viernes. 29.03.2024

Sobre la tan traída y llevada equidistancia de Mélenchon

melenchon

Estas líneas han sido redactadas antes del conocimiento de los resultados de las elecciones presidenciales en Francia. Sea cual sea el resultado, su significado permanece inalterable.

Ya sobrepasa los límites de lo razonable los ataques a diestro y siniestro a Mélenchon porque no ha recomendado el voto hacia ningún candidato a las presidenciales francesas. Un simple botón de muestra de una editorial del periódico, que fue un referente, desde nuestra Transición: “Es legítimo discrepar de Macron y de sus propuestas; faltaría más. Pero lo que está en juego en Francia es cerrar el paso al nacionalismo xenófobo y antieuropeísta que representa Marine Le Pen. Promover la abstención o el voto en blanco, a sabiendas de que favorece a Marine y debilita a Macron, es un acto de grave irresponsabilidad política que pone en riesgo la democracia y los derechos de muchos ciudadanos”.

Las cosas no son o blancas o negras. Hay matices. Seguro que algún despistado o malintencionado tras leer estas líneas me argumentará que no se puede ser equidistante.  Para estos despistados y malintencionados, afirmo con contundencia: “ Marine Le Pen es fascista, xenófoba, ultranacionalista excluyente. Lo digo y lo reafirmo. Manifiesto mi más profundo desprecio. Insisto, otra vez, es despreciable el FN de Marine Le Pen. ¿Está claro? Seguro que alguno corto de entendederas, todavía no lo entenderá. Prosigamos. Dicho lo cual, para los grandes poderes fácticos, que dominan el aparato político de la UE, Le Pen les viene perfecto. Es una perfecta coartada.  Porque eso les permite colocar a Macron, exponente claro del neoliberalismo puro y duro, lo que significa más austeridad, más recortes, más destrucción de derechos socio-laborales, más desigualdad y menos democracia. Y así cerrar cualquier alternativa de izquierdas. Aunque tampoco les importaría mucho el triunfo de Le Pen. ¿Por qué? Maciek Wisniewski en su extraordinario artículo Francia: las elecciones y los espectros de Marx señala que Los indignados, Occupy, Syriza, Podemos, Corbyn, Sanders, protestas contra TTIP/CETA o el mismo movimiento Nuit Debout francés eran poderosas respuestas desde la izquierda y si algunas de ellas fracasaron no era (sólo) por su propia debilidad, sino porque tenían un poderoso enemigo: la burguesía (neo) liberal. Para ella la principal amenaza no es el fascismo, sino la izquierda democrática y es su resistencia y sus políticas calculadas a sofocarla, por ejemplo desde la UE. Y para eso han puesto a Macron.

En el blog Sociología  crítica, aparece un artículo breve pero muy esclarecedor, titulado ¿Macron? ¿Marine? En brece/ASR, firmado por Dedona, que  indica: “Plan Macron para derrotar a la extrema derecha: privatizaciones, hundir los salarios, destruir la negociación colectiva, destruir los sindicatos, uberizar los empleos, despidos por sms sin contratos, más OTAN y más FMI y mas BCE, menos maestros, menos funcionarios públicos, quitar impuestos a las grandes capitales, reducir el gasto social, erosionar el carácter social de la República, negar los valores de la izquierda y llamar centrismo a su programa ultraliberal, enfrentar a los trabajadores en precario con los inmigrantes por las migajas de la ayuda social. Ese es su plan anti Le Pen. El ultraliberal Macrón ha sido incapaz de hacer un gesto a su izquierda para lograr más apoyos para derrotar a Marine. Nada de nada”. ¿Para qué?

Marine Le Pen afirma con contundencia que su programa no es “ni de izquierdas ni de derechas”, lo fundamental es entre “patriotas y mundialistas”. Macron reivindica sin ambages que su programa es, a la vez, “de izquierda y de derecha”. No deja de ser paradójico que precisamente en el país donde surgieron los términos ideológicos de izquierda y derecha, según el lugar que los diputados ocupaban en la Asamblea Nacional en 1789, los dos candidatos  alardeen y consideren su mayor bagaje político para llegar al Eliseo  esa indefinición ideológica. 

Lo que hay detrás de esta indefinición, en definitiva, es una “expulsión de la política” para ocupar su lugar la tecnocracia. Se ha producido un vaciado de la democracia. Gobiernan los tecnócratas, a quienes se les ha encomendado la tarea de dirigir la economía controlando la inflación y atenuando los altibajos de los ciclos económicos. Su independencia es total para librarse de las interferencias de los políticos, prestos a echarlo todo a perder por una visión cortoplacista de las campañas electorales. Mas,  si dejamos la política en manos de un grupo reducido de expertos, no sabremos cómo quitársela de las manos cuando la necesitemos. Necesitamos más política y dentro ella una reivindicación de la izquierda. 

Termino reflejando unos hechos profundamente dramáticos, que por ocultarlos no dejan de existir. Que en Grecia estén muriendo muchas más mujeres que antes del la crisis de 2008 por cáncer de mama, como consecuencia de recortes en los programas de prevención del cáncer, ¿cómo lo llamamos? Que una ministra, que no se enteraba que le pagaban las fiestas de cumpleaños de sus hijos, quite el programa de teleasitencia de los ancianos, de 4,5 millones de euros, ¿qué es eso? Que muchos se suiciden por culpa de el paro galopante, ¿Esto qué es? Que mueran a millares emigrantes en las costas del Mediterráneo, ¿esto que es? Pues según Boaventura de Sousa Santos, se está produciendo la emergencia del fascismo societal. No es el fascismo de los años treinta y cuarenta. No se trata de un régimen político sino de un régimen social y de civilización. Es un fascismo pluralista. Las principales formas de la sociabilidad fascista son las siguientes. El fascismo del apartheid social implica la segregación de los excluidos dentro de una cartografía urbana dividida en zonas salvajes y zonas civilizadas. Estas viven bajo la amenaza constante de aquellas y para defenderse se transforman en castillos neofeudales, en urbanizaciones privadas. El fascismo del Estado paralelo que actúa con una doble vara, una para las zonas salvajes otra para las civilizadas. En estas últimas, el Estado actúa democráticamente, como Estado protector; en las salvajes de modo fascista, como Estado predador. El fascismo paraestatal resultante de la usurpación por parte de poderosos actores sociales, de las prerrogativas estatales de la coerción y de la regulación social, en connivencia del Estado. El fascismo de la inseguridad, que se sirve de la inseguridad de las personas debilitadas por la precariedad del trabajo o por acontecimientos desestabilizadores. Tales niveles de ansiedad y de incertidumbre respecto al presente y al futuro rebajan el horizonte de expectativas y crean la disponibilidad a soportar cualquier sacrificio. Y el fascismo financiero el de los mercados de valores y divisas, de la especulación financiera. Es el más pluralista: los movimientos financieros son el resultado de las decisiones de unos inversores individuales e institucionales mundiales y que, de hecho, no comparten otra cosa que el deseo de rentabilizar sus activos. Es el más virulento ya que su espacio-tiempo es el más refractario a cualquier intervención democrática.

Termino con una frase del artículo citado de Sociología crítica:  “Parar a la sujeta esa es necesario, lavarle la cara a Macrón un crimen” y añado una frase citada al principio; además de un crimen  “es un acto de grave irresponsabilidad política que pone en riesgo la democracia y los derechos de muchos ciudadanos”.

Sobre la tan traída y llevada equidistancia de Mélenchon