viernes. 29.03.2024

¿Por qué tanta gente se dispara en los pies últimamente?

Se están produciendo un sinfín de acontecimientos que justifican el que nos hagamos la pregunta del encabezado.  Por qué tanta gente está tomando decisiones que objetivamente no le benefician, por qué ese empeño en dispararse en los pies. Cuál es la razón de tanta sinrazón. No es de recibo culpabilizar y destacar las grandes dosis de ignorancia, desidia, insidia, imbecilidad e irresponsabilidad que se perciben en el ambiente.  Yo tan sólo capto una cierta falta de coherencia y algo de desatino entre las decisiones tomadas y los intereses objetivos de los decisores. Quizás no sea yo la persona más adecuada para hacer análisis de este tipo.

Quienes profundizan en esta cuestión mencionan la irracionalidad del comportamiento del cuerpo social en los momentos críticos de toma de posición hic et nunc (aquí y ahora)  Y la verdad es que muchos de estos comportamientos, sin requerir una gran profundidad de análisis trasmiten una sensación de auténtica irracionalidad. Hay muchos casos en los que se demuestra un manifiesto sinsentido de la conducta decisora, como  el que nos atañe a todos en la lucha contra el cambio climático. El más convencido se deja seducir por una buena oferta para hacerse con un coche, no importa que sea diesel, ni que su medidor de emisiones esté más trucado que el sombrero de Tamariz. El cielo puede esperar y esta oferta dice que caduca en breve.

Existen otros casos palmarios de irracionalidad entre la toma de decisión y el beneficio que de ella pueda obtenerse. No puede uno evitar relacionar casos sonoros como el Brexit inglés, el incremento de los votos obtenidos por un partido judicializado y acusado de asociación para delinquir en España, ni de la ascendencia en USA de un sujeto que puede disponer de mucho poder coactivo que admite sentir admiración por la tortura y demuestra conocer profundamente sus métodos y resultados. Estas tres manifestaciones de irracionalidad pueden acompañarse de otras muchas, pero es la actualidad la que nos fuerza a referirnos a ellas en concreto. De la irracionalidad inmanente en el fenómeno ISIS me eximo de comentario, pero su existencia se debe, en mi opinión, a la misma causa.

Y no es otra que la descomposición de la coherencia del sistema de relaciones sociales de producción. La sustitución por nada de un modelo que prefijaba esquemas de derechos y ejercicio de la responsabilidad en el ámbito de la producción, que se proyectaba al escenario social y político con una similar carga de coherencia. Los derechos se ganan en la fase productiva como combate y se ejercitan en la fase organizativa de la sociedad como acuerdo. Entre una y otra esfera se produce una transmisión que confiere racionalidad a las decisiones particulares y colectivas que toman los actores sociales en uno y otro campo de la estructura social.

Pero lo que podemos llamar el núcleo duro de la vida social, todo el dispositivo de producción que relaciona el trabajo con el capital, se ha venido abajo y no se vislumbra alternativa. Del mismo modo que los partidarios del Brexit han disuelto el modelo de convivencia del Reino Unido con la UE sin disponer de alternativa ninguna, así ocurre con quienes han dinamitado los modelos de relaciones sociales de producción históricamente consolidados sin disponer de plan alternativo. El vacío al que se enfrenta la sociedad británica por su salida ya estaba prefijado por la nada en la que la desaparición del modelo de relaciones ha convertido la expectativa social de los ingleses (y al resto de los europeos) A todos los damnificados por la eliminación del espacio de la práctica de la razón productiva, nos aboca a la sinrazón, al ejercicio de la improvisación que influye  en el momento de la toma de decisiones propendiendo a que se imponga lo circunstancial, lo incoherente y lo de escasa efectividad sobre aquello que fundamenta la razón y la utilidad (si Hume levantara la cabeza volvería a morir, de frustración esta vez)

El modelo demolido de relaciones sociales de producción, no solo establecía mecanismos compensatorios para el reparto desigual del poder entre el capital y el trabajo, también introducía mecanismos de legitimación de la producción, forzando al sistema de producción a generar bienes y servicios de utilidad social y de calidad demostrable. Desaparecidos los controles de garantía y la referencia a la honestidad, el modelo emergido apuesta no solo por reducir el papel de trabajo deflactando los salarios y extinguiendo los beneficios sociales, va mucho más allá, literalmente se desboca. Sin contrapoder opta por la producción low cost y el desprecio a la soberanía de los consumidores imponiendo servicios y productos de mierda en un contexto de producción de mierda.

Su lógica confusa pero victoriosa se traslada a la organización social y por ello caminamos hacia sociedades de mierda, desiguales, inmisericordes, racistas y autojustificadas con el beneplácito del tiro en el dedo gordo del pie. Pero cuidado, el siguiente disparo podría afectarnos un poco más arriba.

¿Por qué tanta gente se dispara en los pies últimamente?