jueves. 28.03.2024

¿Qué significa hoy ser socialdemócrata o comunista?

Los días que preceden a la campaña electoral, que sirve de calentamiento, son un indicador del sufrimiento que nos espera a los ciudadanos. Los diferentes muestreos ponen de manifiesto que hay un cierto hartazgo de gran parte de la población de la política. El entusiasmo y la ilusión que se despertó en mucha gente ante las elecciones del 20 de diciembre han sido dilapidados en poco tiempo. Los despropósitos no pueden ser mayores y más que debatir sobre proyectos, que presentan los diversos partidos y coaliciones electorales, se utilizan etiquetas y descalificaciones.

La primera etiqueta que ha saltado a la palestra es el de declararse socialdemócrata. Lo ha hecho Podemos y ha saltado el PSOE como un resorte para defender un espacio que considera suyo. Las razones utilizadas por algunos dirigentes de este partido no pueden ser más peregrinas. No valen los argumentos que se basan en decir que esta denominación me pertenece, por el pasado y por el presente, así que no la pueden usar otros, como si hubiera una patente que registrara la propiedad de la denominación de origen. Aunque hablando de la denominación de origen hay que recordar que los partidos que se fundaron basados en las ideas de Marx y Engels, por lo general, se llamaban y calificaban de socialdemócratas.

Eran partidos revolucionarios y no reformistas. La evolución de los hechos y las diferentes escisiones del movimiento obrero han conducido a que la socialdemocracia se identifique con las políticas y propuestas de los partidos socialistas en Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Los rasgos básicos que caracterizaron a estos partidos fueron la aceptación de la democracia y del capitalismo, al que, no obstante se le considera inestable y desigual, y por ello el Estado tiene que intervenir para generar estabilidad y para lograr una mejora en la redistribución de la renta y de la riqueza. Esta socialdemocracia ha entrado en crisis desde los años ochenta del siglo pasado y ha ido perdiendo progresivamente señas de identidad muy relevantes.

Se han escrito libros y artículos acerca de esta decadencia, pero, sin duda, uno de los más recomendables es el publicado por José Víctor Sevilla, que fue Secretario de Estado de Hacienda en el primer gobierno socialista tras la restauración de la democracia, El declive de la socialdemocracia (RBA, 2011). Dimitió por discrepancias con el ministro de Economía y Hacienda, Miguel Boyer, acerca de la política económica que había que aplicar. El análisis que realiza es bastante completo, centrándose fundamentalmente, aunque no solo, en la economía, que es de lo que realmente más sabe. En este terreno da muestras de tener un importante conocimiento, sobre todo, en la parte de la imposición y el gasto público. El punto de inflexión entre la antigua socialdemocracia y la nueva social- liberal, se comienza a dar en la década de los ochenta del pasado siglo, pero como señala con acierto Sevilla se difumina cuando aparece la tercera vía.

En España se han seguido derroteros similares, aunque con diferencias, pues al Gobierno socialista le correspondió comenzar a construir el Estado del bienestar inexistente en España hasta entonces. Se combinó una política económica bastante ortodoxa con una política social y educativa, que por lo que se refiere a estas últimas han dado resultados bastantes positivos en la equidad y avances en la igualdad de derechos y oportunidades. Así que se cumplían los requisitos que hemos caracterizado como señas de identidad de la socialdemocracia, pero esto vino acompañado de una política económica cada vez más neoliberal y privatizadora. Esta contradicción hizo de España un país, como manifestó el ministro de economía Solchaga, donde más dinero y más rápido se podía ganar. La especulación y las burbujas contribuyeron a ello. Las consecuencias se están pagando ahora. Este desplazamiento de las propuestas económicas del PSOE hacia la derecha ha dejado un espacio libre que trata de ocupar Podemos, reivindicando la socialdemocracia de Olof Palme. Los programas económicos, y no las descalificaciones, son los que nos pueden indicar quién es más socialdemócrata de los dos y no simplemente las etiquetas.

Lo importante es analizar los programas que se presentan no solamente en ideas sino fundamentalmente en su realismo. Lo que se demanda es conocer qué remedios se van a aplicar para atenuar la desigualdad, acabar con la pobreza, sobre todo infantil, la malnutrición, los desahucios y la pobreza energética. Qué reforma laboral se plantea llevar a cabo para acabar con el trabajo precario y los bajos sueldos. No se trata de lanzar deseos, sino de realizar propuestas que se puedan llevar a la práctica.

Lo más grave, de todas maneras, en esta lucha de etiquetas, es utilizar el fantasma del comunismo. Lo ha hecho ya Albert Rivera, pero también los dirigentes del PSOE. Esto creía que estaba desechado desde hace tiempo, pero mira por donde ha vuelto a reaparecer, lo que me parece impropio de dirigentes socialistas, sobre todo porque huele al pasado. Con esto se pone de manifiesto el nerviosismo que cunde en las filas socialistas ante los resultados que ofrecen las encuestas.

Por si fuera poco, Alberto Garzón se declara comunista frente a la afirmación socialdemócrata de su aliado electoral. Y esto sí que resulta problemático, ¿qué es ser comunista hoy? Desde luego lo ignoro y no es un calificativo que se pueda usar sin matizar tras el desastre y hundimiento de los regímenes que así se denominaron. Se puede utilizar en el sentido que lo hizo Marx, lo que requiere altas dosis de explicación pedagógica, que tal como están las cosas en los medios de comunicación resulta una tarea casi imposible.

De modo que el término comunismo se usa como arma arrojadiza para descalificar sin entrar a debatir las propuestas económicas que ha venido haciendo Izquierda Unida, y que presentó en su programa electoral en las elecciones del 20-D. Estas propuestas, por cierto, no tienen nada de comunistas y no dejan de ser reformistas y fundamentalmente socialdemócratas. De hecho, el eurocomunismo trató de ser una vía hacia el socialismo democrático, aceptando el régimen parlamentario y con medidas reformistas progresistas. ¿A qué tipo de comunismo se refiere Garzón?

¿Qué significa hoy ser socialdemócrata o comunista?