jueves. 25.04.2024

Hacer, no mantener

Los fenómenos disruptivos en la política tradicional que suponen los nuevos experimentos de tipo 15M, Occupy Wall Street...

Marcel Duchamp es una de las personas más influyentes de la historia del siglo XX. Aunque se le relacione directamente con el arte, su pensamiento, su obra y por tanto su legado va mucho más allá del arte, al que combatió cuando el arte se presenta como una actividad trivializada destinada a llenar salas de museos y comedores palaciegos, perdida así su capacidad transformadora y su activismo para quedar reducido a un mero hábito estético más o menos aceptado socialmente.

Su radicalismo frente al arte se traslada al radicalismo social, tan en boga hoy, pero que ya se dejó ver en los movimientos sociales de los años sesenta, que encontraron en la manifestación pública y en el protagonismo performista  su rechazo a las formas de hacer política y encauzar las aspiraciones de las personas a través de mecanismos preestablecidos,  a través de instituciones políticas tan encorsetadas como lo es un museo para la actividad artística[i].

En sus obras, de las más articuladas y elaboradas (como el Gran Vidrio) a las más sintéticas y retadoras (los ready mades), la pasión por hacer, por proponer, por avanzar y por descubrir  son una característica inmediata que impacta en el observador. Ante sus obras uno siente que la vida aún está por hacerse. El propio Duchamp lo expresaba en alguna de sus reflexiones que nunca escatimó para acercar su obra a una correcta comprensión. Arte es etimológicamente una palabra que significa hacer, decía en una conversación con personas interesadas en su reflexión. Arte es hacer que las cosas sean distintas y esto puede hacerse manipulando la materia con las manos y las herramientas habituales entre los artistas o utilizando otras, sobre todo las herramientas intelectuales que intervienen en la construcción de los símbolos de nuestra vida.

Arte es hacer, y es lo contrario a mantener. Hacer es proponer continuadamente una búsqueda que aún con dificultades lleva a distanciarse de lo dado. Mantener es insistir en otorgar vigencia a lo caduco,  a lo que no funciona, a lo que aunque pudo tener su utilidad en el pasado ya sólo es cosa de museos, para verlo como una distracción ajeno a nuestra propia vida y los intereses de hoy. 

Quien crea que el arte tiene una dinámica diferenciada de la vida social y política desconectado de las necesidades que un mundo en erupción como el actual requiere, no sólo está equivocado, peor aún, está perdiendo la oportunidad que el arte otorga para intervenir en la creación de nuevos momentos, de nuevas vivencias, de nuevas posibilidades y de nuevas lecturas que llevan a ensayar y construir propuestas de acción en lugar de buscar cómo arreglar y mantener las existentes, por ineficientes que se manifiesten. La corrupción tiene más que ver con la inercia y el mantenimiento de lo dado (lo que se conoce como el estatus, su reconocimiento y acatamiento), que con una perversión ética.

Los fenómenos disruptivos en la política tradicional que suponen los nuevos experimentos de tipo 15M, Occupy Wall Street,  Guanyem, etc. están viéndose acosados y acusados de suponer un peligro de ruptura por su inhibición en el mantenimiento de estructuras e instituciones consolidadas.  Y puede que los acosadores estén en lo cierto, que sea así, pero desde luego prestan muy poca atención a la motivación del entramado social del que surgen, que se ha puesto a hacer cosas nuevas, a recuperar ideas abandonadas, a restablecer principios abolidos y en general a tejer, a hacer que un nuevo modo de organizar la vida política se convierta en realidad y reemplace al anterior. El establish y toda su corte mediática e institucional denuncia y hasta se mofa de la actitud diletante de la contestación ciudadana por su descompromiso con la herencia recibida. Se les acusa de  olvidar el mantenimiento de las instituciones y de las reglas, no respetan las normas y leyes dicen a veces. Tanto es así que incluso se piensa en quebrarlas de manera preventiva no vaya a ser que acaben ganando en las urnas y desmitificando el sentido que pueda tener concentrar el mayor gasto en el mantenimiento de instituciones necrosadas que si no han tumorado por sí mismas, son tejido limpio para la saña de la corrupción.

El activismo contestario no parece tener mucha vocación por mantener un modo de organización social sobrepasado y expuesto a la degradación estructural, más bien parece involucrarse en la creación de un modo de vida menos injusto, menos alienante, más participativo y más responsable. Y, obviamente, hay muchas cosas por hacer. Duchamp de nuevo entre nosotros diciéndonos haz arte, haz política, haz vida, haz…


[i] Recomiendo a quienes se sientan interesados por esta cuestión  acercarse a la tesis doctoral del artista Fernando Baena

Hacer, no mantener