viernes. 19.04.2024

Las elecciones ante las miserias de la economía española

Las fuerzas progresistas deberían ser el agente del cambio, pero para ello se necesita dar prioridad a las desigualdades.

Las fuerzas progresistas deberían ser el agente del cambio, pero para ello se necesita dar prioridad a las desigualdades

La crisis económica ha supuesto el fin de un modelo de crecimiento y ha puesto al descubierto la vulnerabilidad de la economía. La situación se ha combatido con ideas viejas y no solamente se han puesto remedios a eso males sino que la recuperación se está haciendo sobre los hombros de los más débiles. La crisis económica y la elevada corrupción han llevado consigo también al final de un ciclo político. En este caso, tampoco los partidos que han protagonizado los últimos años de la vida política han aprendido la lección. Sus comportamientos siguen alejados de los problemas de los ciudadanos. En algunos casos, se quieren subir al tren cuando ya ha pasado.

Gran parte de los males han tenido como protagonistas principales a las Comunidades y municipios. Ha sido en el ámbito local y regional en donde se ha dado la burbuja inmobiliaria, la especulación, el destrozo medioambiental y la corrupción. Desde luego que ha habido diferencias y comportamientos distintos para que se pueda generalizar, pero la tendencia ha sido bastante mayoritaria para que se considere que son casos individuales. De modo que tras los escándalos se produce un sentimiento ciudadano de que ha tenido lugar un gran saqueo. A la cabeza de este saqueo se encuentra el PP y a nivel de Cataluña Convergencia y Unió, pero tampoco el PSOE se libra de todos estos desmanes.

La corrupción, como ya he tenido ocasión de manifestar en otros artículos, tiene un elevado coste económico, y lleva consigo además el mal uso de los recursos públicos y el despilfarro. Las decisiones se toman no en relación a los intereses sociales y respondiendo a cierta lógica sino que se basan en aquellas actividades que puedan ser negocio para determinadas empresas, funcionarios y políticos. En estos años de borrachera financiera e inmobiliaria no se ha aprovechado la ola expansiva para con los mismos recursos hacer un país más avanzado en educación e investigación. Las ganancias cómodas y rápidas se han impuesto sobre las apuestas a medio y largo plazo. Ha habido demasiados nuevos ricos surgidos al calor del Estado debido a favores recibidos en las diferentes concesiones por los responsables de la toma de decisiones y reparto entre todos ellos de los beneficios obtenidos a costa de los ciudadanos. La aparición de tantos nuevos ricos no quiere decir que los viejos no hayan participado también del botín. No ha tenido lugar un desarrollo suficiente de empresarios, aunque hay excepciones notables, cuyo beneficio lo consigan por la innovación tecnológica, nuevos productos, conquista de nuevos mercados y organización avanzada de la empresa, sino que lo que se ha dado han sido oportunistas y conseguidores.

Los escándalos que conocemos diariamente nos ofrecen una imagen en la que parte de los dirigentes políticos han infringido la ley. Los que tienen que velar por su cumplimiento son los mayores incumplidores. Todo esto no es solamente un gran escándalo sino que mina la credibilidad de los políticos y de las instituciones. El desánimo cunde entre la población al tiempo que crece la desconfianza, pues los que tienen que dar ejemplo son delincuentes que han ocupado cargos de responsabilidad.

Por si fuera poco se han atrevido a dar discursos de moralidad y acerca de las obligaciones tributarias de los ciudadanos, mientras ellos tenían cuentas ocultas en Suiza y otros paraísos fiscales. La falsedad y la hipocresía se han impuesto sobre la sinceridad y la honradez, que afortunadamente existe entre muchos políticos.

Estas élites políticas y económicas que han tenido estos comportamientos, con sus acciones o con una actitud pasiva o de dejar hacer, ha sido una de las razones que han ocasionado la gravedad de la crisis en España. De cara al futuro si las cosas no cambian suponen un freno en el camino hacia el progreso, entendiendo por ello un desarrollo humano sostenible y equitativo. Todo esto es un quiste que se encuentra demasiado instalado en las esferas del poder para pensar que se pueden solucionar estos problemas sin tomar medidas drásticas. Sobran palabras y faltan propuestas para erradicar este mal e iniciar otro camino. Las próximas elecciones tienen que ser el inicio para que se produzca el cambio y es precisamente en los Ayuntamientos y Comunidades en donde hay que atajar la corrupción y un modelo económico sustentado en exceso en la construcción. De no ser así, el futuro de la economía española se encuentra condenado, pues tiene demasiados puntos débiles para que se pueda encontrar una senda para un desarrollo estable y sólido.

Las fuerzas progresistas deberían ser el agente del cambio, pero para ello se necesita dar prioridad a las desigualdades, al fracaso escolar, malnutrición infantil, asistencia a los ancianos que lo necesiten, y apostar decididamente por la sanidad, prestaciones sociales, educación, e investigación. El establecimiento de una imposición progresiva y la limpieza del fango que nos han dejado y que no resulta fácil de quitar. 

Las elecciones ante las miserias de la economía española