viernes. 29.03.2024

Desigualdad

La Constitución ha de marcar el nuevo escenario que se den todos y todas las chilenas
parlamento chile

Estamos viendo (en cierta manera viviendo) con un nudo en la garganta lo que está ocurriendo en Chile. Claramente es una situación nueva a la que tiene que dar respuesta el país en su más amplia acepción y qué duda cabe es una respuesta que tendrá una consideración global.

La globalización en la que estamos sumidos o sumergidos hace -en terminología de David Held-, que lo que se vive a muchos kilómetros de distancia pueda tener consecuencias aquí. La globalización ha hecho que las soluciones locales puedan tener repercusión global. Como indica Moisés Naím, en un artículo de opinión en “El País” –domingo 27 de octubre-, no es entendible lo que ocurre en Chile sin conectarlo con lo vivido en Francia con la protesta de los chalecos amarillos o con lo que se vive en Hong-Kong a nivel de protesta.

Es evidente que el sistema de reparto en Chile, es una tarea pendiente. El país con mayor apertura económica de América Latina, con mayor penetración de las tecnologías, miembro de la OCDE donde se agrupan las economías más importantes del planeta, número 1 en todos los rankings de economía latinoamericana, sin embargo, también es el Nº 1 en desigualdad (pero este dato y en esta materia no se presenta).

Yo creo que Chile padece una situación comparable a la que sufre una persona con una enfermedad adictiva, como el alcoholismo, las drogas o la ludopatía. Es decir, hasta que no se reconozca la enfermedad no habrá solución al problema.

Reconocer que ha llegado el momento de iniciar un proceso constituyente será el principio del camino para la clase política

Alguien podría indicar que la utilización del término adictiva, es injusta, por poner del lado de la población el problema; pero es que creo profundamente que es muy difícil salir de una economía de consumo, como la que existe en Chile. Sí, la excepcionalidad chilena es que no sólo es liberal o ultra liberal sino que además ha creado una economía ultra liberal y de consumo. Cuando todas las instituciones del Estado y las empresas públicas y privadas y los organismos internacionales llámense FMI, OCDE, Banco Mundial, te repiten hasta la saciedad que Chile es el ejemplo a seguir, esto crea una burbuja imposible de romper con la realidad, pues la realidad, además, la hacemos invisible. Vamos a poner un ejemplo: cuando un chileno/a va a comprar un ticket para ir al cine, teatro o autobús para ir a visitar a su familia, no ya para comprar unas zapatillas, una chaqueta o un viaje, siempre le indican que puede aplazar su pago…hasta el infinito. O sea, se ha creado un sistema en el que la deuda está “institucionalizada”, generalizada como medio de vida y todos están metidos en el mismo saco.

En efecto, mi referencia a la adicción está en relación a la deuda como forma de vida. Es muy difícil reconocerla cuando todo el sistema ha sido creado para que la población fraccione los pagos cotidianos así como los pagos mensuales (colegios, sanidad ya no digamos vejez), de tal manera que no vivir bajo este régimen, resulta extraño a la comunidad (mayoritaria). Salir del círculo en el que se encuentra, es francamente difícil. Bajo este formato, además, los que quedan fuera de la comunidad de endeudados son los rentistas, los dueños de las empresas o bienes que generan los ingresos que les hacen (a ellos) muy viable la vida en este sistema. El efecto es inmediato, los que más tienen, tendrán más y acumularán más; frente a los que menos tienen, que para realizar las labores cotidianas han de endeudarse –por tanto- se harán más pobres. La brecha se ira ensanchando más y más, salvo que haya medidas correctoras.

La ciudadanía chilena ha hecho lo que tenía que hacer: ha reconocido su enfermedad y adicción provocada por este sistema y ha dicho basta. Ha salido a las calles a decirlo, reconocerlo y buscar una interlocución nueva, directa, para generar un nuevo sistema. Como era de esperar, lo primero que se ha encontrado es la incomprensión de la clase política chilena –representada, en este caso, por el Presidente Piñera- que viviendo en una burbuja sin cable a tierra no ha sabido reaccionar. El poder político y económico chileno no entiende lo que está ocurriendo y eso es un problema, porque han de estar en la solución también.

La democracia, como define muy bien Adela Cortina, es sólo una forma de régimen político y no puede dar respuesta a todo. Cuando se hace alusión al marco hay que hablar de la Constitución. Lo que queda claro, es que en Chile el marco viene impuesto por la dictadura y el arreglo económico fijado por los “boys” de Chicago. Si alguien cree que con estos mimbres el marco chileno será cambiado sin pasar por un nuevo proceso constituyente, está muy equivocado. Todo lo que se haga sin cambiar el marco serán retoques y parches.

La Constitución ha de marcar el nuevo escenario que se den todos y todas las chilenas, superar la democracia liberal y subirse al carro de la democracia social, basada en un Estado Social y Democrático de Derecho donde la salud, la educación, las pensiones, los derechos sociales pasen a ser derechos protegidos por la carta magna, de tal forma que el Estado tenga que intervenir para corregir las desigualdades del mercado e invertir en estas materias, convertirse en una competencia real, efectiva y de calidad frente a lo privado. No quiere decir que se vaya contra lo privado –que es la frase fácil de los vendedores de ideas contrarias para seguir manteniendo el estatus quo- sino que el Estado sea tanto o mejor que los privados en esas materias. Esto aliviará a la ciudadanía en un 50% de su deuda permanente y permitirá un Chile más justo y equitativo.

La derecha debe subirse a este carro, pero la izquierda ya es hora que lo integre en su ADN; pues lo contrario no se entiende. Para poder llevar adelante este modelo es necesario que la responsabilidad social de los empresarios y gobiernos, sean del sector que sean, hagan su trabajo. Si no se lucha contra la evasión de impuestos, de poco sirve tener un sistema perfecto; si no tributa más quien más gana, no avanzaremos nada en el futuro. Por eso la lucha es importante hoy, porque la conciencia social respecto a los impuestos y lo que sirven para mejorar un país y redistribuir es crucial. La sanidad, educación y pensiones han de llevarse en el presupuesto la mayor parte de la tarta de los ingresos públicos.

La Constitución ha de marcar el nuevo escenario que se den todos y todas las chilenas, superar la democracia liberal y subirse al carro de la democracia social

Todo esto, deberá hacerse con el concurso de los partidos, pero la credibilidad es nula. Políticos con años y años en la Cámara de Diputados y el Senado, familias que siguen los pasos de sus padres, con un nepotismo evidente y unos salarios incomprensibles para la mayoría de las democracias del mundo (no de la región) hacen que la regeneración y cambio vaya de la mano con todo esto. La política o cambia o la cambian, y estamos comenzando a ver lo que está ocurriendo a Macrón, Piñera o Xi Ping.

En España, no lo olvidemos, el segundo problema en todas las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas es la política en general, los partidos políticos y la política justo detrás del Paro (desempleo), luego no es un problema chileno es un problema que empieza a ser global.

Chile ha iniciado un camino interesante y ha dicho basta. Esperemos que la política esté a la altura y entienda de qué va esto. En caso contrario, el problema no tendrá más solución que la inestabilidad; pero en este caso, provocada por la propia clase política que no querrá dejar sus privilegios.

Reconocer que ha llegado el momento de iniciar un proceso constituyente será el principio del camino para la clase política. Ahí estará la capacidad de reconocerse como un servidor público que ha sabido leer con altura de miras. De momento, la respuesta política a la gran pregunta que han hecho los chilenos ha sido sacar al ejército a la calle y reprimir las manifestaciones; pacíficas o no. Mal comienzo. Ahora los ojos que están detrás de la ciudadanía son globales no locales.

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