jueves. 28.03.2024

La única fe

Un ilustre y querido paisano, compañero en el amor a la mar y a las letras, desde que se operó de la vista, y se quitó las gafas, lo ve todo aún más negro. Verlo todo muy negro es muy cartagenero; es lo que en Cartagena llamamos “ser un poco seniso” (el seseo es propio de la variedad del cartagenero viejo). Verlo todo negro es muy fácil y muy literario; es como tener una visión corta; como estar siempre al principio del túnel. Pero lo tristemente cierto es que mi querido paisano tiene razón. Como casi siempre: ve lo que es y lo expresa sin rodeos: sujeto, verbo y predicado. Puede hacerlo, tiene licencia: la patente del rey que solo otorga la fama, el dinero y el prestigio.

Dicen que es imposible escribir ficción sobre ‘el bien’; que a lo más que se puede aspirar es a escribir sobre el ‘no mal’, la carencia del mal. Y, por desgracia, también parece ser cierto. El mal hace mucho más ruido; es más excitante; atrae más; engancha más… y engaña más. El mal anula la esperanza; sume en el desengaño; alinea en el enfrentamiento y aliena hacia la irrealidad y la sinrazón. El mal coarta la libertad; ensucia la fantasía y termina por justificar la muerte, el horror y la destrucción.

El bien aburre a las piedras, es pasivo, no tiene sangre en las venas, no mata a nadie, no es real. Para que exista el cielo ahí arriba no puede existir el bien aquí abajo. Este es el viejo y terrible mensaje que condena al mundo… y que habría que erradicar del alma y el corazón de los seres humanos.

Pero habrá un futuro en el que la fidelidad será un capricho romántico y la lealtad un instinto básico; la honestidad dejará de ser una virtud para convertirse en algo lógico y natural; la generosidad será una práctica cotidiana y el egoísmo será delito. Se practicará la religión como hoy se practica el sexo: en la intimidad. Las desgraciadamente necesarias creencias en unos u otros dioses se circunscribirán al mundo de lo etéreo en la más absoluta y maravillosa soledad de los sueños y la fantasía. El sentimiento de fe será por y para el ser humano; y esta fe, la única fe, será la del hombre en sí mismo. Los distintos principios morales nacerán del corazón; el valor de los bienes tangibles será superfluo e inapreciable; la meta: ser un poco mejor cada día; nadie tendrá miedo a la muerte y todo el mundo sabrá y entenderá que nunca, nunca, el placer superará al amor.

La única fe