profesores de pizarra nos han disertado hasta la saciedad. La interesante es la tercera. ¿Por qué transferencias de renta? Por una razón muy sencilla: se trata de una zona monetaria que funcione en la realidad, no en una pizarra. La circulación de capitales nunca es completamente “libre”: diferentes legislaciones fiscales la dificultan. Y el mercado de trabajo nunca es perfectamente flexible. Además, hay gobiernos nacionales, cada uno con sus manías particulares. ¿Se tiene que renunciar por ello a la moneda común? La respuesta de Mundell fue: no. Hay que establecer un mecanismo de corrección de los desequilibrios internos. Pero ese mecanismo no puede consistir en penalizar al país con déficit de pagos, por más que a los ignorantes en (macro)economía les parezca que no debe uno gastar más de lo que ingresa. Y penalizar al país con déficit de pagos es lo que viene haciendo la eurozona, con el apoyo de la Unión Europea, desde 2010. Se penaliza a Grecia; ahora, brutalmente. Se ha penalizado a España, a Portugal y a Irlanda. Se quiere penalizar a Francia y a Italia. Y esto es absurdo. No porque lo diga yo. Porque lo dijo Mundell, un economista muy superior al alemán Schaübel o al ministro de Finanzas de Finlandia.

El plan de Mundell era otro: premiar al país con déficit y penalizar al país con superávit de pagos. ¿Por qué? Muy sencillo. El país con déficit de pagos demanda bienes de los demás y ayuda a sostener su actividad y su empleo; el país con superávit de pagos se aprovecha de la unión monetaria (y algo más) sin contribuir en igual medida a la prosperidad de ésta. La Fundación del Premio Nobel de Economía se dio demasiada prisa en 1999 a otorgar el galardón de ese año a Robert Mundell por inspirar la creación del euro. Ahora se ve que echó las campanas al vuelo precipitadamente. Este experimento es de ida y vuelta, y si Grecia es finalmente expulsada del euro por los errores y estupidez de los demás, la Unión Monetaria estará condenada al fracaso.

La encrucijada griega de Europa