jueves. 25.04.2024

El crédulo y el cínico

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Dice Hannah Arendt en su análisis de los orígenes del totalitarismo que hay dos elementos que resultan necesarios y que resultan decisivos en el auge del totalitarismo. El primero de ellos es la disolución de la lucha de clases como factor de posicionamiento político, y el segundo es el triunfo de la mentira como hilo narrativo. Para que ambos fenómenos se conviertan en motores del auge del totalitarismo es necesario que se produzca una transformación social básica por la que las clases en que se estructuran las sociedades dejen su lugar a un compost heterogéneo que denomina masa.

Los hombres y mujeres adscritos a sus clases de referencia, proletaria, burguesa, aristocrática o élites directivas poseen una visión del mundo y un mirada puesta en el futuro que dicta los elementos básicos de sus reclamaciones y expectativas políticas. Lo que en lenguaje marxista es la conciencia de clase, remite o desaparece cuando los individuos pierden las referencias y actúan como masa informe. Los sujetos atomizados en la masa quedan, de algún modo, desvalidos y a merced de cualquier discurso, por fanático o lunático que pueda resultar. Cuando esto ocurre, cuando entra en acción el discurso totalitario basado en la distancia respecto de la veracidad de los hechos, el sujeto masa reacciona asumiendo dos actitudes sucesivas y complementarias. Primero se muestra crédulo ante la tontería más grande jamás contada y, si los hechos son incontestables y evidencian la mentira, se pone en marcha la respuesta cínica. Tras haber aceptado cualquier marcianada, se acoge uno a la idea de que quizás aquello no era cierto, pero las versiones alternativas tampoco son del todo válidas. Así actúa la masa en sucesivas presentaciones de su vis crédula y de su vis cínica.

Las sociedades masa son campo fértil para el crecimiento del totalitarismo

Penséis lo que penséis, estas reflexiones no están inspiradas por las lecciones que el trumpismo ha dado a cuantos observadores de lo social se hayan interesado por el fenómeno totalitario de los últimos años, sino que fueron escritas en 1948 y forman parte de la visión de Arendt del auge del nazismo y del estalinismo. Las sociedades masa son campo fértil para el crecimiento del totalitarismo. Traspuesto a nuestros días, en los que tantos émulos y émulas surgen por doquier, hay dos lecciones a extraer, primero evitar que las dinámicas de clase desaparezcan diluidas en la grumosa masificación, segundo estudiar la historia para no repetir los mismos errores que auparon al nazismo y el estalinismo.

Cosa complicada. Las masas sustituyen a las clases históricas por la decantación de la evolución social, eso que ahora llamamos la clase media, el premio que buscan todas las formaciones políticas. No es una clase, sino un amalgamado heterogéneo con perfiles de masa que tiene sus raíces en el cumplimiento de la evolución económica de las clases populares  y la pérdida de poder de las clases burguesas y directivas. Las libertades políticas y económicas están dadas, la delegación del poder es otra cosa, es la cuestión del totalitarismo.

Sin clase ni proyecto propio de autodefensa, la masa deviene crédula. El blindaje que ofrece una posición política de clase se ha convertido en un coladero por el que penetran toda suerte de estupideces, una amplia gama de fantasías, un chorro de informaciones falsas y una narrativa repleta de  interpretaciones pueriles destinadas a apaciguar la inquietud cerval que atenaza al sujeto masa desprotegido. Como decía más arriba, cosa complicada, pues si parece que se dan razones históricas objetivas en el desclasamiento tradicional, es un hecho que se multiplican los canales de acoso al sujeto desmembrado conectado tan solo por una red meliflua que le acerca a los otros átomos de la masa.

La salida a esta crítica situación pasa por la generación de estructuras sociales defensivas. Las consecuencias destructivas del totalitarismo no pueden combatirse mediante discursos racionales amparados en la verdad y la honestidad, algo más que el horror a la crueldad y la barbarie debe interponerse entre los ciudadanos y los intentos totalitarios de ocupar el poder de regular nuestras sociedades. No hay otra repuesta que el activismo, el actuar en tantos escenarios como la dinámica social genera en orden a  disponer de posiciones política frente a éste, éste y estos otros mil proyectos sociales. Desnudar la mentira del su poder demiúrgico para explicar todo es la única forma de avanzar en la realización de un mundo mejor.

Frente al totalitarismo activismo pues. Pero un activismo envolvente y no directivo, pues se trata de que todo sujeto se vea y sienta como sujeto y no como predicado de la acción política. En esto hay cierta garantía en la articulación de movimientos de la izquierda en Europa que apuestan por la creación de plataformas de acción política fundadas de abajo a arriba, estructuradas por grados crecientes de activismo político, del medioambiente a la lucha por la igualdad y el combate a las discriminaciones de raza, sexo o credo.

Sé que esto suena a arenga, pero es la forma de combatir la decepción ciudadana de las sociedades en red (Castell), es la vía para evitar caer en la credulidad y el cinismo. Si necesitas un ejemplo de lo que digo, repasa las declaraciones de un famoso periodista deportivo que asegura haber cambiado el signo de su voto después de haber leído un libelo parafilosófico. Su cinismo nada tiene que ver con sus intereses inmobiliarios, es mera casualidad ¿no lo crees?

El crédulo y el cínico