jueves. 28.03.2024

¿Qué pasa con la economía?

Mientras que los partidos políticos discuten sobre posibles pactos, y unos se declaran incompatibles con otros, se avecinan tiempos negros para la economía.

Mientras que los partidos políticos discuten sobre posibles pactos, y unos se declaran incompatibles con otros, se avecinan tiempos negros para la economía. La situación actual requiere no dilatar por más tiempo la permanencia del Partido Popular en el gobierno, a la vez que no se puede perder ni un mes más, pues se requiere estar preparados para lo que pueda venir en el futuro más inmediato, y que sin lugar a dudas puede afectar profundamente a la economía.

Las predicciones son bastante pesimistas, a la luz de los datos que ofrece el funcionamiento de la economía global, sustentados en la desaceleración China, la crisis aguda en Brasil y otras economías latinoamericanas, y la salida de capitales que está teniendo lugar en los países emergentes y en desarrollo. Esta salida de capital también está afectando a la economía española. El crecimiento de los países emergentes ha suplido durante la recesión la demanda insuficiente de los países desarrollados, lo que ha evitado un derrumbe mayor del que ha habido. Ahora, sin embargo, la crisis les afecta con efecto retardado, pues resulta difícil escapar a los males que han generado la crisis dentro de la economía globalizada.

La causas, como la desigualdad, el endeudamiento creciente de las empresas y familias, la especulación, el incremento de las burbujas, fundamentalmente la inmobiliaria, se han dado también en estos países y ahora están pasando factura. La bajada del precio del petróleo, si bien beneficia a países importadores de crudo, como es el caso de España, perjudica notablemente a los países que se sustentan básicamente en la exportación de este producto. Muchos países en desarrollo sufren estas consecuencias, lo que tiene efectos muy negativos para unas economías muy vulnerables, al haber centrado su actividad en el petróleo y el gas, no habiendo aprovechado la coyuntura favorable para haber llevado a cabo una diversificación de la economía.

Todo esto sucede cuando la crisis en los países desarrollados se encuentra lejos de resolverse. El crecimiento es reducido e inestable en la Unión Europea (UE) y en Japón, al tiempo que los frutos de esta leve mejoría se están repartiendo muy desigualmente, agudizando las grandes disparidades en rentas y riqueza que se daban ya antes de la crisis. Las medidas tomadas para resolver la crisis han tenido también unos costes muy elevados para las clases sociales con ingresos bajos y medios. Con la aplicación de estas políticas se ha conseguido salvar peor la situación, pero están lejos de haber sido capaces de sanar al enfermo, al tiempo que con el tratamiento tan agresivo que se ha hecho se han creado otros padecimientos.

No hay tiempo para la espera y hace falta ya tomar medidas previsoras para lo que puede venir en una economía con graves deficiencias estructurales, que tiene, además, una deuda pública que llegar a ser el 100% del PIB, en la que aún queda excesivo endeudamiento privado de las empresas con el exterior, y un elevado endeudamiento de las familias, a pesar de la disminución que se ha dado. La gran banca española puede sufrir muy duramente las consecuencias de la crisis en Latinoamérica, al igual que las empresas que están allí ubicadas. Las consecuencias son ahora imprevisibles pero conviene tomar medidas urgentes para estar preparados ante lo que se puede avecinar.No hay respuestas sencillas, sobre todo debido a las restricciones que impone la política de la UE, lo que es una limitación importante para hacer políticas adecuadas. De seguir la UE por la línea de las políticas de austeridad y no con políticas de estímulo el empeoramiento que se puede dar conduciría a una situación de gravedad. El gobernador del Banco Central Europeo (BCE) consciente de la delicada situación por la que se pasa ha vuelto a abrir el grifo de la política monetaria. Pero esto no es suficiente sino se acompaña de otro tipo de políticas.

Una nueva recesión podría tener consecuencias nefastas en un contexto como el español en el que han aumentado la desigualdad, la pobreza, y la precariedad laboral. El colchón familiar no funcionaría igual que lo ha hecho durante la crisis, pues ahora el tejido social es mucho más débil. El fondo de pensiones se agota, mientras que el elevado paro y las condiciones de trabajo las ponen en peligro a un medio plazo. Hace falta, de un modo urgente, luchar de una manera más eficaz contra el fraude fiscal y aprobar una reforma fiscal capaz de superar las debilidades ahora existentes reconocidas por todos los expertos. Si bien las propuestas para la reforma son diferentes en los partidos políticos.

No cabe duda que las diferencias entre partidos, como Ciudadanos y la izquierda del PSOE, en la política fiscal es un impedimento para llegar a acuerdos que permitan formar un gobierno capaz de afrontar los problemas más acuciantes que sufre la sociedad española. Pero no hay tiempo para más dilaciones, pues a lo dicho hay que mencionar la situación de emergencia social a la que se enfrentan los grupos más vulnerables de la sociedad y a los que hay que atender con urgencia. La derogación de las leyes mordaza y de educación son también urgentes, así como afrontar la lucha contra la elevada corrupción y la regeneración de las instituciones.

La convocatoria de nuevas elecciones no dejaría de ser un fracaso de los representantes de los ciudadanos incapaces de negociar y llegar a acuerdos. Además, del coste que supondrían y no se encuentra la economía en buenas condiciones para ello, está la situación interna e internacional que no dejan lugar para seguir mareando la perdiz.

¿Qué pasa con la economía?