viernes. 19.04.2024

Hablamos de salarios low cost, no de trabajo low cost

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Repartidores, reponedores, mantenedores, montadores, impresores, constructores, y un largo etcétera de actividades susceptibles de ser alejadas del núcleo de los negocios, forman esa legión de trabajadores low cost

Low cost es un anglicismo con el que se hace referencia a algo rebajado, asequible, de baja calidad que aunque no cumple con todos los estándares compensa debido a su bajo coste. El comprador disfruta de una rebaja en el precio y el vendedor obtiene beneficio de una economía de escala basada en la multiplicación de las ventas. Así funciona esto del low cost que se ha convertido en el marchamo de lo barato, incluso lo despreciable.

En la actualidad tanto en los medios generales como en los más especializados en economía del trabajo se produce una referencia constante a las experiencias laborales de tipo low cost, es decir experiencias de empleo de muy baja calidad. Sin tener que hacer una clasificación precisa, un repertorio completo, todo el mundo entiende que se habla de los trabajos precarizados que inundan los sectores emergentes de servicios y las actividades terciarizadas de los sectores industrial y logístico transformados por impacto de las nuevas tecnologías. Aunque es cierto que el avance tecnológico expone a empleos de la actividad profesional médica, legal, ingeniería técnica, etc. a un proceso de laminación low cost, lo cierto es que el grueso de empleos de esta indeseable modalidad se encuentra entre los que componen el mundo gig, el laburo que dicen los argentinos y que nosotros aquí podríamos traducir por “un curro”. Repartidores, reponedores, mantenedores, montadores, impresores, constructores, y un largo etcétera de actividades susceptibles de ser alejadas del núcleo de los negocios, forman esa legión de trabajadores low cost, que todo indica va a seguir creciendo por el impacto continuado  de las tecnologías digitales y centuplicado por la aparición efectiva en producción de autómatas y robots gobernados por lógicas de inteligencia artificial. Es decir que la cosa va a más, el ingreso de diseñadores, evaluadores, asesores, controladores, etc al target de empleos susceptibles de ser convertidos en trabajo low cost, está al caer.

Pero no deseo entrar en futuribles, aunque haya que hacerlo. Quisiera aprovechar la atención de lector sobre la conformación actual de la relación salario de mierda en entornos de trabajo low cost. Todos conocemos a personas que bracean como pueden para tratar de sostenerse en esa situación.  No se requiere mayor aclaración. Lo que si necesita de perspectiva y análisis crítico es la visión generalizada de que, aunque injusta la situación, en realidad resulta de una derivada de la simplicidad de los empleos que caen en el agujero negro de la precarización low cost. Es como si de manera tácita hubiese un consenso sobre que estos empleos son tan elementales que puede rebajarse el salario de quienes los ejecutan porque responden a una accesibilidad proverbial, están al alcance de cualquiera.

Estirando esta idea hasta hacerla converger con la ética de la responsabilidad que introduce referencias pecaminosas y atrae a la escena la culpabilización del sujeto trabajador, generalizando en parte la aceptación de que quienes se ven en esta situación hasta lo merecen por no haberse esforzado lo suficiente en sus años de preparación y de formación. De manera implícita la tesis, tan extendida que mitiga la rebeldía frente a esta inaceptable situación, viene a decir que los empleos bajo condiciones low cost son el resultado de la simplificación de las tareas requeridas que por ello pueden dejarse en las manos de los más zotes o los menos preocupados por su instrucción. La cualificación profesional para ejecutar las tareas de dichos puestos vendría a ser tan básica que no puede introducirse como variable en la contrapartida del precio del trabajo o salario de intercambio por la compra de fuerza de trabajo.

Obviamente esto no es así, el desequilibrio en las condiciones laborales, incluido el magro pago salarial, responde a la ecuación que relaciona el trabajo y el capital que habrá de resolverse en algún momento. Pero sobre todo esto no es así desde la perspectiva del capital humano y la dotación profesional que contiene el común de los empleos sometidos a la dictadura low cost, que desbarata la falsa idea de que son trabajos de perfil muy bajo en sus requerimientos de dotación cualitativa.

Para ejemplificar el error de interpretación, quisiera situar al lector en la tesitura de contexto de trabajo de prácticamente todos los empleos low cost: se requiere terminal telefónico para su desempeño. Las órdenes de trabajo y la ejecución de tareas se hallan conectadas de manera insoslayable a un terminal. Pero atención, un teléfono multimedia al uso  es un dispositivo que pone en la vida de cada usuario un escenario de experiencias y conocimientos que recrea un espacio cultural del que ni siquiera disfrutaron los príncipes renacentistas italianos o el mismísimo Luis II de Baviera. Para sofisticar su espíritu con la música éstos debieron contratar orquestas y autores. Para ensanchar sus experiencias plásticas, pintores y tejedores. Relatores y poetas para adentrarse en narraciones y aventuras, y así se creó el mundo de la gran cultura, que ahora todo trabajador low cost porta en su bolsillo y alimenta continuadamente su cabeza y su corazón.

Así es que no quiero volver a oír hablar de simpleza en la ejecución de las tareas de los trabajadores malditos por el trágala de la imposición capitalista. El salario es de mierda, el trabajador un heraldo de la evolución humana.

Hablamos de salarios low cost, no de trabajo low cost