Los recientes sucesos de Salou, que se agudizaron tras la muerte de un senegalés, han dado la vuelta al mundo. La cosa empezó con una intervención contra la venta de top manta, siguió con un altercado y finalmente la cosa acabó con la muerte de dicho ciudadano. La versión oficial de los Mossos d´Esquadra es que el senegalés cayó por el balcón de su vivienda al vacío. La comunidad senegalesa lo contradice. Nosotros no sabemos más, ni entramos en especulaciones. Como dijo el poeta de Fuentevaqueros: «la luz del entendimiento me hace ser muy comedido».
Lo que sí estamos en condiciones de afirmar es: 1) la desproporción de la actuación policial en su redada contra los topmantistas; 2) la rápida diligencia de los Mossos en este caso y su reluctancia a intervenir en los sonoros escándalos de miles –como lo oyen, miles- de jóvenes, venidos del Reino Unido a pasar unos cuantos días en esas playas de Salou con la práctica embrutecedora del todo pagado (a los touroperadores de su lugar de origen), botellón y licores de garrafón. O el caso de ciertas ciudades de Mallorca donde la noche es la desorbitada prolongación de la bronca por otros medios.
Por supuesto, el top manta y el (sub)turismo de garrafón son dos cosas muy diferentes. Y ambos requieren análisis y propuestas diferentes. De momento, sin embargo, nos limitamos a interpelar por qué en unos casos se llama a las fuerzas policiales a intervenir a todo meter y en otros casos las autoridades locales organizan y fomentan el botellón que, en no pocos casos, deja a los chavales tiesos y al borde de irse al otro barrio.