jueves. 25.04.2024

Wabisabi territorial

El wabisabi es un estilismo en la configuración de espacios, una puesta en escena que bebe de  las técnicas del interiorismo detallista y de la racionalidad filosófica que se ocupa de la estética. De origen oriental, el wabisabi centra su atención en pequeñas alteraciones a lo ortodoxo que, paradójicamente, mejoran el modelo patrón. Nacido en Japón,  reivindica la majestuosidad de la precariedad rural en el disfrute y contemplación de lugares que aun siendo mejorables, en su imperfección aumentan lo sublime. El wabisabi nace de y para venerar la belleza de lo imperfecto.

Aunque como metodología constructiva y decorativa el wabisabi tiene sus adeptos y también muchos detractores, como norte para la generación de arquitecturas territoriales posee una utilidad innegable pues estimula a utilizar las carencias, por eso lo reivindico.Necesitamos introducir el wabisabi en la regeneración del tejido administrativo territorializado. No digo que sea necesaria una desorganización de los ralos recursos que gestionan las administraciones descentralizadas para potenciar sus imperfecciones, no promuevo acometer una demolición del engranaje de las relaciones entre las comunidades regionales y los estados centrales, pero sí que apuesto, en sintonía con los principios del wabisabi, por una reconstrucción potenciando los detalles que cada ente comunitario porta que han sido mitigados por un acercamiento miope a la concepción modélica que refleja la estructura de los estados centrales.

Y esto ocurre en España y en otros países. La organización administrativa y las estrategias políticas que las pilotan en cada territorio tienden a replicar el modelo político administrativo central y obvian las particularidades de los territorios que deben asistir, cuyos detalles idiosincráticos debieran marcar tanto la orientación política como la organización administrativa más adecuada a esos fines, aunque ello suponga un alejamiento de los cánones de la organización tradicional emblematizada por el estado central. La aplicación de la filosofía inherente al wabisabi permitiría desplegar un conjunto de instituciones que, al margen de su proximidad o lejanía con las identidades administrativas centrales, resultarían idóneas en su funcionalidad porque estarían ahormadas a la rugosidad del territorio que gestionan. 

En España, país plural donde los haya, la replicación sin más de las administraciones es una disfunción, sino un disparate. El café para todos con el que se inició la reconfiguración territorial conectada al proceso de la transición hace aguas de manera harto perceptible. La pandemia ha mostrado al trasluz las deficiencias que el sistema portaba desde sus inicios. Pero no es algo que ocurra estrictamente aquí. En Alemania, en Reino Unido, incluso en un país tan centralizado como Francia, la crisis y su superación mediante la aplicación del plan de Recuperación diseñado en el seno de la UE, muestran a las claras que el actuar a escala micro o de proximidad a la ciudadanía exige algo distinto a disponer de un miniestado en cada territorio. Al disponer de estructuras de gestión reflejadas unas en otras, la atención pasa de la prestación del servicio encomendado a la valoración de la reciprocidad, el daño comparativo, la envidia injustificada o la mera soberbia institucional. En lugar de administraciones colaborativas orientadas al bien común, se transforman en antagónicas en pugna por la irresponsabilidad.

Los länder alemanes, los antiguos reinos y condados en UK, los departamentos franceses o las regiones cuasi federadas de Italia, mantienen todas ellas un duro contencioso con sus respectivos estados centrales por diferencias sobre cómo abordar una crisis global desde posiciones locales. El caso de España y su díscola comunidad de Madrid evidencian este problema de competencia, mejor dicho de incompetencia, política oculto bajo la maraña de legalidades constituidas como soporte de un proyecto de gestión que no se adecua a su realidad, sino que emula al de un gobierno estatal. Por eso Ayuso no miente cuando dice que Madrid es España dentro de España. Hierra al creer que la administración de la CAM equivale a la gestión política de los intereses plurales de una entidad superior como es la de la España plural. Con menos desparpajo y sin pretender confrontarse con el estado central, otros responsables de distintas autonomías actúan como si pensasen lo mismo.

Ya digo que no es un problema estrictamente español, pero nos afecta por razones obvias y porque la asimetría entre territorios con pasados y presentes muy acentuadas, supone un riesgo de convulsiones de orden superior a lo que pasa en otros entornos. No es un problema sencillo, o lo que es lo mismo es un problema complejo (¿dónde he odio yo esto?) Hay que recordar que las diferencias políticas más duras en nuestro país han estado siempre conectadas a la ordenación territorial.

Por ello creo que una reconfiguración del mapa político administrativo es algo totalmente necesario. Una reconfiguración que debe abordar cuestiones de soberanía y de relaciones interterritoriales, incluida la solidaridad nacional. Para ello debe introducirse en su rediseño aspectos del interiorismo wabisabi, cultivar imperfecciones o alteraciones respecto del modelo central. Esas particularidades aportan equilibrio, belleza y funcionalidad. Por supuesto, como en el ejercicio oriental, el pasado y su rastro deben ocupar un lugar principal.

Wabisabi territorial