viernes. 19.04.2024

Los 53 golpes de Pablo Casado y el síndrome de la Carrera de San Jerónimo

Los números, las formas, las imágenes y las frases cortas desprovistas de barroquismo tienen una importancia tremenda en la fijación de conceptos en el subconsciente individual y colectivo. Lo vemos cada día en twiter, en instagram o sus derivados.También nos lo recuerda Irene Vallejo en su magistral “Infinito en un junco” cuando nos recuerda la importancia visual del rectángulo. Porque es en ese formato en que efectuamos la lectura de libros o documentos y la comprensión de todas  imágenes audiovisuales. Desde que se inventó el “slogan” se sabe también de la hiperdurabilidad de ciertos mensajes, aunque se expresen una sola vez pero se reproduzcan miles por los efectos virales de los medios de comunicación social actuales.

 Existe una expresión francesa (faire les quatre cents coups) que utilizó Trufaut en su obra maestra de 1959 (Los cuatrocientos golpes) cuya actual traducción castiza podría ser “liarla parda”", aunque también juega con el significado estricto de la expresión, es decir, con la enorme cantidad de golpes que la vida puede darte y que quedan indelebles. Cuando estos se efectúan en el ámbito político tienden a crear escuela y referencia obligada para bastante tiempo.

Algo de eso ha efectuado Pablo Casado, en su ya conocido discurso de la cuarta moción de censura de la democracia, con un inesperado desenlace en el que la víctima propiciatoria se convierte en verdugo. Cosa que ha sucedido con incomprensibles ayudas propias de un error considerable. Ello sin desconocer los méritos propios del presidente del Partido Popular en ese empeño.

En todo el discurso del presidente del PP no se confundió en absoluto de adversarios nominales. En un relato sin barroquismo lanzó 53 golpes, en apenas 173 frases cortas e interlineadas, directos al mentón de los dos contendientes (Pedro Sánchez y Santiago Abascal)  a los que interesaba evidenciar  y a los que vinculó permanentemente como responsables por acción, omisión o colaboración necesaria de todos los desastres de la gobernabilidad de España.

Gobierno fracasado; en tinieblas; señuelo de gobernabilidad; en cicatrices; bloque de odio y rencor (varias veces); trienio negro de gobernabilidad; fraude electoral de Sánchez; Sánchez mentiroso por antonomasia, subastador de España, peor presidente en 40 años;  gobierno negligente; gobierno incapaz con 5 millones de parados y 100.000 empresas destruidas; gobierno agresor, sin precedentes, al poder judicial; pactos espúreos con los independentistas; agresiones políticas al rey, regalo electoral a VOX con la exhumación de Franco, pinza de Sánchez-Abascal contra el PP; gobierno radical que amenaza a España y destruye su convivencia. Una España a garrotazos con Sánchez y Abascal, imán y metal ambos de ese combate;  seres nostálgicos, provocadores de una España en escombros; un Sánchez arrogante e incompetente; un parlamento con 200 extremistas y un gobierno que degenera la democracia. Así hasta 53 azotes políticos inmisericordes a la acción de gobierno de Sánchez al que se le cita expresamente en 26 ocasiones (casi tantas como a Abascal) y el resto a su gobierno en general. Solo una  vez por cierto al vicepresidente que estaba en la garita con la misión posterior de parar la andanada.

 El discurso de Pablo Casado persiguió el objetivo doble de deslegitimar a VOX, a Sánchez y al gobierno en un solo paquete situándolos en la radicalidad y reposicionándose en un centro político perdido hasta antesdeayer. Como por ensalmo desaparecen, de las escenas del drama shakesperiano en que vivía el PP la pasada semana, la Kitchen, la Gurtel y todo lo pasado o venidero. Una excelente jugada política sin duda que ha puesto en valor y fuera de duda el liderazgo de Pablo Casado. En su discurso ha situado a sus dos oponentes en la habitación cerrada de la radicalidad y en un asociado bloque de ruptura, rencor y odio, rematando la jugada, en el caso de Abascal, en la pobre y despreciable figura del empleado desagradecido y desleal.

Sin duda una excelente y bien construida maniobra parlamentaria en la que se solo se presupone que el líder del PP haya soltado amarras con su lastre en su derecha pendiente de la prueba de carga de su permanencia. De confirmarse, en los hechos, esa ruptura sería una buena noticia para la democracia y para el país. Pero hasta ahí y solo hasta ahí el elogio. Una lectura adecuada de esa más que clara jugada implicaba necesariamente una respuesta política a ese nivel. No la hubo.

La patética imagen posterior de un desorientado Abascal, que se presentaba como campeón, aunque no pasó de mal aspirante, al título del liderazgo de la derecha española, vale por todo resumen de la goleada al que fue sometido. Pero que el Vicepresidente encargado de confrontar la más que evidente maniobra de desplazar del centro político al gobierno, a su presidente y a su principal partido, empiece su parlamento (con la ineludible obligación de parar esa bola y desactivar la maniobra) destacando su admiración por el nivel intelectual “ad ominen” del presidente del PP y califique su discurso como “brillante, canovista y propio de la derecha española más inteligente”, dando el titular a los medios y proclamado “orbi et orbe” a Pablo Casado como vencedor del “derby” parlamentario, es tanto como meterse de tirón dos goles en propia puerta y por la escuadra. Incomprensible para los aficionados.

Se ha hablado mucho de  los síndromes que generan los espacios de los poderes producto en gran medida del aislamiento que esos lugares producen objetivamente entre representantes y representados. En esos sitios del poder los contendientes en un debate tienden a sobrevalorar lo que ellos asimilan de las palabras que el otro pronuncia y las lee respondiendo en su propia clave subjetiva de comprensión, a veces errónea. Y con ello pierde la noción del juego dejando de comprender la estrategia del adversario. Como no es la primera vez parece que se está produciendo una especie de síndrome de la carrera de San Jerónimo, donde al igual que otras contradicciones suecas (como nos recordaba hace poco Jesús Espelosín en este digital) la víctima se obnubila con su agresor. El problema es que esos lances los contemplan y asimilan también millones de ciudadanos. Y tiene sus consecuencias, porque ese error hizo que los 53 golpes de Pablo Casado al gobierno, vinculándolo a VOX,  parecieran 400… en versión española.

Los 53 golpes de Pablo Casado y el síndrome de la Carrera de San Jerónimo