viernes. 19.04.2024

Peleas familiares

Si el concepto “sentido de Estado” suena a algunos como demasiado solemne o caduco, sustituyámoslo por el más asequible -aunque más escaso- de “sentido común”.

Al fijar la fecha de las elecciones generales para el 20 de diciembre, don Mariano Rajoy ha conseguido enturbiar el clima político nacional y fracasar en su intento de consolidar una mayoría de centro-derecha que le permitiera administrar unos Presupuestos que condicionarán toda la legislatura, pero, además, ha logrado llevar la intranquilidad y la crispación a buena parte de los hogares españoles. Ha convertido unas celebraciones familiares en un terreno abonado para las discusiones a cara de perro, la exhibición de los votos de cada uno como un trofeo, y ha obligado a que alguien con autoridad patriarcal o matriarcal diera un puñetazo sobre la mesa, temblara la cristalería reservada para la ocasión, y prohibiera hablar de política.

Mi primer comentario, minutos después del recuento oficial de votos, fue: “Un país ingobernable”. Días después, tras la avalancha de encuentros entre líderes, debates televisados, declaraciones entrecruzadas, maniobras en la sombra y hasta un mensaje solemne desde el Palacio Real, nada me hace variar esa triste reflexión de urgencia. La razón empuja a creer, sin embargo, que todavía hay tiempo para dar la vuelta a ese pronóstico negativo, porque sería impensable que en el contexto de desafíos que afronta España no se imponga un punto de cordura entre los dirigentes políticos, que interpreten el mensaje de un tiempo nuevo en el reparto de fuerzas, pero también de responsabilidades, superen las disquisiciones nominalistas y las dudosas rentabilidades partidistas y, al fin, hagan viable un acuerdo basado en puntos programáticos. Un proyecto de gobierno que, posiblemente, habría de dar paso a un nuevo ciclo electoral en el plazo máximo de dos años.

Durante esos meses, el ejecutivo encargado de gestionar la actual crisis institucional, se examinaría con hechos y no con palabrería. Veríamos si era sincera la voluntad de diálogo y el orden de prioridades. Si pueden convivir juntas sensibilidades muy distintas y enfrentadas hasta hoy mismo con graves descalificaciones mutuas, que trascienden a la dirigencia y enconan a los partidarios de los distintos colores…hasta en las cenas familiares. Para llegar a esa meta van a hacer falta líderes y partidos sólidos. Resolver cuanto antes las querellas internas y ejercer una pedagogía social alejada de la venta de promesas de imposible cumplimiento. En definitiva, valorar a los ciudadanos españoles como unos adultos con muchos años ya de democracia a sus espaldas y no como unos hooligans a los que azuzar para que griten y agredan al contrario.

El ejemplo de una Cataluña sin gobierno durante meses, al albur de unas votaciones sospechosas e interminables, debiera estar operando ya como un revulsivo o una vacuna en el ánimo de todas las fuerzas políticas y en los sectores influyentes en los ámbitos económicos, financieros y mediáticos. Es cierto que Italia ha sobrevivido a la inestabilidad. “porque está llena de italianos” -se ha dicho con agudeza- y que Bélgica puede aguantar 500 días sin gobierno. Malos ejemplos para España. Mejor sería contemplar a nuestros vecinos atlánticos y mirar atentamente la fórmula portuguesa, a pesar de algunas dificultades en los pasos iniciales, de ahormamiento, pero donde incluso el partido conservador, desalojado del poder por una coalición, no duda en apoyar alguna medida que el primer ministro socialista necesita sacar adelante.

Si el concepto “sentido de Estado” suena a algunos como demasiado solemne o caduco, sustituyámoslo por el más asequible -aunque más escaso- de “sentido común”. Tal vez, mucho mejor: “sentido de lo Común”. Eso que hace que en las fiestas familiares, acallados los gritos de extremo a extremo de la mesa, se brinde en común y se vierta una lágrima por los que faltan. Todo, antes de que alguien se sienta con autoridad para dar un puñetazo en el mapa y nos prohíba hablar de política…o hacerla.

Peleas familiares