viernes. 19.04.2024

Punto de inflexión

Desde la clandestinidad inherente a la militancia maoísta durante el franquismo a erigirse como la voz árida y mediática de una ultraderecha con complejos liberales. Quizá cueste reconocer a Federico Jiménez Losantos como un ejemplo paradigmático del intelectual público en España, pero no deja de ser, simple y llanamente, su rostro más descarado.

El politólogo Ignacio Sánchez-Cuenca realiza en La desfachatez intelectual un singular análisis de la clase de pensadores que conforman la opinión pública española. Entre otros puntos de interés, como la denuncia de la aproximación moralizante al campo político, el ensayo arroja una característica clave de la intelligentsia nacional: su viraje desde la izquierda a posiciones cada vez más conservadoras. Eso sí, esta presunta particularidad posee un carácter universal.

La biografía de Irving Kristol, considerado como el godfather del neoconservadurismo tras una labor teórica considerable al servicio del trotskismo, no es un oasis en el plano intelectual mundial. Este artículo es una excusa (disculpen, de veras) para descubrir, a grandes rasgos, el caso de Lucio Colletti.

Este filósofo italiano de aspecto sobrio y sencillo comenzó su carrera política afiliándose a un PCI que en la década de los cincuenta se enfrentaba a la paradoja del estalinismo. El marxismo occidental de aquel entonces se referenciaba en el comunismo italiano, debido en parte al desarrollo cultural, productivo y creativo de este último.  

La historia del Partido Comunista Italiano es el relato del poder de las ideas en el liderazgo político, desde la gestión maquiavélica de Palmiro Togliatti a la estrategia del “compromiso histórico” esbozada por Enrico Berlinguer, y en esta coyuntura discurre la trayectoria de Lucio Colletti.

En El marxismo y Hegel, el autor romano profundiza en la brecha que separa a la dialéctica hegeliana y su reformulación posterior marxiana. Esta obra, junto con su producción ulterior acerca de las fallas y contradicciones del pensamiento crítico, señala una idea principal: el marxismo es una imposibilidad lógica en Europa occidental. Para el autor italiano es necesario reconciliar la teoría y la práctica porque, en otras palabras, una doctrina que se cobija en la permanente abstracción es una ideología muerta.

Su ejemplo se encuentra lejos del debate sobre el papel de los intelectuales en política, que Michael Ignatieff esboza magistralmente en ese trepidante análisis de tinte autobiográfico que es Fuego y cenizas. La historia de Colletti pone sobre la mesa otros interrogantes de difícil solución: ¿qué hace que un estudioso de Bernstein, Hegel y Marcuse abandone la militancia activa en el PCI y termine siendo senador por la Forza Italia de Silvio Berlusconi? Sí, de la vanguardia del marxismo occidental al “populismo milanés vestido de Armani”.

¿Cómo se explica que un prolífico teórico forme parte de un proyecto, el del berlusconismo, que redujo la cultura a un mero producto de consumo? ¿Por qué uno de los filósofos marxistas más innovadores de la década de los setenta termina participando de un ideario que coloca en la dirección de los museos italianos a un hombre como Mario Resca, antiguo director general de McDonalds en el país alpino?

Puede ser que Lucio Colletti arrojase la toalla, que se rindiese ante lo agotador de intentar cambiar las filias y fobias de la izquierda alternativa desde dentro. Puede resultar que el filósofo romano observase conductas reprochables o equivocadas en el seno del PCI. A pesar de ello, no existen respuestas lo suficientemente fundadas para explicar un giro de esa radicalidad.

Charles Baudelaire consideraba que "habría que añadir dos derechos a la lista de derechos humanos: el derecho al desorden y el derecho a marcharse", y Colletti decidió abandonar la trinchera izquierdista sin mirar atrás. Su caso se enmarca en un contexto internacional en el que esta carretera de huida hacia la derecha es tomado con regularidad.

Calibrar el estado de salud del pensamiento crítico actual es una ardua tarea, al igual que lo es el plantearse los porqués de estas desbandadas generalizadas desde la izquierda. Aquella célebre frase de Salvador Allende hablaba de una relación espiritual y biológica entre juventud y progresismo, pero cabría preguntarse sobre el nexo existente entre vejez y conservadurismo.

¿Es una cuestión de madurez? ¿Son la resignación o el acomodamiento los motores de estos bandazos ideológicos? ¿Por qué afecta de esta manera a la clase intelectual? Quizá el campo del psicoanálisis haya tratado de dar una respuesta con anhelo cientificista a cuestiones como estas, pero la literatura al respecto es escasa y las respuestas son reduccionistas, simples y espontáneas.

A pesar de esto, se deja entrever un denominador común entre el caso Lucio Colletti y otros similares: el trayecto de la derechización abandona el rigor y la esperanza por el camino. Cambios de rumbo vitales, zozobra intelectual. El izquierdismo se desgasta y, claro está, la vitalidad se consume. Toda transformación tiene un fondo escalonado, un componente paulatino; pero está por encontrar el momento crítico. Entender cuál es el punto de inflexión.

Punto de inflexión