viernes. 19.04.2024

El guirigay socialista y el juego del ultimátum

Ambas formaciones políticas, que pueden malograr la oportunidad de tener un gobierno de progreso en nuestro país con peligrosas sobreactuaciones.

Imaginemos por un momento a una familia sobre la que pende la amenaza de una ejecución de desahucio; a un jubilado que no encuentra la forma de ayudar al mantenimiento de su hijo en paro, y a los hijos de su hijo, con su exigua pensión; a un afortunado que ha encontrado trabajo tras dos años en paro, pero el salario apenas le permite sostener a su familia; a un joven que va dando tumbos de empleo en empleo, engarzando, mal que bien, trabajos por días o semanas; a un dependiente que espera, con forzada resignación, a que le llegue la prestación económica la que tiene derecho; a un enfermo que tiene que elegir entre el copago de sus medicinas o la comida adecuada a su estado de salud; a un niño que necesita acudir al comedor escolar para tener una comida, al menos, suficientemente nutritiva... y así sucesivamente. Añádase otros aspectos, en muchos casos literalmente sangrantes, como la baja dotación económica para una lucha eficaz contra violencia de género que proteja adecuadamente a las mujeres maltratadas, las listas de espera en hospitales, la escasez de recursos en los centros educativos, las exiguas y cada vez más escasas becas, etc. y tendremos un panorama de la situación social de nuestro país, con más de 13 millones de personas en riesgo de exclusión social según datos de la red europea de lucha contra la pobreza (EAPN).

Veamos ahora el espectáculo postelectoral. ¿Están sus señorías preocupadas por atender con la urgencia, exigible a los representantes del pueblo, en atender y dar una solución inmediata a estas situaciones?. ¿Les hemos visto iniciar, nada más tomar posesión de sus escaños, la negociación de un gobierno que tenga como objetivo prioritario el abordar estos problemas, suponiendo que resulte ético negociar con el sufrimiento ajeno?. ¿Han puesto el acuerdo programático, donde se recojan las medidas sociales y económicas de la agenda social, por delante y por encima de los aspectos, sin duda importantes, del reglamento de la Cámara, la constitución de grupos parlamentarios, presidencias y demás formalismos?. ¿Creen que a la gente común, con la que se llenan la boca algunos, le interesa esos aspectos del juego democrático, sin duda relevantes, más que su desahucio, su pensión, su trabajo precario, su sueldo ínfimo, su educación y atención sanitaria, su protección contra el agresor?. ¿Esa es la nueva política?

No se si todo lo dicho le sonará a más de un tertuliano y conspicuo político de toda la vida a pura demagogia izquierdista. Es posible que los aspectos de la formalidad democrática, que sin duda resultan necesarios para el buen funcionamiento de las instituciones, y dotan de los necesarios instrumentos a los grupos parlamentarios, tengan que resolverse antes de atender las necesidades de los que padecen, sin comerlo ni beberlo (nunca mejor dicho), las graves consecuencias de la crisis y sus remedios. Pero no parece que sea mucho pedir que, al menos, se simultaneen las negociaciones y los acuerdos, evitando el bochornoso espectáculo del regateo de sillas, sillones y prebendas, y dejen de lado la curiosa sobreactuación de algunos nuevos políticos cuando no consiguen sus objetivos parlamentarios. Como si la razón principal de haber conseguido entrar en la Cortes sea la de tener mayor visibilidad y operatividad parlamentaria, dos legítimas aspiraciones, pero cuya consecución debe inscribirse y subordinarse en la atención prioritaria de la actual emergencia social.

Es legítimo que las diferentes plataformas y coaliciones electorales de nuestras nacionalidades quieran tener grupo propio, pero hacer depender de su logro la formación de un gobierno de progreso, con un programa y calendario de emergencia social, es anteponer la cuestión nacional a la social, y eso, con los respetos debidos, señorías, no es ser de izquierdas, ni representar a la gente común, que lo que tiene en común es que lo está pasando muy mal mientras una minoría se beneficia de ello. Piensen más en los hogares, la fábricas, las empresas, las escuelas, los hospitales, el barrio, la asistencia social, las guarderías, las casas de acogida, los comedores escolares, etc. y menos en la banderas y los himnos. Y no digan que defendiendo la bandera y los himnos se defiende todo lo demás, porque ese es el clásico y, demasiadas veces, sangriento engaño de la derecha. La cuestión nacional,  hasta ahora enmarcada con bastante éxito en el marco delas autonomías, es un importantísimo problema político que habrá que abordar necesariamente, más ante el avance del procganar ﷽﷽﷽﷽e nuestro pañleasbientelo pole progreso.ro las causas radican ciones, tal como evidencian las ganar nada. Y notese queés. Pero, dada su naturaleza, su resolución exige llegar a acuerdos muy amplios, que desbordan los necesarios a la formación de un gobierno. Insistir en una propuesta institucional que no se puede lograr sin una trasformación constituyente, es un inútil brindis al sol. Y, mientras, Bruselas sigue amenazando con nuevos recortes y reformas por casi 10.000 mill0nes de euros.

La actuación de algunos dirigentes de Podemos me recuerda el experimento conocido como Juego del ultimátum, en el que dos participantes se hacerse una oferta de intercambio de dinero. Si la oferta es aceptada, los dos se reparten el total del dinero; en caso contrario, los dos lo pierden. Así, si la oferta es 50%-50%, y los dos aceptan, ambos salen ganando; pero si es, por ejemplo, de 70%-30%, es probable que el segundo no acepte, lo que le supone perder el 30%, con el único consuelo de que el otro ha perdido el 70%. En nuestro caso él beneficiario sería el PP, tanto si consigue la investidura como si se realizan nuevas elecciones, tal como evidencian las últimas encuestas. Podemos, al incluir en su oferta el referéndum, actúa como si pudiera ganarlo todo (se supone que la agenda social es fácilmente negociable) se expone a no ganar nada. Y nótese que aquí ganar significa, en realidad, que los ganadores sean la gente común.

Claro que las cosas no son mejores en el campo del PSOE, inmerso en un guirigay socialista que parece una pulsión irresistible, inherente a sus baronías, territorio electoral donde se ventila el poder de quienes, por mucho que se llenen la boca de España y su unidad, atienden casi exclusivamente a su interés electoral. Admira la capacidad de ciertos dirigentes de PSOE para autoinflingirse daños colaterales y directos de difícil cicatrización, abundando en la idea de un partido en descomposición. Algunos son maestros en ofrecer gratuitamente argumentos a la derecha más reaccionaria, y ofrecer una imagen de los socialistas de patio de colegio. De seguir así, conseguirían la hazaña de convertir el histórico partido de Pablo Iglesias (éste si, un representante irreductible de los trabajadores) en una caricatura irrelevante. Y para rematar, Susana Díaz sigue remarcando las líneas rojas, y advirtiendo a su Secretario General que nada se puede hacer sin su aprobación. Como dijo Voltaire: Dios mío, líbrame de mis amigos! De los enemigos ya me encargo yo.

Ahí tenemos la cara de desolación del Presidente de Extremadura (¡gracias al apoyo de Podemos¡) incapaz de explicarse lo inexplicable. Dice poco de la inteligencia política de Fernández Vara su imposibilidad por entender algo tan elemental (aunque pueda no ser compartido) como es la cesión de senadores a grupos independentistas.  Confunde explicar, que exige un análisis del suceso, con aceptar, compartir, consentir, asumir, que son conceptos propios del debate político. En realidad, o está diciendo que sus entendederas no dan para más, o que su dirección actúa irracionalmente, lo que es una grave acusación. Hubiera sido más provechoso, y pedagógicamente útil, que Fernández Vara, en su calidad de barón, hubiera realizado un análisis de las razones por las que no debería haberse realizado la escandalosa cesión temporal y formal de senadores, frente al argumento, ciertamente de peso, de que con ello se permite a los independentistas una participación activa en el Senado, que es el lugar donde, malament eso si, se deberían debatir los temas territoriales. No se trata solo de cortesía parlamentaria, sino de juego político que puede, de paso, resultar provechoso a la hora de la investidura, el objetivo estratégico de los socialistas si quieren jugar un papel progresista en la actual coyuntura, y evitar un declive que, en caso contrario, será inevitable. ¿Tan ciegos de gran nacionalismo están los barones protestones  del PSOE?. Se trata, en el mejor de los casos (aunque no menos grave), de una reacción infantil, esa si una atentica pataleta, de parecida naturaleza a la que Pedro Sánchez acusaba a Pablo Iglesias, y que solo contribuye a dar una pésima imagen del un partido en progresivo declive. Lo peor no es la política de gestos, si no los gestos sin política. Y esto vale para ambas formaciones políticas, que pueden malograr la oportunidad de tener un gobierno de progreso en nuestro país con peligrosas sobreactuaciones.

Pónganse a la tarea urgente y prioritaria de formarlo. Demuestren que los representantes de la gente común piensan en los problemas concretos de los ciudadanos, en primer lugar de los más desasistidos, que eso significa ser progresista. Y déjense de discursos emocionales, de chalaneo parlamentario, de ombliguismo sectario, de poner la bandera por encima, y cubriendo, de las necesidades sociales, más en una situación de emergencia. Muestren con su actos que la política es el noble arte de solucionar los problemas a los que más lo necesitan, y que el próximo gobierno de izquierdas y su (relativo, todo hay que decirlo) poder, tiene como objetivo prioritario ocuparse de ellos.

            Para terminar una pequeña apostilla, fruto tal vez de mi ignorancia: ¿dónde están los trabajadores en la actual coyuntura política?. ¿Porque no se pronuncian públicamente los sindicatos CC.OO y UGT en favor de, y presionando para que se constituya un gobierno de progreso?. ¿Acaso no se han enterado de que lo que se está dilucidando políticamente afecta esencialmente a los trabajadores que, se supone, defienden?. Porque, no conviene olvidarlo, en el fondo late un tema mayor, que supera lo meramente coyuntural, para dar un contenido de clase a lo político. La necesaria agenda social aborda los dolorosos e inaceptables síntomas, atiende a la gravísima emergencia social, pero las causas radican un sistema productivo que crece creando desigualdad, generando injusticia, y lesionando el medio ambiente. Este debe ser, en mi modesta opinión, el horizonte estratégico de los defensores de los trabajadores. Se trata de una larga guerra de posiciones.

            Ahora lo prioritario es ganar un gobierno de progreso.

El guirigay socialista y el juego del ultimátum