sábado. 20.04.2024

La lucha social existe, y la izquierda y la derecha

Las movilizaciones sindicales que finalizaron con la Huelga General del 29M, han demostrado que la lucha social, antes denominada lucha de clases, sigue existiendo y ha vuelto a primera plana de la actualidad. La actual crisis económica vuelve a poner de actualidad conceptos que durante mucho tiempo han sido puestos en cuestión y hasta enterrados por muchos. La crisis ha supuesto el renacer del conflicto y la lucha social.

Las movilizaciones sindicales que finalizaron con la Huelga General del 29M, han demostrado que la lucha social, antes denominada lucha de clases, sigue existiendo y ha vuelto a primera plana de la actualidad.

La actual crisis económica vuelve a poner de actualidad conceptos que durante mucho tiempo han sido puestos en cuestión y hasta enterrados por muchos. La crisis ha supuesto el renacer del conflicto y la lucha social. En nuestra sociedad se ha hecho evidente que existe un conflicto vivo entre la mayoría social que sufre las consecuencias de la crisis y una minoría que mantiene una situación de privilegio que llega a acentuarse.

La composición de las clases sociales ha cambiado en las últimas décadas. Han cambiado sus condiciones y hoy una gran parte de lo que se denomina clase media son asalariados que hasta ahora tenían un puesto de trabajo fijo. Es cierta la existencia de una multiplicidad de situaciones que crean colectivos diferenciados, empleados públicos, jóvenes sin trabajo, trabajadores precarios, parados, prejubilados y jubilados, etc. Pero también es evidente que la crisis y el reparto de sus costes ha permitido una cierta unificación de todos los perjudicados que forman parte de lo que se llamaba y podemos continuar llamando como clases populares. A este amplio colectivo social hay que añadir toda otra serie de capas sociales que objetivamente, aunque muchas veces no tengan conciencia subjetiva, son sus aliados potenciales al tener intereses coincidentes, porque también están sufriendo las consecuencias de la crisis y de la forma de afrontarla por parte de los gobiernos y de las políticas antisociales de derechas. Nos referimos a sectores que podíamos definir como pequeña burguesía, comerciantes y pequeños empresarios, la viabilidad de cuyos negocios se ve afectada por la repercusión directa tanto por la pérdida de poder adquisitivo de la población, que ahora consume menos, como por las dificultades que ellos mismos tienen de acceso al crédito lo que les dificulta la propia supervivencia de sus empresas.

Estamos viendo como la crisis provoca múltiples movimientos locales y espontáneos consecuencia del malestar derivado de diversas situaciones concretas, y que provoca, como reacción, que surjan movimientos como el 15M, así como plataformas diversas en defensa de la sanidad, educación, desahucios, contra actuaciones bancarias, etc. Son en muchos casos movimientos locales aislados que se sublevan contra consecuencias concretas de la crisis pero que están carentes de la capacidad de darle una respuesta global.

Y es aquí donde hay que situar la importancia de la movilización sindical. El sindicalismo confederal ha dado una respuesta no sólo a la Reforma Laboral, aspecto básico de la convocatoria de Huelga General, sino que le ha dado un carácter de contestación social más globalizador como demuestra el propio eslogan de la convocatoria "Se lo quieren cargar todo”. Asimismo el movimiento sindical ha sido capaz de dar una respuesta política, no sólo aglutinando las fuerzas que se dicen de izquierdas, sino escogiendo la forma dilatada de la movilización y la fecha oportuna, después de las elecciones autonómicas andaluzas y asturianas, lo que ha ayudado a que la Reforma Laboral y la movilización tuviera un papel protagonista en el resultado electoral de las mismas que ha conllevado cerrar el paso al PP en el gobierno de estas comunidades.

La movilización sindical ha conseguido un amplio apoyo y acompañamiento social que ha convertido la Huelga General en un momento de gran movilización social como se vio en las grandes manifestaciones de febrero y marzo, ha sido sin duda una clara demostración del renacer de la lucha social. Y ha tenido un doble coste importante para el Gobierno del PP, tanto el que ha pagado en las elecciones autonómicas como el derivado de que la propia movilización y la Huelga General que ha afectado a su credibilidad, tanto a nivel nacional como internacional, todo ello agravado aún más por la repercusión derivada de los Presupuestos Generales, los cuales amplían la justificación de la movilización social.

La actualidad de la lucha social pone también de actualidad la existencia de formas diversas de entender la realidad social mediante la política. Vuelve a hacerse evidente que hay que sublevarse contra la actual concepción, propia de la derecha, de afrontar la salida de la crisis sólo a base de recortes y ampliación las desigualdades sociales. Se empieza a poner en cuestión la falsa concepción, actualmente hegemónica, de que sólo hay una política posible para afrontar la crisis que es la actualmente existente. Hay que abrir la perspectiva a que hay una forma diferente y más justa de hacer frente a la crisis, que apueste por la reactivación económica y no sólo por el ajuste puro y duro, al tiempo que trata que los costes de la crisis tengan un reparto más equitativo y justo. Hasta ahora las políticas de derechas llevadas a cabo por Zapatero y agravadas por Rajoy han hecho recaer el coste en una gran mayoría que pierde poder adquisitivo, derechos y condiciones sociales mientras se pone en cuestión la propia existencia del estado del bienestar. Asimismo sectores más acomodados y ricos, instituciones como la Iglesia, sectores responsables de la crisis como el financiero, e incluso delincuentes como los defraudadores, no están afectados por las medidas e incluso salen favorecidos.

Hay que reactivar y hacer renacer nuevamente políticas de izquierda, políticas de igualdad, de distribución de la riqueza en beneficio de la mayoría y especialmente de los sectores más desfavorecidos, de potenciación de la economía productiva y de futuro con especial dedicación a la formación y al I+D+i, reforzamiento del estado del bienestar, una fiscalidad justa y progresiva con persecución de la especulación y el fraude, y haciendo de la austeridad de las cuentas públicas un sinónimo de lucha contra la malversación y el despilfarro de recursos, a la vez que se potencian los servicios públicos y la sostenibilidad. Es decir hacer aparecer de nuevo en el escenario social políticas de izquierdas que durante mucho tiempo han estado desaparecidas bajo el predominio del social-liberalismo promovido por el PSOE. Ahora es el momento de la política de izquierdas con mayúsculas, confrontada con la derecha, al servicio de los intereses de la mayoría y alejada de planteamientos con débiles raíces ideológicas como han sido los planteamientos más tácticos que estratégicos de la izquierda mayoritaria que han representado los gobiernos socialistas.

El movimiento sindical, muchas veces denostado e injustamente criticado tanto por la derecha como por algunos supuestos elementos izquierdistas, ha sido de nuevo el eje vertebrador de la respuesta social y del retorno de la lucha social, ningún otro movimiento ni político ni social ha tenido su capacidad de movilización. Pero después de la respuesta ahora es el momento de la alternativa, que no alternancia, a la derecha y sus políticas, Hay que construir esa alternativa política, con planteamientos alternativos, diferentes, de izquierdas, que se confronte contra los de la derecha y sepa plantear una propuesta creíble y capaz de ilusionar a los sectores sociales que se han opuesto y movilizado contra las políticas de derecha hasta ahora hegemónicas. Una alternativa que debe plantearse en el ámbito del estado pero teniendo muy en cuenta la necesidad de contemplar su dimensión europea.

La lucha social existe, y la izquierda y la derecha
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