Decía el sabio Ben Parker (a quién conocerán como tío y mentor de Spiderman) que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.
Una huelga general seguida de varios días de acampada en la Plaza de la República en París no merecen unos centímetros cuadrados de papel en la portada de los principales diarios.
Suena a buen rollo, pero calificarse como tolerante tiene más peligro que ir al bautizo de un gremlin.
Federico García Lorca abre su “Retablillo de don Cristóbal” de esta guisa: “El público culto de esta tarde sabrá recoger, con inteligencia y corazón limpio, el delicioso y duro lenguaje de los muñecos”.
Se ha convertido en lugar común hablar de la serie de televisión danesa Borgen para ejemplificar la necesidad del pacto.
Bienvenidas sean las reinas magas, aunque sólo sea por hacer visible lo que la tradición esconde.
La versión web de un periódico con sede en Andorra ha decidido publicar diariamente encuestas de intención de voto sobre el 20D.
Tirar con pretendido humor de hipsters y ballenas (es decir, negar por reducción al absurdo la existencia de las nuevas demandas) no es respuesta.
No es Rajoy, a pesar de su querencia por buscar las tablas tras el plasma, un caso aislado o el único llamado a escabullirse.
De los casi dos millones de españoles en el extranjero con derecho a voto, tan solo un 6% aparece en la lista de quienes han ‘rogado’ ejercerlo.
Andan los especialistas en marketing como locos porque no saben cómo conectar con los nuevos consumidores para venderles productos.
A los carnívoros irredentos nos queda el sentido común para evitar alarmismos y el sentido del humor para relativizar los peligros.
Rajoy va a salto de mata, con su atril y sus banderas a cuestas, en un peregrinaje por las españas abriendo caudales y pateando asfaltos brillantes y sin coches.
No hay nada peor para la irritación colectiva que un atasco. Bueno, menos que se caigan Facebook o Whatsapp.