viernes. 29.03.2024

Las cartas bocarriba

naipes

El juego es elemento esencial de esta comedia bufa en que hemos convertido la vida, una historia mediocre que parece un capitulo serial de tipo Netflix, no hay grandeza dramática sino efectismos encadenados. El juego promueve la ligereza moral y el descompromiso social propios del arrebato, pero también trae entretenimiento fácil y visos de realidad. El juego no sustituye a la realidad, por más que algunos lo deseen, pero actúa como vía de servicio, te desvías por ella no para llegar a tu destino, pero sí para tomar un café, repostar o comprar algún diario, para entretenerse y descansar vaya.

El juego es contingente, la vida es necesaria habría dicho el gran Cuerda. Lo que es lo mismo, la realidad es, el juego lo practicamos para abstraernos puntualmente de ella. Y se puede hacer de varias formas. Yo aquí quiero dedicar unas líneas al excitante juego de las cartas que se ha disparado en las últimas semanas. Pero no me refiero al juego de naipes, de cartas de casino hortera o de bar de pueblo, si no a esas cartas que circulan por ahí y que revelan qué distancia media entre la realidad y su contrapartida lúdica. Hablemos pues de ese juego de cartas mostrando bocarriba tres de ellas.

La carta de los 150, de los cientocincuenta intelectuales norteamericanos entre los que se encuentran Chomsky, Rusdhie, Zakaarias, o Fukuyama. Carta nebulosa dirigida a sí mismos, es decir a las instituciones y a los medios que difunden la voz de la inteligencia para que redoblen la apuesta por la libertad de opinión y modulen la función arbitral de la propia inteligentsia ante la divergencia, la disparidad e incluso el error bienintencionado. Vienen a solicitar a la sociedad que les dispensen de tener que actuar siempre como tacañones, apuntando con el dedo bien firme sobre todo aquello que huela a dudoso, porque creen que la duda es una propiedad inherente al cuerpo social y no debe ser materia reservada de nadie. Los firmantes de esta carta parece que juegan al pilla pilla. Si corro te pillo, pero el fin del juego no es pillar sino correr, ejercitarse, estar ágil y flexible.

Parte de la intelectualidad española se ha sumado a esta carta pero con la actitud propia del juego de las películas, yo gesticulo y tú adivinas ¿cuál es la película? Pues sí, malditos progres.

La carta de los 83, de los ochenta y tres superricos que piden que por favor dejen de llenarles los bolsillos con dinero de lo que antes fue una deuda inaceptable y les eleven los impuestos de una maldita vez. Tindall, O´Farrel o Curtis entre otros dirigieron su misiva al comité de organización del G-20, para advertirles, por si les había pasado desapercibido, que la desigualdad entre ricos y pobres ha superado la barrera de la cuestión moral y se ha convertido en una cuestión de racionalidad económica. Si el dinero llega siempre a los mismos monederos, dicen en su carta, el círculo mágico de la producción y consumo base de la economía del siglo en curso se atasca, todos perdemos y los que más tenemos perdemos más. Pensamiento simple pero de una lógica que no parece llegar a todas partes. Soros e incluso Buffet ya habían anticipado la cuestión que el Covid ha acelerado, pero aquí en España los ricos han preferido exponer en su carta un mensaje de caridad, no de justicia social ni de racionalidad. Para todo lo demás, golpear el menaje del hogar.

La carta de los 65, de los sesenta y cinco millones de euros que con uñas y dientes defiende la entrañable amiga Corinna, chivándose del rey padre. Esta carta, que podría ser tenida por ejemplo de realismo mágico, no ha convocado intelectuales próximos al estilo literario como Vargas Llosa hizo respecto de la carta de los 150, pero sí ha traído a escena a algunos ricos, no firmantes de la carta de los 83, que sí se han significado en el juego del mentiroso perdiendo o dejándose ganar y tener que pagar viajes nupciales reales.

Como veis, el juego de las cartas es muy interesante por lo que tiene de entretenimiento y por lo que dice de la comunidad que se entrega a ellos, del modo que lo hace, cómo y con qué objeto. La grande, la carta de los 150, no ha merecido aquí más que un lo que diga mi compañero, propio de jugador de mus timorato. La carta de los 83 ricos apostando por la redistribución de la riqueza, el juego de pares en el mus, ha sido claro, no tengo. Todo se lleva a la chica, a la carta de Corinna en este caso. Venga de envites y contraenvites, ya veremos si esto acaba en órdago, pero es bueno recordar lo que dice el manual: jugador de chica, perdedor de mus.

Lamento el enredo de este último párrafo para quienes desconocen el folclórico juego del mus. Traduzco para ellos, el desvelamiento de las cartas muestran en primer lugar lo poco que nos interesa la apuesta a largo plazo vinculada a la vigilancia intensiva sobre el pensamiento y su relación con el desarrollo. En segundo lugar manifiesta lo extendido que está el ocultamiento  del protagonismo de los agraciados cuando lo que se exige va más allá de firmar acuerdos provechosos y contratos para flipar en colorines. En tercer lugar que la carta relevante, la que muestra nuestra querencia en el juego es la que tiene que ver con lo  puntual y lo morboso no con la redirección del sentido de nuestra organización social (si fuera un juego). 

Un país que ha mandado al exilio varias veces a la monarquía, el croupier de la mesa de juego, no puede depender de que en el backcoffice haya una máquina para contar dinero. Eso es juego menor y condena a no poder romper la baraja.

Las cartas bocarriba