Las aviesas intenciones en campañas electorales
Son aviesos, en esta época preelectoral, los objetivos que se buscan con la realización machacona de encuestas dirigidas y cocinadas.
Son aviesos, en esta época preelectoral, los objetivos que se buscan con la realización machacona de encuestas dirigidas y cocinadas.
Nos decía Inmanuel Kant en su Crítica de la razón práctica que “Sin duda el hombre no es suficientemente sagrado, pero la humanidad en su persona sí que debe serlo”.
Hay quien piensa que la única opción para defender la democracia es la toma de las armas y la guerra sin piedad al enemigo. ¡Viejas y machaconas opciones!
Como bien dice el premio nobel de economía Stiglitz “los impuestos son el precio que pagamos por tener una sociedad civilizada”.
Muchos de los grandes avances del mundo han sucedido al encontrarse modos sencillos de utilizar elementos conocidos.
El mercado es capaz de vender incluso aquello que no necesitamos, aquello que nos engaña, aquello que inhibe nuestro pensamiento.
Cuando se propone cualquier política económica relacionada con objetivos sociales, la pregunta más habitual es ¿y de dónde vamos a sacar el dinero para pagarlo?
La sostenibilidad del sistema público de pensiones no sólo tiene que ver con los gastos, también deben ser valorados los ingresos, la financiación de los mismos.
Creo en una sociedad que facilite a sus integrantes ser libres y autónomos en el desarrollo de sus capacidades.
La renta básica tiene que ver con la búsqueda de un sistema social que se adapte más a las posibilidades de nuestro tiempo.
El caso Volkswagen es una muestra más del funcionamiento de la economía capitalista desbridada.
La propiedad privada como la competitividad a ultranza hay que ponerlas en cuarentena ya que sus efectos pueden ser perversos.
Escribe Varoufakis que las mejoras tecnológicas darán al traste con este sistema de producción y consumo en masa.
Lo que sucede, nos dice Varoufakis, es que los seres humanos hemos acabado siendo los esclavos de las máquinas que inventamos.
El sistema capitalista se sustenta en el individualismo y en buscarse la vida cada uno como pueda, acrecentando la rivalidad y la competitividad.
El absolutismo del libre mercado ha permitido que los robos más cuantiosos e inmorales se lleven a cabo dentro de la legalidad vigente.
A lo que realmente habría que tener miedo no es al déficit sino al paro, a la pobreza o a la desigualdad.
Nos ahogamos en dinero, hay exceso de producción, la demanda se reduce y, sin embargo, no somos capaces de resolver los problemas.
El enfoque patriarcal de nuestras sociedades ha facilitado que la ponderación del trabajo mercantil sea lo único considerado, olvidándose del trabajo doméstico.