jueves. 18.04.2024

Buscar un nuevo liderazgo

Recientemente, Felipe González ha afirmado que el Secretario General del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, atraviesa una crisis de liderazgo...

Recientemente, Felipe González ha afirmado que el Secretario General del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, atraviesa una crisis de liderazgo. Parece evidente que el líder socialista acierta de pleno a tenor de las encuestas y el decreciente apoyo que el PSOE tiene entre los ciudadanos. Rubalcaba es asociado con políticas que llevaron a la situación de crisis y los ciudadanos no lo ven capaz de revertir la situación que atraviesan. Ahora bien, ¿cómo debería ser el liderazgo en el Partido Socialista para el siglo XXI?

En el libro Mi idea de Europa, Felipe González reflexiona una vez más sobre este asunto. Para González, el liderazgo ha de cumplir una serie de características: la capacidad del líder de hacerse cargo del estado de ánimo de los demás.  La capacidad para cambiar el estado de ánimo. La fortaleza emocional, que no debe confundir con la inteligencia emocional de la que tanto se habla y con tan poco fundamento. Se identifica con la capacidad de no dejarse arrastrar por el éxito ni por el fracaso.

En el reino de la incertidumbre que ha construido Zapatero (desempleo, crisis económica, recortes sociales), ninguna de estas características ha aflorado. Zapatero no ha sabido liderar el estado de ánimo de los demás, sino muy al contrario, ha creado desánimo, desesperanza y frustración, tampoco ha sido capaz de tener fortaleza emocional, puesto que en ocasiones, hemos visto a un presidente arrastrado por los liderazgos de Alemania o de los banqueros. Nada hay en Zapatero por lo tanto de lo que enuncia Felipe González. Por esa razón, Zapatero, sabiendo que es un líder amortizado, no ha sido capaz de asumir el liderazgo y ha renunciado.

Las preguntas que se abren ahora son: ¿Podrá construir el PSOE un nuevo liderazgo? ¿Qué características ha de tener ese nuevo liderazgo? ¿Cuál debe ser  la conexión que ese liderazgo deba tener con la sociedad? Es difícil responder a estas preguntas si previamente no hacemos una reflexión a la crisis ideológica en que se encuentra ahora mismo el PSOE.

El socialismo español ha perdido su conexión con la calle y necesita recuperarlo. Pero para ello, ha de construir un discurso plenamente socialdemócrata. Ese discurso debe elaborarse sobre la base de un nuevo crecimiento económico (ya hablamos de ello en el artículo sobre el modelo social), basado en diversificar actividades económicas: apostando por una mayor amortización industrial y trazar políticas tendentes a la creación de empresas (para crear empleos en sectores estratégicos); industria química, nanotecnología, renovables, etc.  Ése debe ser el objetivo prioritario del PSOE, porque solo apostando realmente por un cambio de modelo bien trazado se creará empleo y se hará sostenible el Estado del bienestar. Pero todo eso no basta: el PSOE si quiere volver a alcanzar una mayoría política, debe fijarse en las nuevas desigualdades de la sociedad española (el acceso al mercado de trabajo, el fracaso escolar, hacer sostenible los servicios como el gas, la electricidad, etc.).

Todo ello exige un liderazgo  que no solo cumpla lo que explica González, sino que ha de ser portador en sí mismo, de otras competencias. Porque el contexto social no define únicamente conceptos como normalidad, ajuste y desviación, sino que determina también, en gran parte, si un don psíquico determinado encontrará salidas constructivas, creadoras o  inofensivas. El quid de la teoría de Weber sobre el liderazgo reside  en  que la legitimidad política se funda en distintas proporciones sobre tres y únicamente tres elementos: la tradición, la legalidad racional y el carisma. Los hombres obedecen voluntariamente por una mezcla de hábito, interés y devoción personales.

El nuevo liderazgo del PSOE ha de fundarse en esas tres características, ha de reconocerse dentro de la tradición socialista, lo cual significa que ha de presentarse verdaderamente como una persona conocedora de la ideología socialista y  lo que significa históricamente el partido socialista. En este sentido, ha de ser totalmente contrario a Zapatero y la denominada NUEVA VíA que han demostrado mucho tacticismo y escaso conocimiento de la ideología socialista, siendo el debate y el intercambio de ideas escaso. En este sentido, el nuevo liderazgo debe propiciar el debate y la reflexión entre los socialistas para superar las crecientes dificultades de la izquierda para acceder al poder y también para construir un programa acorde a los desafíos que la sociedad española presenta en el s. XXI. Ha de reconocerse por tanto en la tradición y no en el control del poder. El segundo aspecto, la legalidad racional, debe basarse sencillamente, en la proposición de medidas prácticas que puedan ser demostradas por la realidad de los hechos, debe, por tanto, huir de la propaganda y de conceptos tan absurdos como artificiales como choque de civilizaciones o democracia deliberativa. El electorado debe reconocer que lo que se propone es fácil llevarlo a la realidad porque está basado en un análisis de la sociedad real. Por último, el carisma; que no es tanto una característica sino una percepción que los demás ven en una persona y que lo convierte en imprescindible manteniendo una relación de dependencia con él. El carisma es la propiedad del liderazgo según la cual, el líder encarna un determinado estado en el que se encuentra la sociedad y ésta percibe al líder como el único camino para solucionar los problemas. Suárez en su día encarnó el tipo y la forma de cambio político que demandaba la sociedad (que era un cambio hacia la normalidad mediante el diálogo; “vamos a elevar a la categoría política de normal, lo que a nivel de calle es simplemente normal”); la vía de la normalidad, la vía de la reforma era la preferida por la sociedad pero cuando la normalidad desapareció como estado en que se producía la acción política, el liderazgo de Suárez se destruyó. Lo mismo podríamos decir de González, el líder socialista encarnó el cambio, la transformación de la sociedad – su modernización -  y la creación del Estado del bienestar.

Parece ser que los movimientos carismáticos surgen en distintas formas. Por una parte, el movimiento puede ser carismático desde un principio; esto es, inspirado e iniciado por la personalidad carismática del líder que lo encabeza. O también el movimiento como simple movimiento en busca de un cambio puede existir antes de que surja el líder carismático y transformarse entonces. Por tanto, para reducir al mínimo el error al clasificar como carismático a un líder, es de gran importancia estudiar su influencia sobre quienes lo rodean antes de acceder a un alto puesto. Podemos establecer como regla general que cuando una personalidad-líder es auténticamente carismática, su carisma empezará a manifestarse antes de que sea políticamente poderoso (caso de Felipe González y Suárez).  El próximo liderazgo socialista, a mi juicio, debía encarnar un estado de seguridad en la sociedad frente a la incertidumbre constante en que nos encontramos. Sin duda, para ello, como hemos dicho antes, ha de tener un programa político y una fuerte convicción ideológica.

El liderismo es un proceso de mediación compleja entre la personalidad del líder, las esperanzas de sus seguidores, las circunstancias y una serie de metas. La necesidad de dirección o liderismo es proporcional a la distancia entre las circunstancias y las metas, y el anhelo de carisma representa a esa necesidad en la forma más intensa. 

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