viernes. 19.04.2024

Los planteamientos militares ante la Gran Guerra: las consecuencias fatales

El estudio de los planteamientos militares de los principales países contendientes en la Primera Guerra Mundial...

El estudio de los planteamientos militares de los principales países contendientes en la Primera Guerra Mundial, en este año del centenario de su estallido, nos permite conocer las causas que explican que esta contienda fuera tan larga y sangrienta, precisamente porque, a pesar de lo estudiados y elaborados que estaban, obviaron muchos factores que, muy pronto, demostrarían ser determinantes. Este artículo pretende acercarse a esta cuestión.

En vísperas del estallido de la Primera Guerra Mundial imperaba en los estados mayores de las principales potencias europeas una filosofía estratégica marcadamente ofensiva. Este planteamiento partía de la necesidad de movilizar ejércitos de masas en ofensivas que serían definitivas porque asestarían golpes mortales al enemigo, por lo que la guerra sería necesariamente corta. Pero esta estrategia obviaba una serie de factores que, cuando estallaron las hostilidades, demostrarían que la previsión de guerra corta era completamente errónea.

En primer lugar, parecía obvio que una masa de soldados podía ser determinante a la hora de vencer, pero para concentrar un número altísimo de efectivos humanos era necesario contar con medios de transporte adecuados. El ferrocarril permitía transportar muchos soldados y en poco tiempo desde los cuarteles y ciudades hasta las estaciones terminales, pero otra cuestión muy distinta era cómo llevar a los soldados desde esas estaciones hasta el frente. Aunque ya se conocía la automoción, los vehículos todavía no estaban tan desarrollados como para transportar miles de hombres, aunque luego se avanzaría en este terreno como demostrarían los franceses. Además, había que organizar complejísimas líneas de aprovisionamiento a lo largo de la marcha de los soldados, precisamente por el tamaño de los ejércitos.

La obsesión por la concentración de grandes masas de soldados no tuvo en cuenta otra cuestión fundamental que tenía que ver con los problemas que se derivaban del empleo de las nuevas y sofisticadas armas, fruto de los avances tecnológicos de la Segunda Revolución Industrial. El armamento moderno podía apoyar y facilitar mucho a la masa de los soldados en la ofensiva pero, del mismo modo, fortalecer las defensas del enemigo y frenar una ofensiva en seco. Así pues, podría ocurrir, como de hecho pasó, que las trincheras frenaron ataques masivos. Al parecer, ya existía el precedente de la Guerra de Secesión americana pero no se tuvo mucho en cuenta.

Si la guerra se estancaba, variaban necesariamente los factores determinantes para poder ganarla. En este caso, vencería aquel bando que tuviera más recursos humanos, económicos y tecnológicos para poder resistir una guerra intensa y total. Y esta es la principal causa de la victoria aliada en 1918, porque los aliados contaban con sendos imperios coloniales de recursos ilimitados y, al final, con el concurso de los Estados Unidos a su favor.

Los planes específicos de guerra de las potencias contendientes se basaban, como hemos indicado, en la idea de la ofensiva total, aunque con matices en cada caso, en función de las peculiaridades de cada país y de cuestiones geográficas.

En Alemania, el plan de guerra llevaba el nombre del militar Schlieffen, sucesor de Moltke en la jefatura del estado mayor. Schlieffen tuvo en cuenta dos factores a la hora de elaborar su plan. En primer lugar, la alianza franco-rusa había puesto de manifiesto el problema que tanto había obsesionado en su día a Bismarck, es decir, la existencia de dos frentes, en el oeste y en el este. Pero además, el militar alemán era conocedor que aunque el ejército ruso era inferior en efectividad, el francés no, y desde la derrota de Sedán se había reforzado considerablemente.

El plan consistía, por consiguiente, en dedicar los mejores efectivos militares al frente occidental para forzar con una gran ofensiva la derrota francesa para después volverse hacia el frente oriental y atacar al ejército ruso, aprovechando la presumible lentitud de su movilización, habida cuenta de las evidentes carencias de transporte del Imperio zarista. Pero para vencer a Francia hacia falta no solamente una gran concentración de efectivos en el frente occidental, sino que había que sorprender al enemigo. El medio para hacerlo era atacarlo por donde no lo esperaba, por Bélgica, país neutral y en cuya frontera los franceses no habían destinado fuerzas militares de importancia, ya que París habría concentrado su ejército en la frontera con Alemania. Schlieffen era consciente que un ataque a Bélgica provocaría que la opinión mundial se levantara contra Alemania, por lo que para evitar el escándalo y la enemistad general, había que provocar a Francia para que atacase a Bélgica. Para ello, los alemanes debían concentrar su ejército en su frontera con los belgas pero sin invadir el país. Los franceses, al ver que podían ser desbordados por este flanco, invadirían Bélgica. Pero esta parte del plan fue abandonada por el sucesor de Schliefen, Moltke, el sobrino del primero. El nuevo jefe del estado mayor pensaba que era prioritario tomar Lieja, la principal fortaleza belga, por lo que decidió atacar a Bélgica, arruinando las prevenciones del plan primigenio. Ese no fue el único error alemán. Moltke temía la fuerza del ejército francés en su flanco izquierdo donde, además, Francia había levantado potentes fortificaciones como la de Metz. Moltke pensaba que los franceses atacarían en una gran ofensiva por esta zona. Esa fue la razón por la que destinó más unidades militares de las previstas a la frontera con Francia, debilitando la fuerza ofensiva del ataque por Bélgica hacia París.

Francia, por su parte, llevaba desde la derrota de Sedán preparando planes militares ante el posible nuevo enfrentamiento con Alemania. El último de dichos planes, siendo Joffre el jefe del estado mayor, establecía un ataque en la zona de Metz en la Lorena. Para el militar francés era fundamental la ofensiva a ultranza hasta destruir al enemigo aunque tuviera un alto coste en vidas humanas.

Los soldados marcharon alegremente a la guerra, a una guerra que se ganaría en semanas y que terminó durando cuatro años de intensísimo dolor.

Los planteamientos militares ante la Gran Guerra: las consecuencias fatales