viernes. 29.03.2024

Más Ciencia y menos Innovación

Apostemos por la ciencia, pues más ciencia supone de hecho una mayor y mejor orientada innovación...

Apostemos por la ciencia, pues más ciencia supone de hecho una mayor y mejor orientada innovación

Pierre Bourgignon acaba de ser nombrado director del Consejo Europeo de Investigación, órgano vinculado a la Comisión Europea que se encarga de valorar y apoyar financieramente las iniciativas y propuestas de investigación científica en Europa. En una de sus primeras declaraciones como responsable del consejo, juzgaba la situación de la ciencia en España y se apenaba por el obvio declive de la misma, que considera resultado de la falta de inversión en la materia y de la retirada de recursos.

Su pena era aún mayor al exponer la importancia del avance científico para abordar un nuevo tiempo definido por la incertidumbre. La ciencia es la actividad humana que mejor ha sabido combinar el anhelo vital propio de la condición de hombres y mujeres frente a las turbulencias del provenir. La ciencia parece convivir de manera razonable con la necesidad de improvisar y recrear continuadamente un nuevo mundo, una manera distinta de entender nuestro futuro por cambiante que éste pueda llegar a resultar.

Nuestro mundo está sometido a un proceso continuo de transformación, y el campeón de la mutabilidad y del cambio es el modelo de producción y distribución de bienes y de servicios. La economía entendida como sistema de reciprocidad entre los seres humanos es el más cambiante de cuantos sistemas hemos desarrollado. Ningún elemento del sistema general de producción se mantiene estable, invariable o a salvo del vaivén de los acontecimientos. A la evolución del mismo le sucede algo que ya es un axioma en la ciencia: aceptar que la única certidumbre que podemos abrigar es reconocer que nada va a ser en el futuro como esperamos que vaya a suceder.

La ciencia nos ha enseñado a dudar de todo logro, a poner en entredicho toda conquista, a relativizar toda verdad. La ciencia se faja entre el principio de incertidumbre respecto de cualquier dato y la falsación de toda regla, y es esta lucha sin cuartel la que nos marca el camino para afrontar todo futuro que no dependa de la voluntad de dioses o del favor de piadosas vírgenes. La ciencia marca el camino de la innovación, pero no es sinónimo de innovación.

La innovación es una pulsión enjaretada en la ciencia, unida a ella actuando como ariete del futuro, es la especialización del pensamiento que sin duda sufre con mayor fuerza el impacto que produce el contacto con lo que está por venir. Innovar es enfrentarse al futuro, y hemos de ser conscientes de que una parte importante de  nuestro esfuerzo innovador es baldío, pero al no saber que parte lo es, hemos de mantener todo el esfuerzo. Ese es el drama, pero también es la épica de la innovación apoyada en la constancia y el progreso de la ciencia.

Para aminorar la angustia provocada por la falta de certezas, el proceso general de innovación ha estado tradicionalmente dirigido por el modelo de pensamiento de tipo convergente. Modelo que propone acotar el proceso de resolución de problemas hacia esferas de dominio expertas (generalmente técnicas probadas). Este modelo de enorme éxito y capacidad resolutiva arrastra algunas deficiencias. Los retos de la innovación comienzan a desbordar ese marco de pensamiento. Ya no es suficiente, no basta una mejora técnica, se requieren formas auxiliares de acometer la resolución de problemas y en este contexto aparece el pensamiento divergente que propone la resolución heterodoxa frente a la respuesta pautada. La creatividad y la producción simbólica propias del pensamiento alternativo próximo al mundo de la ciencia y de la producción cultural, se manifiesta como referente propicio, dado que hunde sus raíces en la abstracción y el tratamiento simbólico de la realidad, del mismo modo que las técnicas lo hacen, pero desde una posición abierta no determinante.

Resulta esencial para el futuro del progreso social, al que volveremos sin duda superada la actual rancia visión teocéntrica impulsada por los gobiernos conservadores de tantos países, redefinir el concepto y las políticas de innovación. No puede seguir siendo un registro administrativo de entes públicos o privados que han sido capaces de obtener apoyo por parte de los organismos que luego editaran las cifras. Esto es un absurdo lleno de tautologías que nos obliga a dar vueltas en torno a la simpleza, la reiteración y el sectarismo tecnológico que tanto repugna a la ciencia.

Apostemos por la ciencia, pues más ciencia supone de hecho una mayor y mejor orientada innovación.

Más Ciencia y menos Innovación