jueves. 28.03.2024

El fetiche del euro

El título que encabeza estas líneas está motivado porque fetiche, según el Diccionario de la lengua española: Ídolo u objeto de culto...

El título que encabeza estas líneas está motivado porque fetiche, según el Diccionario de la lengua española: Ídolo u objeto de culto al que se atribuye poderes sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos.

Al euro se le puede aplicar tal significado, porque sus defensores le atribuyen poderes sobrenaturales y taumatúrgicos. Cabe recordar cómo nos vendieron las excelencias de prosperidad y desarrollo económicos tras su implantación. Y si alguno se atrevía a cuestionarlo era y es sometido a ataques furibundos por el establishment y la academia. Y en buena lógica, si algún país voluntaria o forzadamente lo abandona, como puede ocurrir con Grecia, se verá sometido a todo tipo de cataclismos y sufrimientos. Cabe pensar que si se produce tal circunstancia en Grecia seguirá saliendo el sol tras la noche, y que después del otoño vendrá el invierno, como ocurría antes de entrar en el euro. Para algunos otros, después de la creación del mundo, el acontecimiento más importante sin ningún tipo de dudas es la creación del euro. Hay un antes y un después.

De entrada, por lo que hace referencia a España, antes de nuestra entrada en el euro, con la peseta, todos los días salía el sol. Teníamos un Estado de bienestar mucho mejor que el actual. Los derechos sociales estaban más defendidos. Y estábamos convencidos de que nuestro voto servía. Podíamos devaluar nuestra moneda para fomentar nuestras exportaciones. Nuestra deuda era infinitamente menor a la actual. Mas como sabemos, nos vendieron las excelencias de la entrada en el euro al formar parte de una Unión Económica y Monetaria y que nos haría más fuertes y estaríamos más protegidos para hacer frente a las crisis, además de evitar los problemas del cambio por otras monedas, etc. Para entrar tuvimos que sufrir una serie de sacrificios como fueron los criterios de Mastricht.

Y ya sabemos en la situación en la que estamos. Todo el proceso de construcción del euro estuvo impregnado de un diseño neoliberal. Cabe recordar las críticas ejercidas en aquellas fechas por Julio Anguita, que sirvieron para calificarlo de cenizo y desconectado de la realidad. Como había que alcanzar determinados niveles de déficit público y deuda pública, esta circunstancia sirvió de pretexto para desmantelar y privatizar una parte importante de la empresa pública. También hay un aspecto que los españoles sufrimos: la subida de los precios no se correspondió con los salarios. Y como he comentado anteriormente nuestra entrada en la Unión Económica y Monetaria supondría estar protegidos ante una crisis económica. ¡Vaya protección! Estamos inmersos en una crisis durísima con las secuelas conocidas: cifras vergonzosas de paro, Estado de bienestar gravemente dañado, derechos sociales inservibles, y eso que existe, según mis noticias, una Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, ya establecida en el 2000 y vinculante jurídicamente desde el 2009. Y la democracia inexistente. Quiero fijarme en este último aspecto. Los que ya rondamos los 60 años y tuvimos la desgracia de padecer la dictadura del Funeralísimo, sentíamos una envidia sana al observar el sistema democrático que disfrutaban los países del Mercado Común. Mientras no disfrutáramos de democracia no nos iban a dejar entrar en este club, esta fue la respuesta que recibió el régimen de Franco en sus diferentes intentos de entrada. Cuando entramos, ya superamos ese complejo de inferioridad, porque ya disfrutábamos de la añorada democracia. ¡Vaya engaño! Hablar de democracia hoy en el funcionamiento de la Unión Europea es un sarcasmo. La actual Unión Europea se ha dejado secuestrar por poderes antidemocráticos, ya estamos constatando que una decisión tomada democráticamente puede quedar anulada el día siguiente por una agencia de calificación o por una bajada en la cotización de las bolsas. Boaventura de Sousa Santos habla a nivel general pero sus palabras son aplicables a las instituciones de la Unión Europea “en los últimos treinta años las conquistas logradas han sido cuestionadas y la democracia, últimamente, parece más bien una casa cerrada y ocupada por un grupo de extraterrestres que decide democráticamente sus propios intereses y dictatorialmente los de las grandes mayorías”. Un régimen mixto, una democradura. Ahora mismo lo estamos comprobando en la Grecia de Tsipras, el cual quiere someter a referéndum de su pueblo las medidas del rescate. Tal decisión del primer ministro griego, escrupulosamente democrática, ha supuesto la ruptura de las negociaciones del Eurogrupo, e incluso algún político del Pasok la ha calificado de un auténtico golpe de estado. Realmente el mundo al revés, que el pueblo manifieste su opinión sobre algo que le afecta sustancialmente a su modo de vida sirva de motivo para romper las negociaciones, es una prueba incuestionable del nivel de degradación alcanzado de la política en la Unión Europea.

Termino. Tampoco vengo a descubrir nada nuevo. El callejón sin salida actual en la Unión Europea, se debe a su diseño neoliberal, al estar controlado por los grandes poderes económicos. Debemos tener claro que el capitalismo considera la democracia como un instrumento de acumulación; si es preciso, la reduce a la irrelevancia y, si encuentra otro instrumento más eficaz, prescinde de ella. Es lo que están haciendo los Juncker, Draghi, Merkel, meros lacayos del gran capital. Por eso no andaba descabellado el juez del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, Louis Brandeis cuando afirmó: “Podemos tener democracia, o podemos tener  la riqueza concentrada en las manos de unas pocas personas, pero no podemos tener ambas cosas a la vez”.

El fetiche del euro