jueves. 28.03.2024

Lasquetty ¡A la ducha!

Vaya por delante que no soy forofo de ningún deporte. Me gusta, eso si, el evento sociológico que supone la reunión de jugadores, medios y espectadores...

Vaya por delante que no soy forofo de ningún deporte. Me gusta, eso sí, el evento sociológico que supone la reunión de jugadores, medios y espectadores que se produce cada vez que una disputa deportiva se pone en marcha. Hay algo tribal, algo mágico y algo sincero al mismo tiempo en este tipo de reunión que se echa en falta en otros actos sociales. Los encuentros deportivos desencadenan un alud de figuras alegóricas formadas por himnos, colores, cánticos, pancartas, etc. que convierten el estadio o la cancha en una representación a escala de lo que ocurre en otros ámbitos sociales, pero con menos signos patentes. En ese sentido son experimentos sociológicos a escala más o menos controlados.

Pero no quiero rivalizar en hermenéutica con Valdano, ni quiero teorizar sobre algo que todos intuimos. El deporte espectáculo es un espejo en el que se reflejan todas o muchas de la circunstancias presentes en nuestra sociedad, también algo espectacular y ficticia. Y lo tengo tan asumido que con mucha frecuencia analizo los sucesos de la vida política filtrada por el escrutinio que creo que de ella se haría en un evento deportivo.

Por ejemplo, el pasado día 27 por la tarde el extinto consejero de sanidad de Madrid Lasquetty presentaba su renuncia por responsabilidad ante la imposibilidad de llevar adelante su reto, su hazaña personal, por resultar inaplicable su intento de privatizar la sanidad pública de la comunidad de Madrid. Ha tenido que marcharse. Y en estos días he oído toda clase de comentarios y de elucubraciones sobre la cuestión, sobre si ha perdido una batalla política batido por el pundonor, la fortaleza y la determinación de médicos, enfermeros, pacientes, usuarios, etc.

Seguro que ha sido así. Lasquetty ha perdido y la sociedad madrileña, y puede que la del conjunto del estado ha ganado. Pero desde que oí la noticia, a mi mente sólo llega un atronador cántico que tantas veces he odio en las canchas de baloncesto cuando un jugador es eliminado por cometer cinco faltas personales: ¡¡¡A la ducha, a la ducha, a la ducha por cabrón!!!  

No se le lanza al jugador eliminado este exabrupto con ánimo pendenciero ni rencoroso. Es más bien una forma burlona de hacer entender al interpuesto que su conducta a lo único que le ha llevado es a la ducha, a un lugar en el que los hilillos de agua fría quizás les devuelvan a la realidad y a asumir sus errores provocando faltas al fair play, daño a terceros y ensuciando el juego general. Algo que, como podrá advertir el lector, se parece mucho a lo que hacen algunos políticos respecto del juego general de la vida: faltan a la honestidad, hacen daño a muchos de sus conciudadanos y convierten nuestra vida (la única de que disponemos) en algo farragoso, turbio y en muchos casos humillante.

Así es que a la ducha, a la ducha por ramplón, por hacer que el milagro de nuestra vida sea mancillado y entumecido por la idiotez brutal de éstos que se consideran los “elegidos” sólo por que estuvieron en el lugar adecuado y en la papeleta favorecida. A la ducha todos aquellos que se creen por encima de las reglas aceptadas y del sentido común solo porque ellos son capaces de inventar otras que les favorecen.

Tengo una larga lista de representantes políticos que merecerían ir a la ducha, ya mismo. La lista no está inacabada y cada quien pude poner sus favoritos, como siempre ocurre entre los espectadores todo match:

Ignacio Gónzalez, a la ducha por marrullero y encubridor.
Montoro a la ducha por desequilibrar en tiempo de descuento las balanzas fiscales autonómicas.
Cospedal y su marido a la ducha porque siempre juegan sus partidos en diferido.
Fernández Díaz y Fátima Báñez a la ducha por dopaje místico (virgencinina)
Gallardón a la ducha por fuera de juego reiterado.
Soria a la ducha por despliegue excesivo de energía.
Ana Mato a la ducha por simulación de lesión y negarse a “jaguar”
(Continúe usted, lector)
Y por favor entre todos, llevaos a la ducha a Ana Botella, que si no es así, no la encuentra ella solita.

Lasquetty ¡A la ducha!