jueves. 28.03.2024

El Desvieje

mayores covid

Mi amigo Martín es un hombre con el privilegio de poder vivir en, para y del mundo rural. Por su oficio está en contacto ganaderos de la Mesta y de la Castilla profunda y me cuenta que esas gentes del pastoreo le comentan, con esa sabiduría que da la naturaleza, “Menudo desvieje están haciendo con el COVID-19”. Dice la RAE que ese término significa entre ganaderos, separar o apartar del rebaño las ovejas o carneros viejos para sacrificarlos y vender su carne antes de que pierdan valor en el mercado.

El ganado se puede desviejar por muchos motivos como son la edad, problemas sanitarios o reproductivos pero lo ganaderos aplican la máxima económica conocida como evitar “el problema de despedir tarde”. De manera que, una vez más, se impone la economía sobre cualquier otro valor piadoso con un ganado que le ha dado ya todos sus frutos y destina al matadero para agotar su último recurso de obtener un beneficio marginal.

Se podrá decir que este es un ejemplo cruel e incomparable con lo que sucede en nuestro ámbito humano. Cuestión de opiniones. No parece que lo piensen así los pastores castellanos cuando pronuncian esa sentencia propia de sus experiencias vitales. Y los datos que poseemos sobre la mortalidad del Covid 19 lo confirman. De las decenas de miles de fallecidos oficiales más del 50% proceden de residencias de mayores, situación que se ha producido tanto en la llamada primera como segunda ola, sin que la terrible experiencia de marzo-junio sirviese casi nada para prever medidas eficaces en la segunda. Al grito de preservar la economía el desvieje humano ha importado poco a responsables políticos que hacen, por cierto, del derecho a la vida su bandera de guerra, entre otras.

Para dejar los circunloquios. Los residentes, por ejemplo, en la zona sanitaria Núñez Morgado confinada durante semanas en el distrito de Chamartín de Madrid (sujeta en consecuencia a las restricciones de movilidad exigidas por el decreto de la CAM) han tenido de cualquier manera menos limitada su movilidad. Es una zona perimetrada de no mucha densidad poblacional en la que existe poca actividad de restauración fuertemente concentrada. De manera que sin acudir a ningún toque de queda el periodo de las 0 a las 6 horas es particularmente desierto. Siempre.

De entonces acá y siguiendo las recomendaciones y obligaciones de las administraciones públicas solo habrían de movilizarse la ciudadanía residente para cuestiones profesionales y aprovisionamiento básico. De entonces acá no se conoce ni por asomo que en la perimetración de esa zona haya existido el menor control de movilidad. Y como esa una buena parte de las zonas supuestamente perimetradas en la ciudad de Madrid. Los residentes han podido traspasar el “chekpoint” de secano de esas falsas fronteras virtuales de confinamiento todas las veces que les ha dado la gana y, cómo no, también el personal empleado en empresas de la zona y todo tipo de servicios. Ni la menor presencia de policía municipal o estatal ha controlado esa situación. Quien diga lo contrario miente.

En una palabra: Hemos asistido a una pura falsedad confinatoria sin el menor rigor de restricción de la movilidad más allá de un paripé. Lo políticamente virtual es ese lugar privilegiado de la oratoria o la impostura donde los hechos se desvanecen. Cada vez que el gobierno autonómico anuncia una nueva “zona sanitaria” a confinar es más que seguro que sucede exactamente lo mismo. ¿Dónde quedan la centralidad y el sentido común en una acción de gobierno autonómico tan desnortado y arbitrario? ¿Dónde se puede exigir una acción política o administrativa contra mentiras de este calibre que pone cada día en riesgo la vida y salud de la ciudadanía? Ya que, particularmente, la población afectada por esos desmanes son los cronológicamente más vulnerables. Guste o no esto es un desvieje humano consciente.

A ritmo exponencial crecen las decenas de miles de infectados nuevos y los fallecidos cuya cuantía se ha normalizado en un despreciable ejercicio de hipocresía social. Ello dando por buenas unas informaciones de la CAM las más de las veces desajustadas con las realidades. Las curvas virtuales bajan y las reales de ingresos en UCI y fallecimientos suben despegándose de la ficción publicada en unas estadísticas en la que ya nadie cree, excepto sus propagandistas políticos. De nuevo la tozudez de los hechos. ¿Qué más tiene que pasar para que atendamos a lo que los profesionales de las ciencias de la salud nos exigen cada día? ¿Qué más tiene que suceder para que unos dirigentes políticos dejen de chalanear con el espantajo de la economía contraponiéndola con la Salud?

Teniendo en cuenta lo psicológicamente agotador que supone el largo periodo de nueve meses sufriendo confinamientos totales, parciales, fases desescalatorias, rebrotes, marchas atrás, y nuevos estados de alarma con un saldo real de más de 50.000 fallecidos y ya mucho más de un millón y medio de infecciones detectadas por PCR, ¿en qué datos, científicos, epidemiológicos o sanitarios se basan los líderes políticos que se apresuran a “negociar” plazos en función del calendario festivo como si de la redacción de un calendario laboral se tratase? En el colmo del despropósito hay quien ha llegado a plantear en sede parlamentaria el negociar plazos de vida humana por más poder territorial. Increíble. Defender el Estado Autonómico de palabra para comportarse como un rey Taifal es directamente destruirlo. Otra vez los hechos.

La disyuntiva en el próximo año 2021 no es como se sostiene la economía en condiciones cada vez más precarias. En gran medida porque si fallecen otros miles de españoles y se contaminan millones adicionales sin control, la desesperanza, miedo y desinterés productivo que ello genera desmontaría cualquier atisbo de recuperación. Solo se sobrevive desde la moral de superación de una enfermedad o conflicto, no desde una permanente incertidumbre depresiva y unas agresiones verbales constantes de quien tiene la obligación de serenar disputas y liderar soluciones.

La tan deseada y anunciada vacuna tendrá sus efectos bien entrado en ese año, pero los efectos normalizadores para la economía, el turismo y el consumo no es esperable que se manifiesten hasta 2022. Tampoco el proclamar día si y día no, desde la tribuna del congreso y otras atalayas, los malos tiempos esperables y su gravedad ayuda. Muy lejos de cualquier alternativa imprescindible para recuperar confianza. Como decía una pintada en la ciudad de Granada. “Dejemos el pesimismo para tiempos mejores”. Necesitamos pues discursos positivos aunque también realistas y, sobre todo, una acción decidida en los hechos que pare este desvieje. Porque no somos ganado a sacrificar ni estamos dispuesto a serlo.

El Desvieje